COLUMNAS
Chucho Ortega y Sanjuana, de sexo, prepucios y purgas…
Todos los que leímos “Consumidores de sexo comercial” e “Infierno en el Cadillac: sexo, poder y lágrimas”, columna y reportaje de investigación y denuncia de Sanjuana Martínez -publicados a finales de 2013 en la revista digital SinEmbargo-, nos imaginamos a Chucho Ortega en calidad de padrote en camisa rosa, sentado en la mesa de privilegio de un antro oneroso, wiski en las rocas en mano, esperando a que llegara a sentarse junto a él a la hembra en turno con quien iría a la cama esa noche. Imagen impensable hasta ese momento si se había percibido el perfil casi monacal, de monaguillo o cura de pueblo del político perredista. O quizá ahí estaba la clave, intuimos, en esa perversión oculta tras la envestidura santurrona que termina revelándose como un torcido personaje de El Decamerón, de Boccaccio, o de la actualidad cobijada por el vaticano o el arzobispado de México.
Los más machos pensamos, no sin envidia, que al fin y para sorpresa de todos, ese Chucho esmirriado y bigotón daba muestras de cierto vigor, de cierta libido más allá de la exhibida en la política trácala. Un Chucho mayor mostraba que no sólo eran muchos y duchos, también muy machos.
Pero todo terminó al parecer en falsa alarma; no existía tal gallardía. Porque Ortega no sólo negó los cargos, sino que fue a poner una queja contra la periodista referida y una jueza acaba de otorgarle la razón en calidad de daño ocasionado a su persona. Salida la nota en varios medios, cito a Julio Hernández:
“La juez Garibay Pérez sentenció en contra de la periodista al considerar que dos reportajes publicados por ésta en el portal dirigido por Jorge Zepeda Patterson habían causado ‘daño moral a Ortega Martínez, dañando su prestigio y su carrera menoscabando su seguridad e integridad física, afectando sus sentimientos. Afectos creencias, decoro, honor, reputación, vida privada y la consideración que los demás tienen de él al publicarlos sin ninguna base de veracidad’ (se ha respetado la deficiente redacción original, contenida en la ‘sentencia definitiva’, que corresponde al expediente 876/2014).”; La Jornada, 26-04-16.
Dentro de la resolución conmueve, sobre todo, eso que dice “afectando sus sentimientos. Afectos creencias, decoro, honor, reputación, vida privada y la consideración que los demás tienen de él”. Da la impresión que la jueza Garibay es pariente de Ortega, no porque haya resuelto en su favor (eso no sucedería en México, de ser el caso), sino por su capacidad para la comedia, como evidencian esas líneas y como se verá más adelante.
Si no el sexual, el honor y el decoro político de Ortega ya estaban arruinados desde hace tiempo. Y es que si algo es público y sabido por todos, es el desprestigio de este político de supuesta izquierda y la de su grupo llamado Los Chuchos (disfrutando las últimas mieles del “Pacto por México”, pero en franca decadencia), que desde que dieron la asonada en el PRD en complicidad con las instituciones electorales manipuladas por Felipe Calderón en agravio de Alejandro Encinas y de los electores de izquierda, llevaron a ese partido, que fue alguna vez una verdadera opción democrática, a la degradación y a la debacle en que ahora se encuentra.
Sanjuana Martínez ha anunciado una lucha épica en contra de Ortega: “La batalla acaba de empezar y es por todos”, pues considera -da pruebas y relata las inusuales peripecias del expediente del caso en “El honor de Jesús Ortega”; SinEmbargo, 25-04-16- que el fallo es equívoco y se requiere la reposición del proceso porque “No se me notificó en tiempo y forma, no se me permitió defenderme, ni tuve derecho a un debido proceso, mucho menos a un juicio justo.”. Porque en tanto que Ortega llevó a dos testigos en su favor, entre ellos a otro confiable Chucho, a Zambrano, ella ni por enterada se dio, no le llegó la notificación.
Decía que la jueza Garibay pareciera pariente de Ortega por su cualidad para el humor. Lo ejemplifica el hecho de que en su sentencia haya modificado la redacción de la palabras acusadoras del político citadas por la periodista; compárese: “La demandada me ha causado daño moral, dañando mi prestigio y mi carrera, menoscabando mi seguridad e integridad física, afectando en mis sentimientos, afectos, creencias, decoro, honor, reputación, vida privada, y la consideración que los demás tienen en mi persona…”.
Porque en cuestión de palabras, no cabe duda de que Jesús Ortega posee vis cómica; involuntaria, si se quiere. Aunque hacer reír al público también cuenta en el negocio delshow business politiquero; no importa si como protagonista o patiño. Dos ejemplos:
1. Brozo lo entrevista en 2006 cuando era el coordinador de campaña de López Obrador. Ante cierto enrarecimiento del clima político, Chucho dice enfático al comediante: “los cañones están apuntando al prepucio de López Obrador”; ante la obviedad del equívoco el payaso se carcajea y corrige, “occipucio”.
2. En un intercambio tuitero con quien esto escribe, al ser cuestionado sobre su chuchismo, Ortega trata de advertir contra un imaginario estalinismo y de la nada pregunta: “¿conoces o has oído de las purgas”? Contesto: “¿la de magnesia de Phillips o la de aceite de ricino?”.
A la colección cómica del político se agrega la noción de afectación de sus sentimientos (y sus “afectos creencias”, según redacción de la jueza Garibay) por el señalamiento –proveniente de una “víctima de explotación sexual” que lo identifica por su nombre y con detalles de su consumo pernicioso; según expedientes de la PGJDF que utilizó la periodista Martínez- de algunas “noche de putas” que nunca habrían tenido lugar sino en la extraña fantasía de una “sexoservidora” con el señor Ortega.
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