Arrodillarse ante el pueblo, materializó el sueño. Radiografía del país, dio tunda a Peña
JANE DE LA SELVAdom 02 dic 2018 17:08

Un presidente de México que se arrodilla espontáneamente emocionado, como siempre lo ha dicho “sólo ante el pueblo…”
Foto propiedad de: Internet
Se abre el portón de la privada donde vive AMLO en Tlalpan atiborrado afuera de periodistas y simpatizantes que lo esperan que lo reciben con exclamaciones de emoción, él saluda y agradece a través de los cristales de su recién lavado jetta blanco que brilla como portando una luz compartida. Abre el tabasqueño la ventanilla al circular por la calzada para intercambiar con ciclista que se acerca entre las motos que lo flanquean para pedirle que no nos falle y continúa saludando a la gente por el camino, conducido por su chofer personal hasta San Lázaro, para tomar protesta como presidente constitucional de la república mexicana frente a representantes del pueblo e invitados.
Paralelamente en contraste, sale de su casa de Lomas de Chapultepec Peña Nieto, como en estampa de despedida del poder caído, en su costosa camioneta negra azabache típica de los llamados guaruras que quedarán como parte de la historia de abusos, corrupción y tráfico de influencias que proliferó en el período neoliberal. Cómo olvidar aquellas hileras prepotentes de flamantes transportes obscuros con guardias armados al volante; vidrios ahumados que impedían saber quién o quiénes iban dentro de aquellos convoyes que cerraban calles, avenidas o bares a su antojo. Una etapa que termina, de excesos y de narco política.
Pero el clímax del día de inicio de mandato, que ocasionó a los ojos aguarse de emoción fue sin duda el presenciar la investidura indígena del otorgamiento del bastón de mando protector a AMLO. Esto fue lo realmente excepcional nunca presenciado antes, porque lo demás sucedido hasta ese momento siendo protocolario, se vio opacado por esta amorosa necesaria ceremonia de reivindicación. Un presidente de México que se arrodilla espontáneamente emocionado, como siempre lo ha dicho “sólo ante el pueblo…”, ésta vez, desarmado ante la plegaria dolosa de nuestros hermanos olvidados, que a la mayoría de los mexicanos –hasta a los opositores-- nos hizo brotar lágrimas. Compartir con cariño genuino los rituales de los pueblos originarios que dieron vida a nuestra gran nación, fue una bella experiencia vivida, un reconocimiento seguido de inmediata acción que quedará marcado en la Historia de México. Alertas estamos al nuevo gobierno pues será en efecto de rápida acción.
El discurso para dar bienvenida a la cuarta transformación frente al congreso e invitados luego de la colocación de la banda presidencial, empezó con una penosa como necesaria radiografía pública del régimen corrupto ahondando en descripción detallada de cómo fue que estos gobiernos neoliberales produjeron mucho más pobres en México. Siguió el presidente exponiendo el trabajo planeado para lograr las nuevas metas. Pero sentí que AMLO deseaba desenmascarar a los gobiernos anteriores públicamente, dada la desinformación tendenciosa en medios, para que no quedara duda en el entendimiento colectivo del violento y endeudadísimo Estado que entrega el régimen en específico el sexenio de Peña Nieto, una deuda pública de diez y medio billones de pesos. Con cada frase expresada incomodó AMLO al último presidente dedazo del régimen. Con el pregonar de cifras comprobando su fracaso, lo expuso. Presentes en la intención estuvieron sus compinches anteriores ante la misma exposición pública de la realidad ocasionada por las políticas tóxicas que nos fueron impuestas por décadas, que prometían y prometían cada sexenio las perlas de su virgen pero nunca cumplían. Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña, al descubierto ante inaceptables gobiernos montados cómodamente en el carrusel de la corrupción, la vulneración de nuestros valiosos recursos a manos de unos cuántos y sólo las migajas al pueblo. ¿La expresión de Peña Nieto al escuchar las verdades? Inquieto en la silla, desencajado, ya no sabía si era lo duro o lo tupido e ignoro si lo esperaba, pero le llovió encima una tunda, tuvo que pagar en representación de todos los pillos mencionados arriba, y apechugar sonriendo seguramente repitiéndose en su interior que el mañana llegaría enseguida, como ya llegó.

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