Peña Nieto y las interrogantes sobre su salud
Peña Nieto y las interrogantes sobre su salud
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La salud física y mental es un requisito para el ejercicio del poder público en una sociedad democrática. En Proceso ya me he referido a casos de afectación a la salud física de distintos personajes, pero no había tenido la oportunidad de aludir a la mental. Ésta es más compleja, sus problemas no son tan fáciles de diagnosticar y en México persisten tabúes para hablar del tema. Peor todavía, de manera irresponsable se ha estigmatizado al paciente con transtornos mentales por una falta de comprensión del asunto.
No hay duda de que la salud mental debe desintoxicarse del lenguaje y del imaginario colectivo. El problema surge cuando un gobernante tiene un transtorno de esta naturaleza, habida cuenta que su voluntad influye en la sociedad para bien o para mal.
Hoy para nadie es un secreto que el presidente Enrique Peña Nieto tiene un presumible déficit cognitivo y su administración ha sido gravemente desafortunada, ¿Por qué pasa esto? ¿Qué puede haber detrás de un yerro crónico del ejercicio del poder público en un personaje que había transitado por la vida pública sin mayores señalamientos sobre su estado de salud mental?
Existen indicios razonables de que el mandatario tiene transtornos mentales que podrían explicar lo que sucede con su gobierno. Existen, en efecto, algunos elementos que podrían arrojar que el presidente de la República puede padecer de esquizofrenia paranoide. Ésta es un subtipo de la esquizofrenia que han identificado el ICD-10 (la clasificación internacional de las enfermedades de la Organización Mundial de la Salud) y, de manera más genérica, el DSM-5 (el manual de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría), que coinciden en definir a esta enfermedad como una alteración del sistema nervioso central. Se caracteriza por distorsiones fundamentales de la percepción, el pensamiento y las emociones.
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