Ningún presidente había tenido a más mujeres en su gabinete que AMLO, quien como jefe de gobierno integró un equipo con tantas mujeres como hombres.
El 31 de octubre de 1992 —359 años, 4 meses y 9 días después de que la Inquisición condenara injustamente a Galileo—, el papa Juan Pablo II pidió perdón al científico de Pisa.
Ello ocurrió después de muchos años de análisis de la comisión que Juan Pablo propuso en 1979, que empezó a trabajar en 1981 y que finalmente concluyó sus trabajos en 1992.
Más vale tarde que nunca, sí.
En 1633, la Inquisición obligó a Galileo a abjurar de su teoría, según la cual la Tierra se movía alrededor del Sol. El genio, para evitarse problemas verdaderamente serios, se retractó, esto es, negó el movimiento de nuestro planeta, pero, cuenta la leyenda, al terminar de desdecirse expresó: “eppur si muove”, y sin embargo se mueve.
Es difícil ir contra la opinión general.
Increíble que se haya acusado al presidente AMLO de ser antifeminista. Se le ha condenado simple y sencillamente porque no habla exactamente como algunas mujeres —muchas, tal vez millones— desean que lo haga. Pero, ¿es obligatorio hacerlo?
Que quede claro, se le ha juzgado y condenado nada más porque se expresa acerca de un problema —el de la violencia de género— en los términos que según su lógica de gobierno son los más adecuados.
Toda su vida Andrés Manuel ha luchado contra el maltrato a las mujeres.
Ningún presidente de México había tenido a más mujeres en su gabinete que López Obrador —por cierto, cuando fue jefe de gobierno en el entonces Distrito Federal integró un equipo de trabajo con tantas mujeres como hombres.
El principal interés de AMLO es sacar a las personas pobres —demasiados millones en México— de la situación en que se encuentran; en el grupo a rescatar, desde luego, hay mujeres y hombres; es lo único que dice el presidente, y se le golpea por ello.
Le interesa a Andrés Manuel acabar con la violencia, causada en el sexenio de Calderón, que ha enlutado a México; con toda la violencia, la de género incluida.
No ha negado el presidente López Obrador que la lucha contra el feminicidio exige medidas especiales de parte de la fiscalía.
Pero, porque toca otros temas cuando se discute lo anterior, se le ha linchado en los espacios mediáticos y en las redes sociales.
Se intensificó esa lapidación porque Andrés tuvo la idea, probablemente de mal gusto, de anunciar que la venta de los cachitos de la rifa del avión presidencial empezará el 9 de marzo, día del paro nacional de mujeres, que todo México apoya.
No entiendo cuál es el pecado de que trabajen los billeteros de la Lotería Nacional, solo los hombres, para estar claros: las mujeres que se dedican a ese oficio no lo harán el próximo lunes.
¿No quedamos en que el 9 de marzo las mujeres no realizarán ninguna actividad y que nosotros, los hombres, todos, incluidos los billeteros, tendremos que esforzarnos para sacar adelante los trabajos que, sin ellas, batallaremos excesivamente para poderlos realizar, si acaso logramos hacerlo?
Por lo visto, sobran personas, hombres y mujeres, que solo quedarán satisfechas si AMLO se retracta, esto es, si pasa el inicio de la venta de cachitos de Lotería para el martes 10.
Quizá el presidente López Obrador tendría que hacerlo ruidosamente arrepentido, para evitarse más conflictos mediáticos y dejar de sufrir campañas en Twitter.
Lo que sea, ya dará Andrés Manuel pruebas más contundentes de su feminismo. Porque no le va a bastar con ser el gobernante con más mujeres en su gabinete: hará todo lo que pueda para que en 2021 y 2022 haya en México muchas más gobernadoras, y en 2024 una presidenta, de preferencia una mujer convencida de continuar el proyecto de transformación iniciado por el dirigente tabasqueño.
Esa presidenta seguramente recordará estos tiempos de incomprensión y quizá se atreverá a decir que se trató muy injustamente al presidente que más ha hecho por llevar a las mujeres al poder. Sería lo correcto.
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