El PES y el “Peje”
Indiscutible, López Obrador es siempre polémico. Se le critica y/o se le ataca tanto por lo que hace como por lo que deja de hacer. Por lo que dice y no. Por no y por sí y hasta por el más o menos. En este contexto entran las perspectivas interpretativas sobre su alianza con el Partido Encuentro Social (PES).
¿Cuántas veces no se le criticó por no hacer alianzas formales o de facto en 2006 y 2012? ¿Cuánto no se ha dicho que por falta de acuerdos, aun en “lo oscurito”, no llegó a la presidencia entonces? ¿Cuántas veces no se le reprochó por haberse aliado al PRD parasitario controlado por los Chuchos? ¿Cuántas otras por apoyar candidatos a gubernaturas que resultaron fallidos; o a diputados o senadores “traidores”?
Ahora que el partido del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ha hecho alianza electoral con el PES, tanto críticos como militantes y simpatizantes del primero han tratado de exhibir una nueva contradicción de López Obrador, el conservadurismo intrínseco que según lo ligaría de fondo con este partido, la supuesta “doble moral”, etcétera. Como tuiteé hace días al estimado Julio Hernández López, es claro que independientemente del rigor ideológico como un ideal, a López Obrador lo van a criticar/atacar de todas maneras, pero nos guste o no y mientras no aparezca, estoy convencido que por ahora no hay otra opción ante la decadencia actual del país.
Y en efecto, no sólo existe contradicción ideológica formal y real entre el PES y Morena, también entre las propias palabras de su candidato a la presidencia, López Obrador, que en el pasado reciente dijo tanto que la causa de su partido no trataba nada más de “llegar al poder por el poder” como que no se permitiría alianzas con partidos como el PES; de obvia tendencia conservadora.
Para no hacer tan complejo algo que es simple, esta alianza inédita no sólo trata del pragmatismo de que se ha acusado a López Obrador, ni de si su corazón late en consonancia con la ideología del PES. Hay que ir a lo esencial. Y esto es, que se está frente a una alianza meramente electoral. En ningún momento se ha hablado de acoplamiento programático, de imbricación de principios o de abandono o abrazamiento de ideologías. Lo más que ha hecho el candidato es llamar a un diálogo entre los partidos que integran su alianza; pero también ha llamado a simpatizantes de todos los partidos a votar por el cambio que Morena propone y él representa. En una elección en la que todos van contra López Obrador, el PES representaría 2 o 3 puntos (sumó 3 en la elección de Edomex), más otros 2 o 3 del PT. Eso explica todo. 4-6 puntos podrían resultar vitales para definir la elección, como han dicho analistas que ni siquiera son pro “Peje”; como le llaman.
¿Y cuál es el cambio propuesto por Morena y López Obrador? Son dos principales. 1. Combate radical a la corrupción. 2. Política social y económica que modifique el estado de desigualdad, injusticia y violencia que se vive en el presente. ¿Va a cambiar Morena estos principios básicos de trabajo por su alianza con el PES o el PT? ¿Va a modificar su programa constitutivo? No parece, y así lo ha establecido López Obrador después de las críticas recibidas por su alianza reciente.
Estamos pues, insisto, frente a una alianza exclusivamente electoral. ¿Se justifica o no? ¿Hay declinación, contradicción, doble moral, ambición de “poder por el poder”? Las respuestas seguirán dependiendo de los mismos analistas de siempre, de sus perspectivas.
¿Son López Obrador y Morena de izquierda o no? De izquierda radical, por supuesto que no, pero ¿quién está proponiendo o demandando semejante radicalismo imposible en México? En algunos temas son más de izquierda que en otros. Por eso, en este punto prefiero la interpretación de Daniel Cosío Villegas: la izquierda es relativa, depende del tema, del contexto y las circunstancias. Y así resulta que la propuesta número uno de Morena, combate radical a la corrupción, en el imperio de la corrupción que es México, resulta no sólo de izquierda sino aun revolucionaria; como bromearon no sin verdad los integrantes de la mesa “La hora de opinar”, dirigida por Leo Zuckermann. En relación a la política social y económica, analícese el desempeño de López Obrador como jefe de gobierno en la Ciudad de México. En temas como el aborto y matrimonio entre homosexuales, donde se le acusa de conservador, en realidad parece ser un falso debate, pues existen ciertos derechos en los que no se dará marcha atrás porque se trata de logros impulsados por la izquierda electoral de la Ciudad de México, y en la medida que estos estén, como están, en la plataforma de Morena, el relativo conservadurismo de López Obrador no prevalece sino la realidad. En todo caso, existe un problema aún más grave que urge atender en México, la correlación entre el fenómeno del machismo y la brutalidad del femenicidio
Mauricio Merino ha escrito en El Universal un buen texto sobre “La muerte de las ideologías” en los partidos políticos mexicanos (18-12-17); propone que la identidad ideológica no existirá para el votante en la próxima elección. Que “nadie votará para defender la historia de una idea y su vigencia en el futuro sino para optar entre trayectorias personales”. Y creo que aquí se equivoca. Más que por personas, se votará por dos propuestas dominantes: 1. Continuar las cosas como están, que encarnan el PRI y el PAN (PRIAN), vayan juntos o separados. 2. El cambio que propone Morena.
Y es aquí donde el tema de la corrupción que escándalo tras escándalo envilece al país, toma importancia y va más allá de la ideología.
Empecé a colaborar en SDPnoticias en febrero de 2010 porque poco antes tuve comunicación con Federico Arreola. Cuando este medio llegó a publicarse en papel, citó en una de sus columnas un comentario mío que continúa más vigente que nunca: más que por una ideología, el país necesitaba votar por un proyecto de honestidad; que hoy significa combate radical a la corrupción ¿No es acaso lo que se necesita? Los demás temas se van abordando y acomodando a partir de una condición política óptima.
No hay que rasgarse las vestiduras ni ser oportunistas (o se corre el riesgo, como Jesusa, de llevarse entre las patas a la “Poni”). La izquierda contemporánea, que no es marxista-leninista, va por temas. Sobre todo, debe prevalecer la tolerancia. Porque de no ser así, tendríamos que “odiar” (como dicen los gringos y los periodistas mexicanos influenciables) todo lo que se opone a nosotros: los carnívoros a los vegetarianos, los homosexuales a los heterosexuales, los taurinos a los anti-taurinos, los ateos a los religiosos, los gordos a los flacos; las sillas a las mesas. Si somos radicales, tendríamos que cortar nuestras relaciones con amistades y familiares. Yo, como ateo ateísta, tendría que dejar de saludar a mi abuelita y a mis tías, que se persignan e inclinan ante la virgen del Carmen, la de Guadalupe, la del Rosario, San Pedro y San Pablo, la virgen de la Amargura y la de los Remedios o la de la Macarena, y no menos hacen ante el Santo Niño de Atocha; y tengo aun conocid@s que oran a Santa Tetta y San Simeón, El Loco...
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