Cobarde agresión a López Obrador
El pasado miércoles 23 de marzo, de gira por Tijuana, López Obrador fue cobardemente agredido, un sujeto se acercó y le escupió. Un acto miserable, pues es muy sencillo enfrentar a un líder opositor, ya que si López Obrador hubiese respondido malo, si la gente presente en el acto lo hubiese respondido al agresor, malo también, y si lo dejas pasar es igualmente malo.
Enfrentar al poder es diferente, en el menor de los casos te arriesgas a ser violentado físicamente, en el peor, a perder la libertad y hasta la vida.
La agresión a López Obrador es fomentada desde el poder. Es imposible demostrar que fue un enviado del gobierno, pero nadie podría negar que se fomentan este tipo de comportamientos hostiles hacia los opositores con las campañas permanentes de denuesto y de linchamiento mediático en su contra.
Es un hecho grave y muy peligroso, da el banderazo de salida para que la violencia contra opositores suba de tono a partir de este momento. La represión es el arma usada por el gobierno para mantener al pueblo sojuzgado a lo largo y ancho del país. El número de presos políticos en el territorio nacional es grande aunque aún está por determinarse el número exacto de éstos.
El número de asesinatos y desapariciones políticas va en aumento. A pesar del terror impuesto la inconformidad crece y la respuesta sigue siendo de mayor represión.
A los hechos de violencia se suman legislaciones que legitiman la brutalidad del ejercicio de la fuerza pública y de la franca represión: Borge en Quintana Roo, Velasco en Chiapas, Duarte en Veracruz, Moreno Valle en Puebla y ahora Ávila en el Estado de México han impuesto legislaciones verdaderamente bestiales para acallar las manifestaciones populares.
Por su parte, el desgobierno federal no se conforma con apresar a líderes sociales, los envía a penales de alta seguridad como si se tratase de delincuentes de alta peligrosidad buscando con ello escarmentar e inhibir la protesta social.
Incluso gobiernos surgidos de la izquierda como el de Aureoles en Michoacán y el de Mancera en el Distrito Federal, tienen presos políticos.
Que el gobierno federal haya decidido ahora promover la agresión física del líder más importante que tiene la izquierda en este momento, es un paso sumamente grave en el camino de la represión por el que éste ha optado.
Tolerar un ataque de esta magnitud sería torpe, irresponsable y suicida. Una agresión a un personaje de esta relevancia anuncia actos de represión generalizada y desesperada.
El precio que pagaría el gobierno al imponer un régimen de fuerza sería altísimo, pero es probable que frente a su incapacidad haya decidido de manera definitiva tomar este camino.
Leí hace unos días un libro muy fuerte "El asesinato de Lumumba" de De Witte. En él, el autor demuestra de manera contundente que Bélgica, Estados Unidos y Gran Bretaña, con la colaboración de la ONU asesinaron al Primer Ministro del primer gobierno del Congo independiente: Patrice Lumumba.
No se conformaron con asesinarlo, lo hicieron de manera brutal y con previa tortura. Uno pensaría que un crimen así habría generado la rebelión del pueblo congolés. No fue así, mantuvieron un régimen neocolonial, de fuerza y de terror, que mantuvo el saqueo del Congo, sometió al pueblo a la pobreza y a la represión. Al día de hoy, el crimen de Lumumba sigue impune. Peor aún, se han mantenido versiones que justifican tan cobarde y vil magnicidio ¡Acusando a Lumumba de ser el responsable de su asesinato!
Así las cosas, debemos condenar enérgicamente la agresión aquí citada. Debemos detener y erradicar de raíz toda tentación y política represiva del gobierno. Pero no basta con ello, debemos impulsar una rebelión no violenta que barra con el actual régimen político, económico y social, para abrir el camino de una profunda transformación en beneficio de nuestro pueblo.
Vientos de violencia y represión soplan en nuestra patria, enfrentémoslos con firmeza y con determinación. Es ingenuo esperar hasta el 2018 para que Peña Nieto se vaya, o esperar que sigan arrebatando la libertad y la vida a luchadores sociales y a dirigentes políticos; debemos obligar a Peña a retirarse antes. Su salida no resolvería los problemas de fondo, pero es un paso necesario para iniciar el profundo proceso de cambios para recuperar nuestra independencia y soberanía nacional
"El pueblo tiene derecho a vivir y ser feliz"
Gerardo Fernández Noroña
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