Pedro Miguel
El accidente aéreo en el que murieron Rafael Moreno Valle, Martha Éricka Alonso, Roberto Coppe Obregón, Marco Antonio Tavera y Héctor Baltazar Mendoza resultó ser la tabla de salvación de los náufragos de la política más desesperados: no se habían acabado de apagar las llamas del aparato siniestrado cuando una caterva de comentócratas, bots y odiadores de carne y hueso adelantaba ya una campaña para acusar al gobierno de AMLO de haber provocado la tragedia o, cuando menos, de polarizar a la sociedad.
Es execrable que el prianismo quiera colgarse de la muerte de dos de sus figuras destacadas e instrumentarla como ariete en contra de la Cuarta Transformación. Ello no sólo evidencia su bancarrota moral y política sino que exhibe la total carencia de un discurso opositor mínimamente articulado y coherente y, por extensión, la profundidad de la derrota que sufrió la clase política oligárquica hoy opositora el 1 de julio y de las que ha venido sufriendo día tras día desde entonces.
Lo que sabemos: se cayó el helicóptero que transportaba a la gobernadora, a su marido, coordinador de los panistas en el Senado, y a otras tres personas, y los especialistas de la Marina no encontraron en los restos de la nave ningún rastro de sustancias explosivas. La investigación correspondiente está en curso, se está haciendo en forma exhaustiva y transparente, se ha pedido la ayuda y supervisión de instancias internacionales y en esas circunstancias es sumamente irresponsable, además de vulgar, adelantar fantasías y especulaciones en la dirección que sea.
De algo tengo la convicción absoluta: nosotros, los militantes, cuadros y dirigentes de la Cuarta Transformación, no asesinamos a rivales políticos ni a nadie. Si establecemos como el arranque de nuestro empeño el proceso de desafuero contra AMLO, en 2005, resulta que llevamos más de 13 años en una lucha que ha sido en todo momento pacífica, legal y democrática; cuando ha habido muertos los hemos puesto los movimientos sociales y nosotros. Si los prianistas quieren acusar a alguien de asesino, que lo hagan con los gobernantes surgidos de sus filas: Salinas, por ejemplo (700 perredistas asesinados, además de los homicidios políticos de su fin de sexenio) o Zedillo (Aguas Blancas, Acteal, El Charco, etc.) o Vicente Fox (Lázaro Cárdenas, Atenco) o Calderón (más de 100 mil muertos por la política criminal de su sexenio) o Peña Nieto (Atenco, Tlatlaya, Iguala, Nochixtlán...)
De modo que las meras insinuaciones de que el gobierno federal pudo estar involucrado de alguna manera en el siniestro son ofensivas hasta para el sentido común y sintomáticas de un golpismo muy anticipado que trata de abrirse paso por caminos hediondos. Pienso que hoy más que nunca es necesario cerrar filas en torno al gobierno de López Obrador y defender en forma enérgica, civilizada y legal, la causa de la Cuarta Transformación.
Buenas madrugadas.
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