Ciudad perdida
Sin freno, la descomposición de Morena
Miguel Ángel Velázquez.
H
oy la pregunta obligada es: ¿Qué va a pasar con Morena? Y por más que se tenga por visto su futuro resulta de mayor importancia la interrogante porque por el momento es la única organización que parece tener vida y, claro, futuro en el horizonte político del país.
Deberíamos empezar por decir que el más grave problema está en que en las otras instituciones partidistas, tanto de derecha como de izquierda, antes que la reconstrucción de sus organizaciones madre está buscar cómo agregarse a Morena, donde todas ellas advierten futuro y donde suponen, todas caben.
Eso mantiene en un clima de constante debilidad a la oposición a Morena. Los partidos en general no se mueven, las organizaciones civiles, desde las de muy dudosa procedencia hasta las más reconocidas, han tomado el rol de la protesta y algunas veces hasta el del análisis serio de lo que ocurre en el terreno de la lucha política.
Mientras en las arenas previstas para esa lucha –cámaras de Senadores y de Diputados– la contienda, despojada de ideales de casi todo tipo, se da por el control y el ejercicio de los dineros mediante arreglos, muchas veces inconfesables, que enriquecen a los representantes populares, que no paran de construir
consensos–le llaman ellos– que les engordan las cuentas bancarias.
Así las cosas, todo hace suponer que la contienda se dará dentro de Morena, donde las izquierdas y la derecha habrán de dirimir el rumbo del país. Muy probablemente salga el candidato triunfante a la Presidencia de la República que sustituya a López Obrador.
Fuera de Morena, que no ha hecho nada para ganarse la credibilidad de la gente, pero que la tiene, los otros partidos han ido destruyendo su identidad ideológica, su ser político, y se han entregado a esa incesante borrachera de la democracia que cada vez les deja más dinero y menos adeptos.
El caso ha tornado de delicado a grave. Hace unos meses el presidente López Obrador, quien ya avizoraba la catástrofe, pidió a la militancia y a las cabezas de Morena que no ofendieran el nombre del que se inició como movimiento, y les advirtió que en caso de que el partido se pervirtiera, dejaran a un lado el nombre del organismo que lo llevó a la Presidencia.
Hoy está a la vista de todos la descomposición de Morena. Los grupos que se tostaron bajo los rayos del sol azteca juegan el interminable partido del agandalle, mientras otras militancias se arman en otras alas para empezar a buscar su acomodo dentro de Morena e impedir que los herederos del amarillo se queden con todo.
De cualquier manera, el nombre Morena les ha quedado grande y conforme a lo que ha marcado López Obrador, deberán requerir de uno nuevo que los represente, porque el que tienen no se los van a dejar.
De pasadita
Un funcionario de nivel medio de la alcaldía de Iztacalco presume que por 100 mil pesos
baja, es decir, manda matar, a un periodista. Los mecanismos de protección a periodistas deberían tomar cartas en el asunto e investigar hasta qué grado puede un tipo con esas ideas ser servidor público.
De la misma forma hay que poner sobre aviso al alcalde para que no sea sorprendido por una acción que le reditúe de manera negativa. Más vale poner en claro que los servidores públicos no pueden cumplir con su encargo si padecen enfermedades sicológicas que los convierten en serios peligros hacia su entorno.
Hoy es tiempo de canallas, de baladronadas y de amenazas que muchas veces se cumplen, por eso es mejor una denuncia a tiempo.
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