¿De qué tamaño será la crisis?
David Penchyna Grub
L
a pandemia de coronavirus nos ha llevado a tierra desconocida. Estamos acostumbrados a asociar la devastación económica, a la guerra, no al silencioso, microscópico, avance de un virus por todo el mundo. En ese marco de incertidumbre –un término claramente corto e insuficiente para el tamaño del problema–, los gobiernos hacen lo que pueden con los elementos que tienen a cuenta. No hay hoja de ruta probada. Cada uno hace su apuesta y trata de salir lo mejor librado posible de la gran encrucijada de nuestro tiempo: ese equilibrio frágil entre salvar la vida de millones frenando la actividad económica y social; y al mismo tiempo tratar de garantizar el futuro inmediato de los mismos individuos, que éstos tengan un empleo al cual regresar, puedan seguir pagando una casa o cubriendo necesidades elementales. Salvar la vida o salvar el sustento, la salud o la economía, parece la dicotomía de este 2020.
Todo pronóstico económico es aventurado. La economía global no había puesto
freno de manojamás, en un marco de profunda vinculación internacional y cadenas de suministro que no se sujetan a fronteras nacionales. Sin embargo, en medio del aislamiento y el distanciamiento social, vale preguntarse: ¿de qué tamaño será la crisis? Las instituciones financieras, calificadoras internacionales y bancos han hecho públicos sus pronósticos. De entre ellos, destaca el más reciente de Deloitte, porque en vez de jugársela con un número y poner ciertas condicionantes que podrían cambiarlo, lo que hacen es un ejercicio de prospectiva más interesante, con tres escenarios límite –uno medianamente positivo, uno grave y tendencial y uno más de horror. En el primer escenario (
rápida contención) la recesión global es de -3 por ciento del PIB, Estados Unidos cae hasta 5 por ciento y el repunte económico se da en el primer trimestre de 2021. En el segundo escenario (
año perdido), Estados Unidos cae hasta 8 por ciento, las medidas de contención del virus se prolongan hasta octubre, surgen nuevos brotes y la economía global cae -4.5 por ciento. En el tercer escenario (
economía de guerra) la recesión global es de -6 por ciento y Estados Unidos cae hasta 11 por ciento.
Para México del escenario menos adverso al más grave, los pronósticos de contracción del PIB van de -11 por ciento a -16 por ciento, con una recuperación que puede suceder –mejor escenario– en el primer trimestre de 2021 o en el peor de los casos, hasta inicios de 2022.
La prospectiva no sirve para adivinar el futuro, sino para evitar que éste nos sorprenda. El golpe del coronavirus no tiene precedente. Cuando se compara con el crack de 1929, se pasa por alto que en ese entonces el país era eminentemente rural, se recuperaba de la década perdida, que en términos económicos significó la Revolución, y nuestra economía no dependía de la interacción comercial con Estados Unidos ni del petróleo. La comparación es ociosa. No ha habido un golpe más fuerte a la economía de México que el que ha propinado el frenón global ocasionado por el virus.
En esa realidad compleja, lo que sigue es tratar de entender la
nueva normalidadeconómica. Hay industrias que tenderán a achicarse y otras que crecerán vertiginosamente. Pierde la industria de servicios, el turismo, el transporte aéreo, los deportes, todo lo que implique una gran concentración de personas; gana la economía digital, el entretenimiento en casa, las aplicaciones de paquetería y logística. Pierde la interacción humana, gana la industria que pueda adaptarse a una economía de mayor distanciamiento. Quien esté esperando que el día que el Covid-19 deje de infectar a las personas, se vuelquen multitudes a los aviones, a las plazas y a los restaurantes, se llevará una enorme decepción. Algo cambió, algo se rompió a partir de 2020. Nos acercaremos más a una economía distante y digital, que a lo que teníamos en 2019.
En México nuestro reto será aún más difícil: cómo impactará la crisis económica en el empleo, la desigualdad, la seguridad, la convivencia social. El tamaño de la crisis definirá el tiempo que llevará recuperarnos. De la profundidad del impacto depende la forma de nuestro futuro.
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