domingo, 14 de julio de 2013

De grandezas mexicanas (II)

HÉCTOR PALACIO@NietzscheAristosáb 13 jul 2013 18:39
  
El México descrito por Novo es el que de niño, adolescente y joven, conoció Avilés Fabila. Sin embargo, en el tránsito hacia la madurez algo sucedió que cambió radicalmente la ciudad y asimismo la perspectiva del autor. ¿Para bien o para mal? Depende de cómo se vea. Y es en este punto donde encuentro coincidencias y divergencias.
Dos condiciones fundamentales modificaron la íntima ciudad de Balbuena, Novo y Avilés. 1. El paso del tiempo, por supuesto, que a partir de la década de 1970 trajo la superpoblación de la ciudad. 2. El cambio en la condición política de la misma; de ser una ciudad gobernada por un jefe de departamento designado verticalmente por el poder ejecutivo, a vivir un proceso democrático formal en el cual ese jefe es electo por los ciudadanos.
Para René Avilés este cambio ha resultado básicamente negativo, de allí el título de la obra, que exalta la antigua grandeza de la ciudad,  aspira a la restauración o retorno de una posible nueva grandeza. Negativo porque la ciudad, las calles, el zócalo, y otros puntos, se han degradado con la llegada de lo que se conoce como izquierda al gobierno de la ciudad (izquierda no en términos relativos, en el sentido de Cosío Villegas), cuando la “demagogia y la charlatanería se impusieron”.
Avilés se queja de los políticos de izquierda, por su falta de congruencia, porque muchos de ellos salieron del PRI. Ve con verdadero desprecio el uso que se le ha dado al zócalo, desde el político de concentraciones masivas al de zona de recreación: playa, pista de hielo, antro de mala música, etc. Y, naturalmente, lanza una ácida mirada sobre el ambulantaje.
Excepto el primer punto que apelaría a una congruencia ideológica absoluta imposible en este país (por eso hay que someter a escrutinio al individuo, no verlo solamente desde el conjunto del partido), no podría estar más de acuerdo con Avilés en contra del uso del entretenimiento desvirtuado, facilón y aun repulsivo que contradictoriamente se ha impulsado desde Cuauhtémoc Cárdenas a Miguel Mancera. Terrible música, más bien ruido, que ya de por sí es la que se reproduce todos los días en la radio y la televisión comercial a nivel nacional. En relación a la pista de hielo, la crítica es relativa, pues se estila en muchas ciudades del mundo. En cuanto a las concentraciones políticas…, si tan solo México fuera un país de condiciones democráticas plenas; mientras tanto, todo es posible.
El ambulantaje también es un problema aun para ciudades como Nueva York. Hay que decir, sin embargo, que se ha percibido un combate constante en el centro histórico. Las principales calles están limpias de ellos, excepto de los furtivos. Demandaría yo más bien una limpia del intolerable y peligroso ambulantaje en el sistema del metro, tanto en vagones, como pasillos y entradas; esta sí sería una exigencia urgente e inaplazable.
Y sin embargo, con todo, desde una perspectiva objetiva y considerando la ciudad más allá del centro histórico, se está mejor ahora que en los últimos tres decenios del siglo pasado.
La decadencia de la añorada ciudad de Avilés inició sobre todo en los setenta. Treinta años de olvido, abandono, violencia, corrupción. Venir a la ciudad de México durante esa época era no sólo peligroso, sobre todo anti estético; era una ciudad brutalmente grotesca. Ciudad gris, contaminada (los pajarillos amanecían muertos en las calles), sin obra pública, sin forestación, sin sentido sanitario, con el ambulantaje creciente permitido, estimulado, utilizado, por el PRI (los permisos primeros de ambulantes en el metro, fueron otorgados por dicho partido).
El que se haya votado al jefe de gobierno, delegados y asambleístas ha permitido la observación y la crítica. Y se ven los resultados: reconstrucción, “embellecimiento” del centro histórico y de colonias como la Roma y Juárez. Calles peatonales; a las que se incorporará 16 de septiembre. Red de metro-bus. Obra pública constante (aunque no guste al “espíritu” de izquierda, incluso “complejos” como el de Santa Fe hablan de crecimiento, de inversión, de empleos; aunque muchos critiquen también la activa participación de Carlos Slim). Programas sociales (mal vistos inicialmente, para luego ser burdamente copiados por PRI y PAN; ciudades como Nueva York o Berlín también los tienen). Impulso a derechos humanos básicos para todos. Programas de reforestación, uso de bicicletas, etc.
Elegir a los gobernantes de la ciudad terminó parcialmente con la terrible pesadez de esos al menos 30 años previos a la elección de 1997 que arruinaron la ciudad ideal de Novo y Avilés. Elegir un gobierno relativamente de izquierda permite la crítica; demandar, exigir. Por ejemplo, la obra de Avilés, publicada en 2010, denuncia el descuido, el maltrato, la pérdida de brillo y dignidad, la fealdad, la basura, el ambulantaje de la alameda central (“Afortunado Novo: ya no vio tal descuido de un jardín majestuoso y entrañable para la capital.”). Independientemente de la opinión personal sobre la estética, en 2012 se ha restaurado la alameda, se ha reforestado y vaciado de ambulantes (que sea de manera permanente; al igual que en la nueva línea del metro, la número 12). Durante los años del jefe de gobierno impuesto por el presidente no hubo buenos deseos para la ciudad, ésta era sólo un botín para el saqueo, un trampolín para mejores posiciones en el gobierno federal (por supuesto, nunca se está del todo exento de ello; hay ejemplos).
Si después de treinta años de abandono, saqueo y abuso de la ciudad ha habido un momento para exigir su restauración, incluyendo el centro histórico, en él estamos. Ahora es cuando se debe demandar todo lo mejor posible para ella y sus ciudadanos, cuando se debe establecer firme el reclamo de extirpar las prácticas tradicionales de México, comenzando con las del autoritarismo y la corrupción.
Como estudiante llegado de la provincia, conocí la ciudad en la irrespirable atmósfera de mediados de los ochenta y los noventa (reino absoluto del priismo; con el panismo la asfixia se volvió nacional). De profesores y de textos como el de Salvador Novo y René Avilés Favila, de películas, obras de teatro, fotografías, supe que las décadas de los cuarenta y cincuenta fueron “las mejores” del siglo XX para la ciudad.
Lo único que mis sentidos alcanzan a percibir, por lo ya expuesto, es que la ciudad se vive mejor ahora que durante ese ínterin de brutal y sorda decadencia entre 1970 y 1997. Natural, siempre se puede esperar algo mejor. Sobre todo, si en el centro del interés de gobernantes y ciudadanos se ubicara, ideal, utópicamente, el arte y la cultura; como en los cincuenta, los cuarenta, los veinte…
P.D. Y que se impulse una política contra los propietarios que no recogen el estiércol de sus perros y contra los taqueros, garnacheros y tamaleros que despachan y cobran al mismo tiempo.

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