México SA
Carlos Fernández-Vega
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■ Hartos del país real hay que mudarse al paraíso del discurso oficial
De cumplirse las expectativas que la propia Secretaría de Hacienda vislumbra para 2009, la primera mitad del calderonato sólo confirmaría la mediocridad de la economía mexicana, la cual, de plano, no despunta y, por si alguien tuviera dudas, el de la “continuidad” va que vuela para sumarse a la ya larga cadena de sexenios que ni fu ni fa.
La H. economía nacional “crece” la misma proporción en periodos de vendaval, que en tiempos de calma, alegría y paz (versión oficial). Genera igual número de empleos formales cuando los nubarrones están encima que cuando el sol brilla a plenitud (ídem). Los “programas de acción y fortalecimiento” son los mismos y se aplican indistintamente con marea alta o baja. El desarrollo, en cualquiera de los escenarios, brilla por su ausencia por “el entorno internacional” o por el “nacional”, y así por el estilo, como el paquete económico 2009 lo deja claramente asentado.
Ya no debería sorprender, porque independientemente del discurso de las “cifras históricas”, el “mayor gasto público” de los últimos 3 mil años, la “clara orientación social” de los dineros y etcétera, etcétera, quienes dicen dirigir y estimular al aparato económico nacional son exactamente los mismos (hoy de secretario, ayer de vicegobernador, antes director, coordinador, diputado o senador), al tiempo que utilizan el mismo manual, idénticos pretextos y reproducen el discurso que se escucha desde hace 26 años.
Que en 2008 la economía crecerá poco, porque el “entorno internacional” no ha sido favorable; que en 2009 crecerá poco, porque el “entorno internacional” será más favorable; que antes sucedió lo mismo, y que de aquí en adelante será igual. Ni con gato hidráulico sacan de la mediocridad al aparato económico nacional. Tal vez deberían poner los ojos en ejemplos más exitosos que el mexicano: podrían tomar un curso intensivo en Haití, para entender cómo una economía tan raquítica como la del país caribeño crece más que la mexicana. En vía de mientras, para 2009 la “continuidad” ofrece un “crecimiento” económico de 3 por ciento, el mismo resultado obtenido en 2007 y gloriosamente un poco superior al que se espera en 2008 (2.4 por ciento, que es la nueva versión, contra 2.8 por ciento a la que se aferraron a lo largo del año).
Lo verdaderamente envidiable de este clan –el que “dirige” y “estimula” la economía nacional– es su indoblegable optimismo y su eterna sonrisa, aunque no existan motivos para ello. Por ejemplo, los criterios generales de política económica 2009 subrayan que “durante 2008 la producción y el empleo en la economía mexicana han tenido un desempeño bueno dado el entorno internacional desfavorable… la actividad económica y el empleo formal del país siguieron creciendo, si bien a un ritmo más moderado que el observado en 2007”.
Felicidades, pero en ninguna parte del voluminoso (por número de hojas) paquete económico 2009 que el gobierno federal entregó ayer al Congreso, por medio del doctor catarrito, se menciona el creciente desempleo (4.15 por ciento de la población económicamente activa al cierre de julio) en el país, ni mucho menos que la supuesta generación de puestos de trabajo a lo largo del presente año ha sido ostentosamente insuficiente, ya no se diga para combatir el rezago sino para atender a los mexicanos que por primera vez se incorporan al mercado laboral.
Si en Los Pinos y sucursales creen que lo anterior es sinónimo de “desempeño bueno”, entonces no tienen remedio. Qué tiene de “bueno” que seis de cada diez mexicanos en edad y condición de trabajar topen con pared en su intento por colocarse en la economía formal. Si en la misma empresa consideran que la producción “sigue creciendo”, porque el sector industrial acumula un “avance” de 1.2 por ciento desde que Calderón se instaló en la residencia oficial, entonces, de plano, no tienen remedio.
Aún con el optimismo oficial y los mañosos promedios que utilizan en materia de empleo, nadie puede calificar de “buenos” los resultados: los llamados criterios subrayan que “durante enero-julio de 2008 los indicadores del desempleo mostraron un comportamiento similar al observado en el mismo periodo del año anterior. La tasa de desocupación se ubicó en 3.74 por ciento de la PEA, mientras en enero-julio de 2007 estuvo en 3.72 por ciento. Entre enero-julio de 2007 y 2008 el desempleo urbano se redujo de 4.81 a 4.7 por ciento de la PEA, mientras la tasa neta de participación económica aumentó de 58.6 a 58.8 por ciento”. ¿En serio un diferencial dos décimas de punto porcentual son para celebrar?
Ahora que si de celebrar se trata, encendamos luces de bengala para festejar la congruencia entre el discurso y la práctica calderonista. Apenas en junio pasado el inquilino de Los Pinos, micrófono en mano, anunció: “mi gobierno no tiene intenciones de quitar los subsidios al precio de la gasolina, ya que esta medida crearía un incremento a la inflación. Quisieran que subiéramos los precios de los combustibles de un día para otro, del que tienen ahora al precio que tienen en el mercado internacional. Sería simplemente insostenible… hay gente que no lo entiende o que exige que suban de golpe los precios, y no lo vamos a hacer porque queremos proteger a las familias más pobres”. Por esas fechas y en sintonía, el subsecretario de Hacienda, Alejandro Werner, afirmó: “por lo menos en lo que resta del año no se tienen intenciones de eliminar el subsidio a la gasolina. El tema de reducir gradualmente el subsidio a las gasolinas no está fundamentado por ninguna variable macroeconómica”.
Calderón no concluía su discurso, cuando arrancó la temporada de aumentos (retiro de subsidio, oficialmente) en los precios de los combustibles. Más de 18 incrementos se han registrado entre esa fecha y el lunes, lo que no quiere decir que sean los últimos. Y finalmente, si le encontraron “fundamento macroeconómico” (Werner dixit), porque Agustín Carstens ya lo dijo ayer: “continuarán los ajustes graduales (léase aumentos) a los precios de las gasolinas y el diesel; en 2009, el subsidio a las gasolinas se reducirá 43 por ciento”. Eso sí, el secretario de Hacienda garantiza que dichos precios “no serán excesivos para evitar una efecto indeseado entre la población”.
Las rebanadas del pastel
Pliego petitorio de la lectoría al inquilino de Los Pinos y socios que lo acompañan: “estamos hartos del país real; exigimos vivir en el paraíso descrito en el discurso oficial. ¿Cuándo nos mudamos?”
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