COLUMNAS
Sobre la revocación del mandato y la reelección
Un leit motiv político de López Obrador, la revocación de mandato, ha estado de manera obsesiva en el debate y el odio de los adversarios del presidente.
Foto propiedad de: Internet
Una vez más, los críticos de mala leche y los “objetivos” coinciden en sus posiciones frente a un acto de López Obrador. Los primeros, ya lo he dicho, son los que por ideología o sentimientos personales detestan de manera sistemática al hoy presidente (aquí entra la mayoría de la oposición partidaria). Los segundos, por observar balances y una supuesta objetividad aunque no sea del todo veraz (la objetividad propiamente no existe). El tema común ahora es el supuesto deseo de reelección de López Obrador a partir de impulsar y establecer la revocación del mandato.
Un leit motiv político de López Obrador, la revocación de mandato, ha estado de manera obsesiva en el debate y el odio de los adversarios del presidente. Ya ha sido aprobada por la cámara de diputados y la discuten ahora los senadores.
Es tanta la obsesión de los adversarios de López Obrador y tanta su impotencia política, que tienen que recurrir a la calumnia. Y así como han tomado la bandera de que México se convertiría en Venezuela, ahora se arropan en que la revocación es en realidad una argucia del presidente para reelegirse. Increíble, pero cierto. Como consideran que va a ganar la consulta (y de paso arrastrará a Morena a ganar la elección intermedia de 2021; por eso quieren evitar que aparezca en la boleta electoral), esto servirá de pretexto para quedarse en el poder bajo el argumento de que “el pueblo pone y el pueblo quita”, muy usado por el encargado del poder ejecutivo. Es tan poca su autoestima que dan por sentado que no podrán contra el presidente.
No sólo sus adversarios, también un crítico constante de López Obrador cree que el presidente podría caer en la “tentación” de la reelección. Parece increíble, pero por esta sospecha, esta especulación sobre la “tentación” hay que evitar tanto la revocación como que el presidente esté en la boleta electoral en 2021. La argumentación de Krauze sobre el tema es bastante buena en lo general, pero su debilidad le lleva a este dudoso párrafo que lo hermana con los críticos “mala leche” o los “objetivos”: “Si el pueblo decide revocar su mandato, lo obedecerá. Pero ¿qué ocurriría si, llegado el momento, el pueblo decidiera refrendar ese mandato más allá de los seis años? Según su propia lógica, podría no tener más remedio que obedecerlo” (Letras Libres; 25-03-19).
Y en este punto, todos, los odiadores y críticos de mala leche coinciden con los periodistas “objetivos” que analizando desde el pragmatismo y la “real politik” ven, en el casi inevitable triunfo del presidente en 2021, “una tentación”; porque así es el poder.
Leyéndolos y escuchándolos, en realidad concuerdo con la postura de analistas como Álvaro Delgado o Hernán Gómez que, por el contrario, no encuentran indicios que muestren el deseo de reelección del presidente. Y los indicios contrarios, para quienes hemos seguido y estudiado la trayectoria política del hoy presidente y aun votado por él, son bastante claros, aquí la lista mínima:
1. Ha dicho en incontables ocasiones por más de 20 años -como candidato y presidente, en entrevistas, mítines y libros-, que no aspira a la reelección.
2. Que es maderista. Que admira a Francisco I. Madero, a quien considera el presidente más democrático que haya tenido México.
3. Asume por tanto el postulado fundamental de Madero, “Sufragio Efectivo No Reelección”.
4. Encuentra como falla las reelecciones de un presidente admiradísimo por él, “el mejor presidente de México”, Benito Juárez.
5. Ha señalado la perversidad y el mal que Porfirio Díaz, su dictadura, hizo a la nación.
6. Se concibe a sí mismo como demócrata.
7. Porque cree que un presidente tiene que ser sometido al juicio ciudadano, o del “pueblo”, asume la revocación de mandato no como un instrumento de ambición para la reelección, no como sostienen el prianismo en bancarrota y sus intelectuales orgánicos también alicaídos, como una argucia para montarse en la reelección, sino como una auténtica herramienta democrática para suspender a un mal presidente, gobernador o congresista. Porque de haber existido al menos desde el 2000, con la famosa “alternancia”, habrían tenido que renunciar Fox, Calderón y Peña y acaso se habrían evitado tantos daños y males.
8. A López Obrador, como es evidente, le interesa mucho la historia y su papel en ella. No querría pasar como un mal presidente, como un dictadorzuelo. Aspira a ser el mejor presidente que haya tenido el país, ha dicho en múltiples ocasiones.
9. Por todo lo anterior y ante la insistencia no infantil sino perversa de sus adversarios, López Obrador ha ido más allá de lo normal y ha firmado una carta en la que se compromete a no reelegirse e irse a La Chingada al término de su periodo de gobierno. “Esa carta no vale nada, no es creíble, es sospechosa”, señalan los opositores.
Lo curioso es que pese a los puntos anteriores y todos los que quieran agregar, la oposición continúa su débil canto histérico a manera de mantra o letanía judeocristiana: “no queremos revocación de mandato, no queremos reelección, no queremos que López Obrador aparezca en la boleta en 2021”.
Pero como ha establecido el simpático Lorenzo Meyer, a nadie se la va a hacer una trepanación de cerebro para que crea lo contrario; su fanatismo queda instaurado, si no es sólo perversidad política, en el terreno de la fe. Es más, parece ser que la oposición quisiera que de verdad López Obrador se reeligiera en 2024 para así decir con gran orgullo, rencor y odio: “se los dijimos, teníamos razón”.
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