Dar la cara
Jorge Durand
D
ar la cara por México, es reconocer, encarar la realidad, lo que somos: un país de emigrantes. Desde hace más de un siglo los mexicanos, dejaban su hogar para ir a trabajar a lugares lejanos, fríos e inhóspitos. Desde hace un siglo transitan por nuestra nación migrantes de diferentes orígenes, que también se dirigen al norte.
Las caravanas de migrantes centroamericanos nos han puesto a prueba. Una oleada de solidaridad acompaña a los caminantes y una xenofobia soterrada aflora en las redes sociales. Pesa más la acogida y el apoyo fraterno, pero preocupa la espontaneidad, ligereza y agresividad de algunos comentarios.
José Alfredo S. reacciona de esta manera ante una declaración de las madres de migrantes desaparecidos:
Primero están los mexicanos, los migrantes que exijan en su país; por su parte Helen HB va mucho más allá:
Deberían ayudar mejor a tantos perros de la calle que son abandonados, pobres animales, ellos son más honestos y honrados que esa porquería de gente. Finalmente, interviene Akira A. y dice: “Que en el pueblo jamás dejemos de ayudarnos unos a otros… que México siempre sea un país de amor y calidez para los que entran”.
El tema migratorio estaba ausente de las redes sociales. Lo que ha cambiado es que los migrantes de la caravana ya no son clandestinos, ahora marchan juntos, demandan y exigen atención, no piden limosna, reclaman refugio, interpelan a los gobernantes, a la sociedad.
Las amenazas no les hacen mella. Lo dijo claramente una mujer hondureña que avanza en una de las caravanas, cuando le preguntaron sobre la
ayudaque Donald Trump les iba a cancelar a los países centroamericanos:
A nosotros no nos importa que deje de dar dinero a nuestro país, pues de cualquier forma no les llega a los pobres. Pero sí le pedimos a Trump que nos abra las puertas, que no nos detenga.
Le reclaman que abra la puerta para ir trabajar, pero la única forma de hacerlo es pedir refugio. Estados Unidos ha cancelado las vía legales de entrada, también las ilegales, al controlar la frontera y considerar como un acto criminal el cruce sin documentos. El único resquicio que queda es entrar por la puerta falsa, la migración en familia, la minoría de edad y ahora la migración en caravana. Los menores no pueden ser considerados criminales. Y los menores requieren de la compañía y atención de su padres.
La política de separación de familias migrantes de Trump tuvo finalmente que dar marcha atrás. Ni todo el poder y la arbitrariedad presidencial pudieron con las imágenes de niños y niñas llorando enjaulados, pidiendo a gritos reunirse con sus padres. El costo sicológico y familiar ha sido tremendo y muchas familias todavía están separadas.
Pero el costo político para Trump y los republicanos resultó menor. Al día siguiente pasaba al contrataque y se reunía con las familias que habían sido víctimas de delitos cometidos por migrantes. Familias desgarradas por una desgracia y al mismo tiempo manipuladas y exhibidas para justificar su política migratoria.
Las caravanas entraron de lleno en el ámbito de las elecciones intermedias de Estados Unidos. Se habló de una invasión, con la intención de generar miedo y conseguir votantes. Ahora la coyuntura es diferente, se trata de controlar o detener al flujo de migrantes que va a llegar en un par de semanas.
Sin embargo, antes de que llegue la caravana ya está en la frontera cientos, miles de solicitantes de refugio y de migrantes laborales que tratan de cruzar. La escena del puente en la frontera entre México y Guatemala se puede repetir en los puentes internacionales y las garitas. Esa estrategia conjunta, hasta el momento, les ha funcionado a los dirigentes de la caravana.
La manera en que Trump resuelva el dilema será televisada y viralizada. Y lo que ha dicho, de manera textual, en la proclama, es que se debe solicitar el refugio por las puertas de entrada autorizadas. La caravana llegará diezmada, muchos se han regresado, otros han solicitado refugio en México. Pero va a llegar, no hay duda.
Hasta el momento el gobierno mexicano ha solventado la crisis y se ha apoyado en las múltiples asociaciones, organizaciones y voluntariado en general. El pueblo de México ha dado la cara, ha mostrado un rostro solidario y el gobierno ha gestionado una política migratoria diferente, con una oferta clara de acceso al refugio y ha ofrecido condiciones mínimas de acogida y seguridad al éxodo centroamericano.
Le toca a Mr. Trump el manejo político de control del flujo migratorio y a las organizaciones de apoyo legal y solidario hacer su parte.
Las caravanas son la cara visible de una crisis profunda, pero sobre todo, de la incapacidad del imperio estadunidense y las instituciones regionales de mitigar la pobreza extrema, reducir y controlar la violencia generalizada y fortalecer las instituciones plagadas por la corrupción, la impunidad y el nepotismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario