Ciudad perdida
Muy grave, el impacto de los recortes en la capital
Son programas sociales red de protección contra violencia
Miguel Ángel Velázquez
L
a Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realizó un estudio que deja constancia de que los recortes presupuestales, hijos del fracaso de las reformas que implementó el gobierno actual, provocarán que 800 mil campesinos más caigan en la pobreza; un análisis así debería lograrse en la Ciudad de México porque aquí, pese a todos los programas sociales establecidos y una posible buena administración, el impacto será, por el número de habitantes y por las características socioeconómicas de los habitantes de esta capital, muy grave.
A la Ciudad de México se le castiga con una reducción presupuestal que va más allá de los 8 mil millones de pesos. El Fondo de Capitalidad, que apenas se había logrado, desapareció del presupuesto, y los demás recortes al gasto gubernamental ponen en riesgo la precaria paz social que aún tiene la metrópoli, por lo que urgen acciones que impidan que la red de seguridad que se ha tejido en esta ciudad se rompa, con consecuencias impredecibles.
Creemos que nadie puede aspirar a que desde el gobierno federal se dé una respuesta a esta nueva crisis, tan o más peligrosa que las anteriores, pero sí hay quienes piensan que desde la administración de la capital se pueden hallar formas de hacer menos profunda la muy grave situación por la que atraviesa el país, mediante programas y proyectos que eviten profundizar el deterioro de todo el entorno citadino.
El secretario de Desarrollo Social, José Ramón Amieva, advierte de los peligros que representa el corte presupuestal, pero hace bien en anunciar –eso lo hará hoy en su informe ante la Asamblea Legislativa– que podrá pasar todo, pero los programas sociales no serán afectados. Es más, el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, lo hace patente: primero se retrasará la ampliación de la parte del segundo piso que llevará al nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, al que afectarán las quitas en el presupuesto, que menoscabar alguno de los programas sociales.
Y es que tanto Mancera como Amieva saben que la red de protección contra la violencia en la Ciudad de México se llama
programas socialesy que desamparar cualquiera de los segmentos de la población que hoy reciben el apoyo gubernamental significaría cercenar los hilos del paracaídas con el que se evita que las reducciones presupuestales afecten la precaria estabilidad social de esta capital.
Debe reconocerse que México pasa por un periodo en el que la crisis constante se ha profundizado, y con ello todos los peligros que entraña. La Ciudad de México no está exenta del golpe profundo que eso significa. Aquí fallarle a la gente no está en el horizonte de lo posible. Tampoco se debe olvidar que el buen gobierno no es nada más un catálogo de programas sociales que previenen desgracias; también es crear consciencia entre la población de lo que significa esa paz de la que hemos hablado y que debe cuidarse como el mejor tesoro de la administración actual.
De cualquier forma el gobierno federal se puede convertir en el causante de un caos social en la capital si no atiende y entiende que este es un lugar que ha resistido al interminable periodo de crisis que hoy amenaza como nunca a la Ciudad de México, pero que la desesperación se alimenta de los pedazos de la paciencia rota. Aguas.
De pasadita
El contralor de la ciudad, Eduardo Rovelo Pico, se efrentó hace un par de días a los diputados de la Asamblea Legislativa y de su boca no se supo porque él, por lo que se ve, tampoco tiene idea de qué es lo que pasa con muchas de las obras que tienen a la capital en calidad de urbe bombardeada, y no es que uno se oponga a que se tengan que realizar, sino a que muchas de ellas se efectúan en el mismo lugar en el que se terminaron hace apenas unos meses. En las colonias Roma y Condesa, las obras que se terminaron en julio o junio hoy están abiertas otra vez, y se hacen los mismos trabajos. En División del Norte pasa lo mismo, y en muchas calles de la ciudad el fenómeno se repite. El resultado de la visita a la casona de Donceles de este funcionario fue un desastre, y peor porque, pocas horas antes de que llegara, el secretario de Finanzas, Édgar Amador, explicó la situación de la ciudad, y fue reconocido, para bien, por los diputados.
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