Ciudad perdida
Orta y sus consejeros en seguridad
Miguel Ángel Velázquez
L
a desesperación –está científicamente comprobado– es la peor de las consejeras, pero esa experiencia no parece estar de acuerdo con las ideas del jefe de la policía, Jesús Orta, quien busca, hasta en los más oscuros rincones de la política de seguridad, una ayuda para tratar de frenar la ola de violencia que se ha desatado en la ciudad y que la procuradora, Ernestina Godoy, califica de
crisis.
El propio Jesús Orta ha reconocido, una y otra vez, que la delincuencia sigue ganado batallas, pero no pasa de ahí. Sus declaraciones, no obstante, parecen no ir de acuerdo con los reportes y las cifras que se manejan a diario en las reuniones de seguridad que se realizan cada mañana y en las que, nos aseguran, se empieza a notar una tendencia a la baja en los delitos del orden común, que son los que más afectan a la ciudadanía y los que crean esa percepción inquietante de que en la ciudad se respira peligro.
Pero decíamos que el jefe de la policía se está asesorando de quienes no debiera, o cuando menos hace ronda con aquellos que ya fracasaron en la lucha contra el crimen.
No hace muchos días, en un restaurante de la colonia Roma, Jesús Orta compartió una buena comida con dos personajes de los que hay mucho de qué hablar: uno era Eduardo Medina Mora, procurador en tiempos de Felipe Calderón –quien durante su gestión inició la guerra contra el narco–, y el otro Monte Alejandro Rubido García, quien en los sexenios del panista y del priísta Enrique Peña Nieto tuvo que ver, y mucho, con el problema de la inseguridad en el país, se le considera un especialista en seguridad pública, aunque fue a él a quien se le escapó El Chapo.
En fin, más que revisar el pasado de estos dos personajes ligados al ámbito de la seguridad tenemos que atender al futuro de la ciudad, y si el señor Orta está pidiendo ayuda y consejo a este par de personajes del neoliberalismo, el horizonte se ve negro y no puede haber ninguna confianza de que la seguridad vuelva a las calles. Los dos consejeros de Orta ya fracasaron, y a menos que la idea sea seguir esa ruta, no se ve el fin de esa reunión, aunque claro, es muy posible que la conversación haya versado sobre los humos que contaminan a nuestra ciudad,, y nada más.
Con esa hipótesis, tenemos que creer que aquella fue sólo una comida entre cuates –esos a los que la jefa de Gobierno prefiere ni nombrar–, porque a final de cuentas las órdenes de Claudia Sheinbaum son limpiar tanto a la Secretaría de Seguridad Ciudadana como a la Procuraduría General de Justicia, y eso no parece que les vaya a dar mucho gusto a los que ese día compartieron el pan y la sal.
Y además, según los datos que se tienen hasta ahora, el crimen organizado estaba muy ligado a jefes policiacos de todas las dependencias de seguridad. La limpia ha traído como consecuencia la captura de capos y el desmembramiento de algunos cárteles, que ahora se han multiplicado y pelean por territorios.
No estaría mal que la procuradora, Ernestina Godoy, explicara a los habitantes de esta ciudad, más allá de los números, cómo se ha dado la lucha interna para limpiar los organismos de seguridad y justicia. Eso sí estaría bien, aunque tal vez a los amigos de Orta no les guste mucho. Provecho.
De pasadita
Lo que tenía que suceder sucedió: Germán Martínez, rabioso hombre de derecha, renunció. Muchas de sus razones son más que válidas, pero si la idea era mejorar lo que los de su signo político destruyeron, tal vez debería haber tenido un poco más de paciencia. Ahora que si lo que se pretendía era exhibir al Ejecutivo federal, ya lo hizo. Los de su bando habrán de aplaudirle: misión cumplida, pero los de enfrente, a ver si con ésta aprenden.
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