La culpa del PRI… y el PAN
Pedro Salmerón Sanginés
H
ace 20 años, el 29 de febrero de 2000, defendí en mi Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM una tesis titulada La construcción del Partido de la Revolución (1928-1946), que me permitió obtener el grado de maestro en historia de México. El título partía de una hipótesis que no se sostuvo en la investigación: la idea de que el Partido Nacional Revolucionario-Partido de la Revolución Mexicana, Partido Revolucionario Institucional (PNR-PRM-PRI) eran la misma cosa con nombres distintos, y que las dos primeras etapas eran la de construcción (PNR) y consolidación (PRM) del partido de Estado.
Hallé que los cambios experimentados por el partido gobernante entre 1936-38 y 1945-47 no fueron de forma, sino de fondo e implicaron un recambio casi total de los cuadros dirigentes. En 1946, el PRI aparece como instrumento de control político y manipulación de masas al servicio del Estado y del presidente, quienes habían fijado, mediante alianzas explícitas, para quiénes gobernarían: en 1939, el candidato Manuel Ávila Camacho y su jefe de campaña, Miguel Alemán, llegaron a un acuerdo con el Grupo Monterrey (GM), cabeza económica e ideológica del empresariado mexicano. El GM venía de un largo conflicto con Lázaro Cárdenas, iniciado en 1935, cuando Vicente Lombardo Toledano apoyó el intento de creación de sindicatos de clase contra los sindicatos blancos, en las empresas de Eugenio Garza Sada. Durante nueve meses hubo tiroteos, cierres y maniobras por ambas partes. Cárdenas fue a Monterrey en febrero de 1936 y dictó su Discurso de 14 puntos, en que censuraba acremente al GM por oponerse, incluso con violencia, a la organización obrera y la aplicación de la legislación laboral. Finalmente, pese al apoyo masivo de los trabajadores, se impuso el GM.
Cuando en 1939 el GM se acercó a la candidatura opositora de Juan Andrew Almazán y a una organización entre cuyos fundadores había muchos personajes ligados al fascismo criollo (el Partido Acción Nacional), Alemán y Ávila Camacho fueron a Monterrey cuatro veces y en conversaciones secretas (entre ellas
una opulenta comida ofrecida por la Cervecería Cuauhtémoc) llegarían a un acuerdo no escrito, de que los empresarios no participarían directamente en la política, pero palomearían la política económica del gobierno, lo que hicieron hasta 1971. De acuerdo con Luis Javier Garrido, el gobierno sería el consejo de administración de la burguesía. Fue más evidente cuando Alemán incorporó, en 1946, a seis empresarios al gabinete federal, y se dedicó a destruir a los sindicatos de clase (el pacto entre el GM y el gobierno, en la nunca traducida y muy documentada tesis de Alexander M. Saragosa, en la Universidad de Texas, en Austin, The Monterrey Elite and the Mexican State, 1880-1940).
También en 1939, Ávila Camacho y Alemán llegaron a acuerdos con el gobierno de EU: en los archivos del State Departament, Stephen Niblo muestra que Ávila Camacho informó al gobierno de EU de su acuerdo con el GM, y que éste dejó de oponerse a su futura presidencia “sobre la base de que… en caso necesario, establecería un acuerdo militar y aceptaría un tratado comercial” (Niblo, México en los 40: Modernidad y corrupción, pp. 89 y 90).
El acuerdo se refrendó en encuentros secretos entre Miguel Alemán y el embajador de EU, en 1945, y se formalizó cuando México se sumó a la campaña anticomunista con que se inició la guerra fría (marcada por la visita del presidente Harry Truman, Míster Amigo, en 1947) y la firma del Protocolo de Río, que abrió la puerta a la creación de la Organización de Estados Americanos, la OEA, instrumento de la política exterior y el anticomunismo de Truman, el de las bombas atómicas (Manuel López Gallo, Economía y política en la historia de México, pp. 589-593).
Los principales beneficiarios del modelo antidemocrático y represivo que llamo régimen priísta (1946-88) fueron los empresarios y EU. Eso no cambió en el régimen neoliberal (1988-2018): al contrario, el PAN en el gobierno agudizó lo represivo, antidemocrático y entreguista del PRI. De modo que sí, señores de PRI y PAN: les echamos la culpa de los atroces resultados que hoy seguimos viviendo, uno de los más candentes de los cuales son los feminicidios.
Pd: Porque nos urge como país poner alto a los feminicidios y a la discriminación. Es prioritario. Recordemos que las reivindicaciones feministas del siglo XX eran también, centralmente, reivindicaciones de clase. Hoy tenemos más cosas que aprender y mucha autocrítica que hacer, pero sin olvidar eso. Volvamos a leer a la primera ministra de un gobierno en el mundo, Alexandra Kollontai: Feminismo socialista y revolución y Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada.
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