jueves, 23 de noviembre de 2017

Ciudad Perdida
La chamaqueada azul
El intríngulis electoral
Un sueño privatizador
Miguel Ángel Velázquez
P
arece que es un asunto consumado: el PAN elegirá a su candidato a la Presidencia de la República según sus estatutos, es decir, en votación entre sus militantes, y no se someterá a una consulta abierta a la población, como propuso Miguel Ángel Mancera.
Todo parece indicar que al jefe de Gobierno, y a sus brillantes asesores, se los chamaquearon los azules con un anzuelo que parecía creíble, pero que, llegada la hora, se convirtió sólo en eso, en un engaño que trae muy molesto a Mancera, que presiona y presiona con declaraciones amenazantes desde el principio de la semana, cuando menos, pero que no hacen mella en el casco de Ricardo Anaya, que se pasó de la raya.
Resulta que los estatutos del PAN hablan de tres formas de elegir a un candidato a un puesto de elección popular: se habla del método mayor, el que logra la candidatura por medio del voto de sus militantes, únicamente. La segunda forma es la designación, que ocurre cuando se le solicita a la Comisión Permanente Nacional. Y la tercera –la que se uso de carnada–, advierte que en caso de coalición electoral, los candidatos se elegirán mediante el método que se registre ante la autoridad en el convenio de coalición respectivo.
La posibilidad de lograr esa forma se la vendieron a Mancera, al PRD y a Movimiento Ciudadano, que al hacer sus cuentas observaron que la coalición era la salida a una realidad desastrosa que los podía llevar a perder todo en la elección. Además, en los momentos en los que se cocinó la alianza, las condiciones eran totalmente diferentes.
En aquellos tiempos el PAN, completo, pretendía sumar una fuerza electoral numéricamente superior a la del PRD o a la de MC, y con ese argumento reclamaba que ellos, los azules, impusieran al candidato a la Presidencia, y en un gesto de reconocimiento al peso del perredismo en la Ciudad de México, aceptarían acompañar a Alejandra Barrales en la candidatura a la jefatura de Gobierno. Era tan obvio el acuerdo que rápidamente se convirtió en la verdad de la alianza.
El castillo de naipes se fue a tierra muy pronto. La esposa de Felipe Calderón y sus huestes –las de Felipe– se fueron del partido y le causaron un daño en votos que ha ido aumentando conforme pasan los días, por lo que no se tiene un registro exacto del porcentaje de militantes y simpatizantes que huyeron del claustro azul, pero es un número importante.
Esa situación, como ya hemos dicho, abrió la posibilidad de que el primer acuerdo, el de Anaya como candidato, se fuera a pique. La fuerza electoral de unos y otros se equiparó, y entonces vino la propuesta justa de Mancera de ir a una elección abierta, que rechazó el Partido Acción Nacional.
El PRD ha cedido en casi todo, pues se sentía en desventaja, pero ahora las cosas han cambiado. Miguel Ángel Mancera puede ser el candidato de los amarillos, muy seguramente en unión con MC, y hasta Nueva Alianza podría colgarse de la candidatura.
Tal vez la necedad de Anaya le haga bien al país. Qué así sea.
De pasadita
Por fin el sueño dorado de Ramón Aguirre, el del agua de la Ciudad de México, se puede hacer realidad. Hoy se quiere poner a discusión en la Asamblea Legislativa, aún del DF, una ley que si bien no lleva a la privatización del Sistema de Aguas capitalino, sí le permite subrogar muchos de sus quehaceres, algo parecido a lo que sucedió en Coahuila, donde el cobro del servicio y la fijación de las tarifas están en manos privadas. Ese es el sueño de Aguirre. Lo malo es que va en contra de la gente que mañana estará lista a combatir ese sueño, que para la población es pesadilla.

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