Sobre un México con AMLO como jefe del ejército…
JANE DE LA SELVAjue 28 dic 2017 14:35
Como ando tanto por carretera, me topo seguido con los militares. Acá sobre la costa o sierra de occidente desde hace años mantenemos contacto los civiles con retenes o convoyes repletos de silenciosos muchachos armados con cascos y fusiles, de juventud que se mira confundida. No dejan de parecerme víctimas de una gobernanza desordenada sin idea medida de qué hacer. Y la prueba de que no saben lo que hacen es que pretenden imponer una ley de seguridad nacional con mayor injerencia del ejército-- y protección jurídica-- cuando éste ya está adentro de nuestras vidas ejerciendo esa labor contra el narcotráfico hace rato sin resultados positivos. Fracaso fue la estrategia de Calderón e incrementada la violencia nacional durante Peña Nieto ¿y no aprendemos? ¿Qué pretende realmente el régimen pri-an-ista con esta ley a quema ropa?
Es necesario un arduo perseverante trabajo de restablecimiento de la investigación inteligente, de las policías comprometidas con el servicio al pueblo. Esta legislación para obtener “mayor seguridad” caerá en la represión, en el abuso protegido para oprimir derechos constitucionales. Se intuye como condición impuesta--o intercambiada-- típicamente forzada a ser acatada por súbdito de los poderes provenidos del norte.
Sin embargo, cuando escucho al secretario de la defensa nacional agradecer al congreso la aprobación de la “ley de seguridad interior” que amplia al ejército el marco jurídico para actuar, pero a la vez puntualiza el señor Cienfuegos, que no obstante esta aprobación del congreso, las fuerzas armadas acatarán lo que dictamine la Suprema Corte de Justicia de la Nación en su dictamen final, percibo un escondido deseo por la posibilidad de que la corte delibere en contra de su aprobación, que es la exigencia de la mayoría ciudadana. Es decir, dada la circunstancia, el mensaje entre líneas es que las fuerzas armadas estarían hoy con el pueblo de México, no con el régimen.
Jóvenes mexicanos reclutados, impecablemente ataviados para impresionar, con su equipo olivo reluciente sin usar, inmersos en un espiral in crescendo, convertidos ellos mismos en presa. Porque atrapar a un capo mayor o desmantelar, no ha solucionado: surge el nuevo orden operativo, siempre es así. Colombia sigue vendiendo cocaína nomás cambió de manos el negocio.
La estrategia para idear la seguridad pública exitosa tiene que meditarse, consultarse, es claro que tiene que ser otra, no la misma. Que se sienten los eruditos a deliberar hasta que surja el humo blanco. No pueden seguir enfrentándose a muerte los traficantes entre nosotros, no podemos seguir utilizando a los soldados, porque eso han hecho los gobiernos desde que Calderón le dio el palazo al avispero: utilizarlos malamente. Se les ve a los recién uniformados, se les nota la pérdida del tiempo en sus miradas sin causa, en sus presentes insatisfechos, en el impedimento ante un enemigo que no aparece y ellos no entrenados para forzarlo a aparecer. Su labor no es defender el territorio nacional de la delincuencia organizada, ni enfrentarse a diario con el dilema de si atrapar, unirse o dejar ser a los traficantes a cambio de algún menor beneficio en la utilidad o simplemente por la prolongación de la vida amenazada.
¿Qué registran, qué buscan en las calles, en las carreteras? ¿Droga, armamento empaquetado escondido entre recovecos dentro de algún vehículo de pasajeros o de carga? ¿Cuánto vale la lealtad cuando no es mutua, cuando ésta tiene precio? Manipulado ha sido el ejército para parecer autoridad, sin serlo, en materia delincuencial. Los mexicanos debemos preguntarnos seriamente, ¿de qué ha servido esta estrategia? los puestos militares por doquier, los convoyes amenazantes pululando transnacionalmente, y ahora ¿la incrementación de este panorama fracasado? No debemos permitir la militarización de la nación. Que quede claro: el ejército mexicano es de gran valía, no debe ser menospreciado, lo que, reitero, claramente han hecho gobiernos en turno; debe ser ensalzado, apreciado en su propio atribuido menester.
A nuestro México le urge un presidente de la república jefe supremo del benemérito ejército nacional que haya sido verdaderamente electo por la mayoría, esto generaría una gran confianza en las fuerzas armadas para trabajar en pos de lograr la paz sin armas, valga la redundancia, sin violencia, en base a investigación, entrenamiento y legislación precisa. Las garantías ofrecidas a aquellos que deseen calificar para pertenecer a las fuerzas armadas: capacitación, derechos básicos, salarios dignos, servicio a la nación productivo, dirigido hacia la pacificación, hacia el desarme, hacia el apoyo gubernamental solidario en defensa o apoyo de las causas que apremian al pueblo, que se exigen y demandan porque afectan su tranquilidad, su necesidad, su estabilidad. El ejército mexicano, sus marinos y soldados saben que para la presidencia 2018—2024 si finalmente es dirigida por AMLO, un verdadero demócrata, los valientes soldados mexicanos sí valdrán, les será otorgado el lugar, el trabajo que merecen y merecemos de su parte el pueblo, sin simulaciones, en defensa y a favor de una sociedad más segura y feliz.
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