jueves, 3 de marzo de 2016

  
 
Donald Trump
Donald Trump
Foto propiedad de: Internet
Vámonos entendiendo: Donald Trump es un pendejo.
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Es, además, un racista, neonazi, intolerante, un bufón mediático, un pobre tipo que no ve más allá de sus narices, un loco.
Pero sobre todo, no es nadie –aún- para que desde el gobierno de la república o desde la secretaría de Relaciones Exteriores de nuestro país se pongan a rezongar o a reclamarle por lo que dice.
Veo por todas partes que nos desgarramos las vestiduras porque nos dicen narcos, nacos, asesinos, drogadictos, corrientes y un largo etcétera.
A mí me vale. Botellita de jerez… dirían algunos.
Si a Donald no le importa la cantidad de dinero que dejan nuestros paisanos en su país y para él es más fácil echar pestes contra ellos es muy su asunto.
No creo que Peña Nieto ni nadie tenga que responderle a un payaso con millones; es más, creo que hacerlo es ponerse a su mismo nivel y darle más importancia de la que tiene.
“Hacerle caso a un pendejo es engrandecerlo”, dicen.
Y aclaro: ni soy peñista, ni estoy maiceada, ni soy malinchista. Simplemente creo que las cosas están bien como están y que de darse el caso que Donald gane las elecciones debido a que muchos gringos piensan como él  respecto a los mexicanos, otro gallo cantará.
Por ahora que Trump siga de fantoche y Peña Nieto calladito.
De otra forma se haría más grande un chisme de lavadero y terminaríamos como país envueltos en una dinámica bastante tonta en un momento en que México necesita concentrarse en asuntos internos que demandan más la atención que hacerle caso a un merolico que en su país sólo ha hecho seguir una estrategia publicitaria y política que al parecer, allá, ha rendido buenos frutos.
Pueden leerme también en www.miluchacontralausura.com

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