Comparto mi artículo publicado en Unomasuno:
MADERO Y EL TRIUNFO ELECTORAL DE MORENA
Francisco Estrada Correa
Hoy, ante el formidable triunfo de Morena en las últimas elecciones es frecuente escuchar que no existe precedente parecido de un partido exitoso a ese punto a tan sólo 5 años de su creación. Cosas de la desmemoria histórica que nos aqueja, pero la verdad es que sí hubo ya un caso de un partido nuevo que ganó elecciones, y más rápido que Morena. Fue el que creó Francisco I. Madero, al triunfo de su revolución, el 9 de julio de 1911. Ese día, el caudillo triunfante lanzó la convocatoria para crear el Partido Constitucional Progresista, cuyo éxito político fue asombroso, aunque duró escasos dos años.
La asamblea constitutiva del nuevo partido tuvo lugar en el antiguo Teatro Hidalgo, ubicado en la actual calle de Regina, entre Isabel la Católica y 5 de Febrero, y en ella resultó designado presidente Juan Sánchez Azcona, secretario particular de Madero.
Es que el PCP obedeció en realidad a las intenciones políticas de Madero, quien al triunfo de la revolución a que convocó el 20 de noviembre de 1910, quiso crear, en palabras de Vicente Fuentes Díaz, “un organismo propio, constituido por personas a quienes él consideraba como las más indicadas para seguirlo en las nuevas condiciones”. Es decir, que buscó formar “un partido hasta cierto punto personalista que le permitiera conducir al país por el camino que él deseaba”.
De hecho, la asamblea a que convocó Madero fue dominada por figuras nuevas de la política de ese tiempo, entre ellos Gustavo A. Madero, José Vasconcelos, Luis Cabrera, Eduardo Hay y Roque González Garza, todos de su entera confianza. Ellos designaron por unanimidad a Madero candidato presidencial. Y poco después, en el mes de septiembre, en medio de una acalorada disputa interna, aprobaron también al señalado por Madero para que lo acompañara como compañero de fórmula, José María Pino Suárez, quien sería vicepresidente de la República, al ganar ambos las elecciones del 16 de octubre, pero con graves señalamientos de imposición por parte de los propios revolucionarios, precipitando su división. La que se agravó aún más cuando se conoció la composición del gabinete, polarizado entre la línea conservadora de su tío Ernesto, socio del ex ministro de Hacienda de la dictadura José Ives Limantour, y la radical de su hermano Gustavo, quien nunca vio con buenos ojos las implicaciones del Pacto de Ciudad Juárez que puso fin a la revolución, en realidad un pacto de no agresión que abrió las puertas a la presencia de porfiristas en el nuevo gobierno.
Es que Francisco planteaba una reconciliación nacional mientras sus partidarios lo que querían era un cambio radical. El problema fue que, cercado entre ambas posturas, el gobierno se paralizó.
Para 1912, el PCP lograría la mayoría en la XXVI Legislatura Federal y logró con sus candidatos la mayor parte de las gubernaturas, pero de nada le valió por su falta de cohesión y de estrategia sobre todo congruente con la política del presidente, al grado de que no hubo día del nuevo gobierno que los contrarrevolucionarios dejaran de conspirar.
El 23 de enero de 1913, muy debilitados y enfriadas sus relaciones con Madero, los líderes radicales del PCP le entregaron un documento conteniendo algunas recomendaciones, en un último intento por influir: “La Revolución va a su ruina –le dijeron- arrastrando al gobierno emanado de ella, sencillamente porque no ha gobernado con los revolucionarios” y lamentaban “las transacciones y complacencias con individuos del régimen derrocado”. El presidente recibió con molestia, por supuesto, las sugerencias de sus correligionarios, y se despidió de ellos acusándolos de no tener fe... lo que precipitó su aislamiento y hace aún más inminente el fatal desenlace.
Dos días antes, el 21 de enero, el propio Gustavo había reconocido ante la Cámara de Diputados que la grave crisis que se enfrentaba era “principalmente porque en los puestos públicos han quedado los porfiristas; no se ha tenido la suficiente energía para quitarlos de ahí, para que pudiera favorecerse a los que tienen afinidad de ideas”. La respuesta de Madero fue deshacerse de Gustavo.
La verdad es que de nada sirvió ninguna advertencia. En 1913 el gobierno estaba casi totalmente en manos de quienes se habían caracterizado por su sumisión y silencio frente a los crímenes de la dictadura pero no estaban dispuestos a mover un dedo para cambiar.
Sólo reacciona Madero cuando, ya preso de Victoriano Huerta, se entera del sacrificio de su hermano Gustavo, a punto él mismo de ser asesinado. A Manuel Márquez Sterling, el embajador de Cuba, le confiesa su error: “Ministro, si vuelvo a gobernar, me rodearé de hombres resueltos que no sean medias tintas… He cometido grandes errores. Pero… ya es tarde. Un presidente electo por 5 años, derrocado a los 15 meses sólo debe quejarse de sí mismo”.
En 1913, muertos Madero y Piño Suárez, y prófugos o en la cárcel sus principales líderes, el PCP se extinguió. Ni siquiera se le recuerda ahora.
Francisco J. Múgica dijo en la sesión del 20 de diciembre de 1916 del Congreso Constituyente sobre el fracaso del maderismo:
“Surgió prensa indigna, prensa infame en la época del Sr. Madero, ¿y por qué era? ¿Por la libertad del artículo 7º? No señores, el mal estaba en el gobierno mismo; por eso esa prensa pudo subsistir, porque la prensa que dirigieron en aquella época grandes personajes de la dictadura porfirista no representaba más que el interés de los individuos que estaban rodeando al señor Madero; y es preciso decirlo muy claro: el señor Madero consideró que no se podía prescindir de Limantour para el manejo de las finanzas y trajo a su más aprovechado discípulo, a Ernesto Madero. Consideró el Sr. Madero que los hijos del ejército libertador no podrían sostener un gobierno y dar garantías a la sociedad y disolvió el Ejército Libertador. Ese es el secreto de todo. El Sr. Madero consideró, desgraciadamente, que el pueblo no podía hacer uso del sufragio efectivo y de la no reelección, y el Sr. Madero, sugestionado por los que lo rodeaban, que no atendían más que a sus intereses personales, cometió el fraude electoral, no sólo cuando se eligió al Congreso Constitucional, sino también cuando trataron los estados darse representantes a su gusto, y por eso subsistió esa prensa y por eso esa prensa encontraba eco produciendo lenta, qué digo lenta, rápida y seguramente, el derrumbamiento del poder constitucional”.
Una lección histórica.
La asamblea constitutiva del nuevo partido tuvo lugar en el antiguo Teatro Hidalgo, ubicado en la actual calle de Regina, entre Isabel la Católica y 5 de Febrero, y en ella resultó designado presidente Juan Sánchez Azcona, secretario particular de Madero.
Es que el PCP obedeció en realidad a las intenciones políticas de Madero, quien al triunfo de la revolución a que convocó el 20 de noviembre de 1910, quiso crear, en palabras de Vicente Fuentes Díaz, “un organismo propio, constituido por personas a quienes él consideraba como las más indicadas para seguirlo en las nuevas condiciones”. Es decir, que buscó formar “un partido hasta cierto punto personalista que le permitiera conducir al país por el camino que él deseaba”.
De hecho, la asamblea a que convocó Madero fue dominada por figuras nuevas de la política de ese tiempo, entre ellos Gustavo A. Madero, José Vasconcelos, Luis Cabrera, Eduardo Hay y Roque González Garza, todos de su entera confianza. Ellos designaron por unanimidad a Madero candidato presidencial. Y poco después, en el mes de septiembre, en medio de una acalorada disputa interna, aprobaron también al señalado por Madero para que lo acompañara como compañero de fórmula, José María Pino Suárez, quien sería vicepresidente de la República, al ganar ambos las elecciones del 16 de octubre, pero con graves señalamientos de imposición por parte de los propios revolucionarios, precipitando su división. La que se agravó aún más cuando se conoció la composición del gabinete, polarizado entre la línea conservadora de su tío Ernesto, socio del ex ministro de Hacienda de la dictadura José Ives Limantour, y la radical de su hermano Gustavo, quien nunca vio con buenos ojos las implicaciones del Pacto de Ciudad Juárez que puso fin a la revolución, en realidad un pacto de no agresión que abrió las puertas a la presencia de porfiristas en el nuevo gobierno.
Es que Francisco planteaba una reconciliación nacional mientras sus partidarios lo que querían era un cambio radical. El problema fue que, cercado entre ambas posturas, el gobierno se paralizó.
Para 1912, el PCP lograría la mayoría en la XXVI Legislatura Federal y logró con sus candidatos la mayor parte de las gubernaturas, pero de nada le valió por su falta de cohesión y de estrategia sobre todo congruente con la política del presidente, al grado de que no hubo día del nuevo gobierno que los contrarrevolucionarios dejaran de conspirar.
El 23 de enero de 1913, muy debilitados y enfriadas sus relaciones con Madero, los líderes radicales del PCP le entregaron un documento conteniendo algunas recomendaciones, en un último intento por influir: “La Revolución va a su ruina –le dijeron- arrastrando al gobierno emanado de ella, sencillamente porque no ha gobernado con los revolucionarios” y lamentaban “las transacciones y complacencias con individuos del régimen derrocado”. El presidente recibió con molestia, por supuesto, las sugerencias de sus correligionarios, y se despidió de ellos acusándolos de no tener fe... lo que precipitó su aislamiento y hace aún más inminente el fatal desenlace.
Dos días antes, el 21 de enero, el propio Gustavo había reconocido ante la Cámara de Diputados que la grave crisis que se enfrentaba era “principalmente porque en los puestos públicos han quedado los porfiristas; no se ha tenido la suficiente energía para quitarlos de ahí, para que pudiera favorecerse a los que tienen afinidad de ideas”. La respuesta de Madero fue deshacerse de Gustavo.
La verdad es que de nada sirvió ninguna advertencia. En 1913 el gobierno estaba casi totalmente en manos de quienes se habían caracterizado por su sumisión y silencio frente a los crímenes de la dictadura pero no estaban dispuestos a mover un dedo para cambiar.
Sólo reacciona Madero cuando, ya preso de Victoriano Huerta, se entera del sacrificio de su hermano Gustavo, a punto él mismo de ser asesinado. A Manuel Márquez Sterling, el embajador de Cuba, le confiesa su error: “Ministro, si vuelvo a gobernar, me rodearé de hombres resueltos que no sean medias tintas… He cometido grandes errores. Pero… ya es tarde. Un presidente electo por 5 años, derrocado a los 15 meses sólo debe quejarse de sí mismo”.
En 1913, muertos Madero y Piño Suárez, y prófugos o en la cárcel sus principales líderes, el PCP se extinguió. Ni siquiera se le recuerda ahora.
Francisco J. Múgica dijo en la sesión del 20 de diciembre de 1916 del Congreso Constituyente sobre el fracaso del maderismo:
“Surgió prensa indigna, prensa infame en la época del Sr. Madero, ¿y por qué era? ¿Por la libertad del artículo 7º? No señores, el mal estaba en el gobierno mismo; por eso esa prensa pudo subsistir, porque la prensa que dirigieron en aquella época grandes personajes de la dictadura porfirista no representaba más que el interés de los individuos que estaban rodeando al señor Madero; y es preciso decirlo muy claro: el señor Madero consideró que no se podía prescindir de Limantour para el manejo de las finanzas y trajo a su más aprovechado discípulo, a Ernesto Madero. Consideró el Sr. Madero que los hijos del ejército libertador no podrían sostener un gobierno y dar garantías a la sociedad y disolvió el Ejército Libertador. Ese es el secreto de todo. El Sr. Madero consideró, desgraciadamente, que el pueblo no podía hacer uso del sufragio efectivo y de la no reelección, y el Sr. Madero, sugestionado por los que lo rodeaban, que no atendían más que a sus intereses personales, cometió el fraude electoral, no sólo cuando se eligió al Congreso Constitucional, sino también cuando trataron los estados darse representantes a su gusto, y por eso subsistió esa prensa y por eso esa prensa encontraba eco produciendo lenta, qué digo lenta, rápida y seguramente, el derrumbamiento del poder constitucional”.
Una lección histórica.
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