Que levanten la mano aquellos que les tocó pasar por esta mágica experiencia...
CGH VIVE
#CGHvive "Un día como hoy de 1999, un grupo de aproximadamente 20 estudiantes en huelga del CCH Vallejo salimos a las 8:30 am, a parar las ilegales clases extramuros del curso sabatino PAMAD, en las tres diferentes cedes.
Llegamos primero a la Universidad de Insurgentes, campus Indios Verdes, dónde después de unos empujones a la puerta de vidrio logramos acceder al plantel e invitar a los compañeros a no tomar clases fuera de las instalaciones universitarias, ya que era una maniobra del rector para debilitar la lucha y eran ilegales.
Llegamos primero a la Universidad de Insurgentes, campus Indios Verdes, dónde después de unos empujones a la puerta de vidrio logramos acceder al plantel e invitar a los compañeros a no tomar clases fuera de las instalaciones universitarias, ya que era una maniobra del rector para debilitar la lucha y eran ilegales.
Como resultado logramos apoyo de todos los compañeros, que abandonaron el plantel y cuando ya éramos cerca de 100 estudiantes, decidimos tomar la siguiente sede ilegal implementada por el rector, el Colegio del Tepeyac. Aquí fuimos agredidos por parte del equipo de fútbol americano (Frailes del Tepeyac), que junto con el servicio de vigilancia y seguridad de esa escuela, más varios profesores, se atrinceraron detrás de la puerta, que entonces no tenía una altura superior a los 2.50 m. Ahí acordamos la toma del plantel brincando la puerta, cuando vieron esta acción y que no habría como detenernos, abrieron las puertas y tomando el patio principal, fuimos salón por salón a invitar a nuestros compañeros a abstenerse de tomar clases extramuros.
Siendo unos 300 estudiantes, decidimos la última acción: la toma definitiva de la sede alterna de las clases extramuros del CCH Vallejo, el bodegón de Valle Gómez ubicado en la salida sur de la estación del metro con el mismo nombre.
Cuendo llegamos ya era muy, las clases habían sido canceladas, un grupo de compañeros exigiendo la salida de los compañeros que creíamos dentro tomaron la decisión de tomar la cede tratando de abrir la cortina que se encuentra en Av. Río Consulado.
En ese momento todo se tornó raro, ya que los camiones que nos trasladaban se fueron y el metro cerró sus puertas, el tránsito de Consulado dejo de circular, no salíamos de la euforia por el triunfo de haber podido frenar las clases extramuros, cuando el júbilo se convirtió en desconcierto. Escuchamos el estruendo de los escudos golpear el suelo, los gritos de los que estaban a la orilla del grupo los pasos apresurados de decenas de jóvenes corriendo aterrorizados el pato de las sirenas de las patrullas los gritos de los vecinos gritando "entren aquí" o "no les peguen son unos niños", era el grupo de granaderos quien se encontraba reprimiendo y golpeando estudiantes.
Todo se tornó en confusión, recuerdo a mis compañeros de lucha correr, forcejear, pelear, por no ser reprimidos y apresados y del otro lado a miembros de auxilio UNAM señalando a quién detener. En esa confusión ví a una compañera y a su novio aferrados a una malla ciclónica, mientras eran golpeados por cinco policías, como pude me metí entre mis compañeros y los policías, para apoyarlos, ya que a cada momento lo policías se ponían más violentos. Mi compañera decía, ya vamos a soltarnos, a lo que yo le respondí "no!". Entonces sentí un golpe en mi costado izquierdo y al voltear me dí cuenta que el golpe venía de la culata de un arma policial, en ese momento decidí hacerle caso a mi compañera y soltarme.
Me condujeron a una camioneta de la policía tipo pickup, dónde ya había varios compañeros detenidos, nos ordenaron no asomarnos fuera de la lona que cubria la caja de la camioneta. Fuimos trasladados a la agencia del MP, de la entonces delegación Venustiano Carranza.
Cuando llegamos ahí, nos bajaron de las camionetas y patrullas, con lujo de violencia, a los policías y granaderos se les olvidaba que no solo éramos estudiantes sino tambien menores de edad. Fuimos revisados por el médico legista que argumentaba que no teníamos golpes visibles, pero a mí me dolía el costado izquierdo. A mí y otros compañeros nos separaron de las mujeres, entre los hombres había 2 detenidos que no eran estudiantes del CCH y resultó que en la trifulca detuvieron a 2 fotógrafos de rectoría de la UNAM, que dentro de la crujía no se cansaban de decirnos que si ya estábamos contentos, que ya habíamos logrado estropear aún más la imagen de la universidad.
Nosotros entre broma y sarcasmo les aclaramos que como estudiantes no manchamos la imagen de la universidad, pero que ellos con su poca ética faltaban nuestra imagen como estudiantes. El tiempo en la crujía era lento, nos permitían salir de la misma y llegar al pasillo, recuerdo que alguien me dijo: ahí afuera está tu hermana, salí y sí, ahí estaba ella. Como entró a la agencia es un misterio que hasta la fecha sigue sin tener explicación, ya que la agencia estaba rodeada por granaderos.
Nos dieron comida, agua y cigarros y en un momento nos llamaron a salir de la crujía en grupos de 5. En nuestra mente de adolescentes creíamos que por fin se nos pondría en libertad, pues hasta ese momento no sabíamos los cargos que se nos imputaban, pero la realidad fue otra, íbamos escoltados por granaderos y policías a un camión de granaderos y de pronto de la nada salieron más compañeros integrantes de CGH quienes gritaban y preguntaban, a dónde nos trasladarían.
No recibieron más respuesta que golpes empujones, gritos, insultos y que les aventaran patrullas, mientras nos subían y acomodaron al camión de granaderos, nos veían con burla e prepotencia, mientras nos trataban como criminales.
Salimos con destino desconocido, en un operativo mucho más amplio que un traslado del delicuente de moda en ese momento Daniel Arizmendi (el mocha orejas) yo pude ver un helicóptero, varias patrullas motocicletas y camionetas al rededor del camión, cuando reaccione íbamos sobre avenida de la Reforma en dirección a las oficinas de la PGR en la calle de Jaime Nuno en la colonia Morelos.
Salimos con destino desconocido, en un operativo mucho más amplio que un traslado del delicuente de moda en ese momento Daniel Arizmendi (el mocha orejas) yo pude ver un helicóptero, varias patrullas motocicletas y camionetas al rededor del camión, cuando reaccione íbamos sobre avenida de la Reforma en dirección a las oficinas de la PGR en la calle de Jaime Nuno en la colonia Morelos.
En el estacionamiento del sótano de estas oficinas, los agentes de la entonces policía federal judicial nos formaron en dos filas, con las manos en la nuca, en mi cabeza rodaron varios futuros posibles y en todos sabía que no iba a volver a ver a mi familia, total dentro de ese estacionamiento quién se iba a enterar si algo nos pasaba (cómo es posible que un niño de familia de 17 años pueda enfrentar una situacion similar, si su mayor falta era lucha en la escuela). Los agentes pasaban y nos decían que si queríamos seguir pensando en hacer la revolución, mientras se burlaban.
Un agente presumía haber estudiado en la Prepa Popular Tacuba, gritaba: levante la mano quién sea de la Popular Tacuba, lo voy a dejar libre. Temerosos, pero conscientes de que era mentira, sabíamos qué podría ocurrir a quien levantará la mano, tenía en mis pensamientos Acteal, Aguas Blancas, el 71 y el 68.
Fue en ese momento que salió otro agente y dió la orden de que nos dejaran en paz, que no sabían lo que pasaría en esa oficina si algo nos llegaba a ocurrir, pues afuera estaba lleno de gente del CGH y padres de familia. Entonces nos dieron de cenar y fue la primera vez que supimos que era lo que nos adjudicaban: delitos como daños en propiedad ajena, Robo a la Nación, Despojo, lesiones, motín y lo que resulte, pero en ese momento la PGR no nos podía procesar, debido a que la detención la hicieron policías locales y el daño a propiedad fue a un particular, no a la Federación. Así fuimos trasladados nuevamente a la agencia 17 del MP en la delegación Venustiano Carranza.
Al subir nuevamente al camión de granaderos fuimos empujados y jaloneados por los policías locales y los granaderos, no sé si por los nervios o el temor ya que veiamos muchos compañeros y padres de familia, escuchábamos las consignas no nos sentíamos solos, el temor y la incertidumbre vivida todo ese día acababa, al ver la solidaridad y el compañerismo de nuestro movimiento.
Cada vez que nos separaban los policías o nos subían al camión nos contábamos, adoptando cada quien un número, está práctica generó confusión, ya que afuera preguntaban cuántos éramos y nosotros al momento de contarnos adoptamos el número uno gritándolo a la vez, mientras los compañeros pensaban que gritabamos que faltaba uno. Un policía muy nervioso nos dijo cuéntense otra vez por favor, la prepotencia y la burla que habíamos visto en sus rostros ahora cambiaba por miedo y preocupación, ahora las cosas eran distintas, volvimos a contarnos y volvió a ocurrir los mismo, los compañeros afuera sé radicalización, recuerdo haber visto cómo la reja que protegía la ventana era desprendida por los compañeros de afuera. El mismo policía que nos había pedido que nos contaramos, nos lo solicitó nuevamente, pero ahora su voz reflejaba más preocupación. Nos dió la indicación de quién iniciará el conteo para no generar la confusión, terminamos el conteo que llegó a 26, estábamos completos y el trayecto de regreso a la Venustiano Carranza fue con más seguridad.
Ahora, a lo lejos, detrás de la escolta oficial se veían carros sin las torretas encendidas, quizá eran nuestros compañeros, pensé con la ilusión de que la pesadilla iba a terminar.
Llegamos a nuestro destino, cuando nos bajaron y nos condujeron alas crujías todo era distinto nos separaron en cuatro grupos: mujeres menores de edad, hombres menores de edad, mujeres mayores de edad y hombres mayores de edad. El privilegio que teníamos de salir al pasillo y tener la puerta abierta se había terminado, sólo escuchábamos a gran parte de la plenaria del Consejo General de Huelga, que sesionaba ese día y estaba ahí, en el MP, apoyándonos gritando que nos iban a sacar. Fueron largas horas hasta que me llamó el policía e íbamos saliendo en grupos cuando al salir del pasillo y ver la barandilla llena de compañeros, sus rostros y el apoyo, una multitud donde destacaban los rostros de mi hermana, mi madre y mi padre. Qué gusto verlos luego pensar que jamás los volvería a ver. Me abrazaron y me preguntaron si estaba bien, les dije que sí, que sólo tenía un golpe en el costado que me dolía mucho, pero todo bien.
Esperé a que mis papeles fueran firmados, me dijeron los agentes que podía salir que era libre, les respondí yo no soy libre hasta que el último de mis compañeros salga y me invitaron nuevamente a salir de barandilla. Lo hice con la rebeldía, la irreverencia que me caracterizan hasta la fecha, me senté sobre la barandilla a esperar a que saliera el último de mis compañeros.
Hoy, a casi 20 años del movimiento estudiantil de la UNAM, he hecho un balance y sé que el 75% de mi percepción política y colectiva se lo debo a ese movimiento y en especial a ese día. Aprendí que si la causa es justa siempre habrá alguien luchando y caminando al lado.
En mi desempeño profesional he procurado que sea como lo aprendí en el CGH. Primero el de abajo, un equipo no tiene líderes, procurar con el trabajo, ayudar a la sociedad y si no es posible con el fruto del trabajo."
Víctor, miembro del Comité de Huelga del CGH de 99-00
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