Ciudad perdida
2019: 40 por ciento menos manifestaciones
Miguel Ángel Velázquez
A
unque parezca todo lo contrario, esta ciudad, la Ciudad de México, que ha visto desfilar por su muy maltratado asfalto las protestas de todos –y por todo–, el año qué pasó, 2019, recibió en sus calles, según informes oficiales, 40 por ciento menos manifestaciones que el último año de gobierno del PRI.
Decíamos que esto no parece una verdad contundente porque ahora casi todos los medios están muy pendientes de lo que sucede en el espacio público y dan cuenta, sin condenar, de los pasos de quienes protestan.
Es más, a últimas fechas se han organizado manifestaciones contrarias al gobierno que parecerían contar con un eje que las organiza y las canaliza hacia el Zócalo. Muchas de esas protestas están plenamente justificadas y forman parte de los ajustes que el gobierno necesita practicar para corregir los vicios que ahora, o después, harían colapsar, por ejemplo, al sistema de salud.
Pero bueno, en 2019, de enero a junio, se registraron 118 marchas de protesta por diversos motivos; un año antes, 2018, fueron 294 en el mismo lapso; es decir, más de una marcha por día, en promedio. Sí, la ciudad es por tradición, además, el espacio de las protestas, y no todas pueden calificarse de pacíficas.
Habrá muchas cosas qué criticar al gobierno de la ciudad, pero es necesario hacer conciencia de que hasta ahora no se ha tenido que denunciar un hecho represivo, aunque hubo episodios en los que el ex jefe de la policía Jesús Orta ordenó
encapsulara algunos manifestantes sin que hubiera hechos que lamentar.
Los organismos internacionales y locales de protección a los derechos humanos deberían tener en cuenta estas dos partes de lo que ha sucedido en las calles de la ciudad. Primero, el menor número de protestas, que equivale, desde luego, a un descenso en los motivos que las provocan; y después, la actuación de los grupos policiacos que no han roto la barrera de los derechos humanos por más que las provocaciones se hayan multiplicado.
El 2020 tal vez nos cuente otra historia, cuando menos en lo que al número de manifestaciones presencie la ciudad; hoy, como dijimos arriba, hay una inconformidad manifiesta que este gobierno debe subsanar de inmediato, pero esperemos que en cuanto a reprimir a quienes ocupan la capital para obligar a que sus demandas se escuchen nada cambie y se siga respetando el derecho al reclamo. Eso no debe cambiar.
De pasadita
Hay muchas cosas difíciles de evitar, una de ellas es la llegada de los virus, de las enfermedades contagiosas a nuestra capital. Contra ese tipo de ataques a la salud no hay nada como prevenir.
Si bien es imposible evitar el mal, se debe hacer, entonces, el esfuerzo por hallar las formas de hacer menos letal el ataque; ahí es donde se deben redoblar esfuerzos.
La Ciudad de México, cosmopolita por excelencia, es más que vulnerable a las enfermedades globales. El arribo de personas de todo el mundo a los aeropuertos, los puntos de concentración de gente como el transporte colectivo, la hacen propensa a recibir el virus.
Por ello, las medidas preventivas se deben prodigar. Este es el momento para lanzar campañas, de obligar a prácticas sanitarias que puedan hacer menos fácil el contagio, de tomar decisiones que eviten males mayores. Construir el muro que evite, hasta donde sea posible, la ferocidad del mal –por ejemplo, el coronavirus– es una obligación que tiene bien clara el gobierno, pero ya hay que empezar, porque no sólo se globalizaron los productos, la muerte tampoco respeta fronteras.
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