miércoles, 2 de marzo de 2016

Los políticos y la vela perpetua

@rasocasmié 02 mar 2016 10:43
  
 
Ignacio Solares y su novela "El jefe máximo"
Ignacio Solares y su novela "El jefe máximo"
Foto propiedad de: Internet

El domingo 21 de febrero cinco compañeros de mi Colonia nos fuimos al tianguis que se pone en Basilio Romo Anguiano  esquina con Roberto Gayol en la Col. Guadalupe Tepeyac, Delegación GAM, a repartir dos volantes. Uno exigiendo la cancelación del Reglamento de Tránsito y el otro sobre la Asamblea Constituyente. En ambos materiales denunciamos la grotesca intervención de MAM-EPN. Nos instalamos en la acera que está frente a la Iglesia de la Pasión y desde allí repartíamos nuestros papeles y hablábamos con la gente. Mientras las personas comían, compraban o entraban a misa, aprovechaba los minutos para releer el libro de Ignacio Solares “El Jefe Máximo”  .
Pues bien, en este libro se dice que el “Jefe” Plutarco Elías Calles en sus delirios espiritistas le daba por hablar con el Padre Agustín Pro sobre asuntos mundanos y religiosos. Naturalmente que este caudillo no se andaba con pequeñeces, le gustaba usar el poder a costa de lo que fuera. Tanto que justo por lo que este cura representaba y hacía, Calles lo mandó fusilar el 23 de noviembre de 1927. Don Plutarco era un político inteligente pero también un hombre de mano pesada, un asesino sin moral. A sus enemigos políticos los mandaba liquidar sin mayores miramientos. Mandó matar al Ing. Vilchis que había atentado contra Obregón, a León Toral, al padre Agustín Pro y al manco de Celaya, para ese entonces, presidente electo de México.
Según Ignacio Solares, en una de esas noches de ocultismo espiritista, participaban Gutierre Tibón, Miguel Alemán, Ramón Beteta, Ezequiel Padilla, Félix  Palavicini, Carlos María Heredia, José Juan Tablada y Jaime Torres Bodet. El tema eran los asuntos religiosos y su principal oponente el padre Agustín Pro. Discutían sobre el conflicto entre la iglesia y el Estado. Le sostenía al padrecito que ese  problema viene desde la época de la Edad Media y se da en todos los países que han intentado progresar “No sólo es la disputa entre el poder secular y el espiritual, entre la razón y la sinrazón. Es, a fin de cuentas, afirmaba el Gral, una manifestación más del encuentro eterno entre la luz y las tinieblas”.
Todo esto viene a cuento por el papelazo que hicieron los políticos mexicanos con la reciente visita del papa Bergoglio. En pleno siglo XXI vivimos las reminiscencias de esa vieja cultura clerical. Parte de ese comportamiento aún se expresa en la conducta de algunos miembros de la tercera edad, que los domingos van a misa a la Iglesia de la Pasión. A pesar de nuestro comportamiento civilizado y de que no estábamos hablando mal de la iglesia o de sus feligreses, estos devotos de Cristo nos veían como si enfrente tuvieran al mismísimo Satanás. Cuando leían los textos de nuestros volantes y les explicábamos el contenido de las políticas de Mancera y de Peña Nieto, varias señoras hacían la señal de la cruz como lo hacía doña Eme, aquel viejo personaje de La vela perpetua: “Ni lo mande el Señor que yo los apoye -nos dijo- ustedes parecen ser los enemigos de Dios”.
Oídas estas expresiones en las que evidentemente estaban presentes la ignorancia y el fanatismo clerical, que no religioso, me llevaron de inmediato a las palabras que yo había leído minutos antes de producido el encuentro con esta santa señora. Ignacio Solares puso al descubierto la actitud de este sector social aún existente, y por eso la historia contemporánea reproduce esa  tenebrosa reflexión. Plutarco Elías Calles no estaba equivocado. La parte clerical de la iglesia está siendo retroalimentada con todas las de la ley. Todo esto lo vimos con motivo de la reciente vista del papa Francisco.
Este fenómeno sociocultural ha estado presente en todas las épocas. De esto se han valido los gobiernos autoritarios y los dictadores para adormecer y mantener sometida a la sociedad. En estos regímenes, mezclar la política con las cuestiones religiosas siempre ha sido una forma de acrecentar el control y el poder de estas instituciones. Ambas se autoprotegen y se autorregulan para hacer de la política y de la fe, dos instrumentos que siempre juegan al lado del poder.
¡Tenemos que remontar estos hechos! Estamos obligados a sembrar una cultura donde prevalezcan los valores éticos, morales y auténticamente humanos. Si El Jefe Máximo, creador del PRI de antes y de hoy, demeritó la política afirmando que ésta ha sido siempre una “cloaca” nosotros, los de Rumbo Proletario y la inteligencia que anda por allí, tenemos que demostrar que esta actividad es un ejercicio ciudadano lleno de dignidad cuando se pone al servicio del pueblo. El proyecto partidista por el que trabajamos, será un instrumento del ciudadano. Prohijará la cultura popular, desarrollará una forma distinta de relacionarse con la gente y acabará con la inequidad, la corrupción y la injusticia que hoy padece nuestro pueblo. Los mafiosos, los autoritarios y todos los entes a su servicio, no serán lo suficientemente fuertes ni poderosos para impedir la recuperación del país. ¡Para decirlo con claridad! Pronto millones de personas estaremos en todas partes exigiendo derechos y trabajando con todas las resistencias populares para derrocar a los parásitos que gobiernan el país. 

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