Vargas Llosa, AMLO y Puigdemont
José M. Murià
D
espués de que fracasó su intento de ser presidente de Perú, el enorme ego de Vargas Llosa le impidió seguir siendo peruano, de manera que renunció a ello –como si se mentara la madre a sí mismo– para convertirse en un español de la peor ralea.
Obviamente pugnó en seguida para acabar de fundirse en la
flor y natade aquella sociedad que emergió de los malos manejos habidos durante la larga y nefasta dictadura del generalísimo Francisco Franco, avalado por todos, incluyendo a Vargas, como el
caudillo de España por la gracia de Dios.
Finalmente la vía matrimonial lo consagró como miembro de tal cofradía, que se suele reconocer como el
palco del Real Madrid, cuyo estadio, por cierto, conviene recordarlo, se hizo con mano de obra esclava sacada de las cárceles políticas.
A su servicio franco y abierto puso su pluma el ameritado escritor y continúa por el mismo camino de un modo cada vez más descarado.
Es así como arremete, en el momento que cree más oportuno, metiéndose donde nadie lo llama, aunque tal vez sus patrones inversores en México así se lo ordenen, en contra de quienes aquí no responde a los intereses de estos. El nacionalismo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) les preocupa, pues no es remota la posibilidad de que el Peje, de manera paulatina, los mande con todo y sus inversiones y pingües utilidades a chiflar a su Madre Patria.
De esta manera, ahora amenaza a los mexicanos que piensan votar por López Obrador con el petate del muerto de que nos llevará a la situación de Venezuela. No olvidemos que fueron los antecesores de Chávez quienes hicieron de Venezuela un país proclive a su actual situación. Maduro no es la causa, sino la consecuencia
Que quede claro que quien puede propiciar la venezuelización de México, con la que tanto nos quieren asustar, es precisamente gente como el C. Anaya, junto con la cuadrilla que lo acompaña.
Lo cierto es que son más de dos décadas de neoliberalismo descarnado lo que nos ha hecho perder la paz y puesto en verdadero peligro. No ha sido López Obrador el culpable, aunque supongamos que sea el staff de Meade el que pueda recuperar el orden.
Precisamente cuando se le oye hablar a Vargas de Cataluña es cuando uno confirma que el sujeto de marras confunde liberalismo con el fascismo creciente en la actualidad del gobierno de España, al que el ex peruano sirve con tanta abyección y hasta aplaude el uso de la violencia ante los argumentos y las acciones pacíficas.
Lo cierto es que sufre el pánico de que Cataluña se les vaya, como legítimo es el derecho de autodeterminación de los pueblos, y los del referido
palcopadezcan un gran revés económico.
Dice Vargas Llosa haber vivido algunos años en Barcelona y que ahora no la reconoce. Seguramente en el club Hípico, cuyo bar frecuentaba, no se podía percibir que ese pueblo anhela de manera creciente su libertad. Pero de haberse asomado a círculos menos pomadosos, dentro y fuera de la capital de Cataluña, a pesar de su egolátrica miopía, tal vez hubiera tenido una percepción menos desacertada y no, como la que ahora tiene, condicionada por su neofranquismo.
A Carles Puigdemont, presidente legítimo de Cataluña.
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