viernes, 31 de enero de 2020

JOSÉ ANTONIO CRESPO
LETRAS LIBRES
LA HORA DE LOS MODERADOS
Crane Brinton es un autor clásico de la sociología e historia de las revoluciones sociales. Aborda ese tema con un enfoque comparativo en su libro Anatomía de la Revolución (1938). El libro incluye un capítulo muy sugerente titulado “La hora de los moderados”, donde plantea que en tiempos de confrontación y polarización social (típico de las revoluciones), se forman dos polos extremos, radicales en sus planteamientos; típicamente los revolucionarios y quienes por alguna razón se oponen o critican ese proceso, tildados genéricamente como contra-revolucionarios por los que se consideran revolucionarios. Es un diálogo (de sordos, en realidad) donde no prevalecen las razones, los argumentos y la sensatez, sino las descalificaciones, los epítetos, insultos, amenazas y acusaciones mutuas. Los radicales de cada bando, apunta Brinton, tienen una fe en sí mismos y en su causa que les permite vencer a la mayoría inerte y pasiva. De hecho, para mantener su presunta pureza moral, estos grupos continuamente purgan a todo elemento que no coincida plenamente con sus dirigentes. Su espíritu de partido los hace buscar el permanente enfrentamiento entre clases, nunca la reconciliación. La dinámica revolucionaria (o que se busca que lo sea) incentiva más esta confrontación, la ruptura del diálogo y la descalificación (y en el extremo, persecución) de quienes osan discrepar del nuevo movimiento renovador. Ese proceso no es propicio para el diálogo civilizado, la búsqueda de puntos de coincidencia, la tolerancia hacia los adversarios, la negociación o el acuerdo, todo ello propio de la democracia. En cambio, prevalece entre los radicales la cerrazón, la imposición y la execración de los opositores y críticos de su bando.
Entre esos dos polos, que en tiempos de confrontación concentran a la mayoría de la población políticamente movilizada, se hallan algunos grupos que se ubican más al centro de esa gama; son los moderados. Algunos de ellos simpatizan con la revolución, pero están dispuestos a aceptar algunas de sus fallas o errores, y lo expresan. En el otro flanco, están quienes esencialmente se oponen a la revolución o a la forma en que está siendo llevada por sus líderes, pero pueden reconocer muchas fallas del Antiguo Régimen, y también que algunas propuestas revolucionarias son deseables, siempre y cuando se apliquen bien. Además, pueden también aceptar algunos de los éxitos o aciertos de la revolución, cuando los encuentran. Los moderados, destaca Brinton, no creen que el mundo y la gente cambiarán por su mera voluntad, sino en un mundo regido por el sentido común, algo que desaparece en estos periodos.
Pero aclara el autor que, justo por estar en medio de un ambiente polarizado, los moderados (de uno y otro lado) pierden influencia en sus argumentaciones. La mayoría del pueblo involucrado (tanto a favor o en contra de la revolución) tiende a ver las cosas de manera maniquea, sin matices ni puntos intermedios; o se está con la revolución o se está contra ella, sin excusas ni reservas. Por lo cual, cada bando radicalizado ve a sus respectivos moderados como tibios, poco comprometidos con la causa que defienden, e incluso traidores a ella. Los moderados pro-revolución que reconozcan algún error o falla de ese movimiento, fácilmente podrán ser tildados de contra-revolucionarios pero enmascarados, bien que han claudicado o han sido sobornados por los adversarios. Los moderados anti-revolucionarios, al aceptar algunos avances reales o metas deseables de la revolución, serán acusados igualmente por los radicales de su propio bando como oportunistas que se quieren alinear con el poder revolucionario, o que han abjurado de sus convicciones críticas hacia ese movimiento. El caso es que los moderados, tanto pro como anti revolución, quedan mal con los dos extremos políticos, así como con la mayoría del pueblo enardecido, fanatizado, cerrado en sus propias convicciones sin concesión. Además, sus argumentos son más sofisticados que los ideólogos o voceros de los respectivos radicales, por lo que sus razonamientos suelen ser más informados, matizados, con mayor complejidad argumentativa y lógica, por lo que no son fácilmente comprendidos por ese mismo público. Y bastará con un argumento discordante de la posición respectiva para descalificarlos como adversarios, por más que esencialmente puedan estar a favor o en contra del movimiento, según el caso. Por lo cual, concluye Brinton, los moderados son vapuleados de un lado y el otro, y sus complejos argumentos y matices pierden capacidad de influir sobre los radicales de un lado u otro, o sobre el conjunto del pueblo enardecido.
En el México de hoy, aunque no estamos en la típica revolución social (como la francesa, la mexicana, la rusa, la china, la cubana, etcétera), sí hay la pretensión por parte del partido oficial de que vivimos justo una revolución social, por más que no se haya llegado al poder por la vía armada. Y de ahí el discurso polarizador y binario del presidente López Obrador, descalificando y estigmatizando a sus críticos antes que oírlos, dialogar con ellos, buscar puntos en común o intercambiar ideas y argumentos. De ahí que quienes se hallen en el centro del espectro (sean pro Amlo o críticos), padecen justo del fusilamiento discursivo de ambos polos; de los suyos, por no ser firmes y determinantes en sus juicios y defensa del movimiento en cuestión (o bien críticos sin miramientos) y de los contrarios, precisamente por ser ubicados justamente en el bando adversario. Así, la situación actual de quienes, ya sean pro 4 T o críticos de ella, se hallan más cerca del centro que de los polos, recibiendo descalificaciones y reclamos de ambos extremos simultáneamente. Por lo cual, algunos de ellos optan por agregarse al polo más cercano a sus convicciones, abandonando gradual o abruptamente el centro donde se hallaban. Otros prefieren seguir expresando lo que piensan, al margen de quién pueda estar de acuerdo con ellos. Quedar entre dos fuegos y con menos influencia argumentativa es el costo de la moderación y la congruencia en tiempos de confrontación, como los que vivimos ahora en México (y por cierto, en muchos otros países).
Enero/2020
PROFESOR AFILIADO DEL CIDE

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