domingo, 4 de enero de 2015

Balance de fin y principio de año: Legitimidad, palabra clave para Peña Nieto

@NietzscheAristodom 4 ene 2015 12:14
  
 
Si el gobierno que actualmente ejerce el poder carece de legitimidad social, el estado mexicano estará en serios problemas. De hecho, ya lo está. 
Hacia fines del año pasado, Gómez Leyva escribió que en una reunión de periodistas con Peña Nieto, éste le afirmó que ni se disculparía con la sociedad mexicana, como había solicitado Enrique Krauze, ni cambiaría o movería su gabinete como han hecho ex encargados del ejecutivo y como le han sugerido algunos periodistas normalmente simpatizantes de su régimen (los del grupo de Leo Zuckermann en TV, por ejemplo).
Ante la mención de la Casa Blanca y la de Malinalco, ni se inmutó, todo lo dio por aclarado. Eso cree, que ha bastado el show verbal de Angélica Rivera y el de Luis Videgaray (a quien una entrevistadora norteamericana dijo frente a su pasmado rostro que si, por ejemplo, a Barbara Bush le hubieran descubierto una casa así, al marido lo habrían procesado). De renunciar como demandan muchos en el país, ni por asomo, aunque la realidad le pase por el frente.
Es decir, como he señalado anteriormente, el ejecutivo está empeñado en continuar con el encargo de gobernar igual que hasta ahora, con insensibilidad social, con los mismos y sirviéndose a sus anchas. El asomo autoritario tiene sin duda como base una carencia de legitimidad que no le permitirá a Peña pasar a la historia como un buen gobernante pese a lo que digan sus permanentes aduladores. Las fuentes de la falta de legitimidad son claras y se conocen bastante bien; un repaso como balance:
1. Compra de la presidencia. Siendo gobernador del Estado de México como heredero de su tío Arturo Montiel (a quien nunca procesó pese a las evidencias de corrupción) y aliado con televisa, inició el proceso de adquisición de la presidencia de la república. Un proceso de 5-6 años que se reforzaría con la compra del voto el mismo día de la elección: casos Monex-Soriana, triangulación de recursos para favorecer a Peña y compra y coacción del voto a favor del PRI.
2. Desapego social. Una vez instalado en el poder avalado por el TRIFE, contrario a lo que normalmente sucede, la sociedad nunca celebró ese “triunfo”, no hubo ninguna conexión entre el gobierno y los ciudadanos. Antes bien, desde un principio, Peña (con los buenos servicios de Miguel Mancera) decidió no escuchar y encapsular y reprimir toda manifestación social.
3. Insensibilidad social. Ya en el gobierno, tuvo una oportunidad de facto, pero nunca supo ganar la simpatía de la sociedad. Muy por el contrario, aquistó su desdén y aun desprecio, pues antes que gobernar con y  para ella, lo hizo con las cúpulas de los partidos políticos a través del “Pacto por México”, calculando que, a pesar del interés social traicionado, ello le daría legitimidad.
4. Imposición de reformas. En la dinámica del “Pacto por México”, impuso una serie de reformas -vía los bien pagados y bonificados “levanta-dedos” integrantes del congreso que siguieron un guión dictado- mayormente antipopulares y antisociales. Nunca aceptó someter a consulta entre la sociedad a la principal de ellas, la llamada “reforma energética” (de lo cual ha sido cómplice la también llamada “Suprema Corte de Justicia de la Nación”). ¿Cómo ganar así consensos, simpatías, adhesiones?
5. Economía antipopular. No se necesita ser economista o experto en finanzas para registrar lo que dicen los especialistas  y lo que dice la calle: la economía del país no crece, los precios aumentan (hasta el de los alimentos más elementales), el sueldo mínimo es una vergüenza internacional, habrá inflación en 2015, los “gasolinazos” continúan aunque los precios del petróleo bajen internacionalmente y la gasolina cueste mucho menos en Estados Unidos que en México (¿no que mucha competitividad?). Y Videgaray, que en 2014 anunció la “buena noticia” de que no habría más “gasolinazos” en 2015, se desdice, comienza el año con uno y queda en manos de Peña el ajustar al alza el precio de acuerdo a la inflación y la “alta volatilidad internacional de los combustibles y la evolución del mercado” (siendo consecuentes, el litro de gasolina en México debiera costar hoy, cuando mucho, $8.50). No creo que, como sostiene Federico Arreola, se necesite saber mucho de economía y finanzas para concluir que México, en la condición actual, está jodido (término de su agrado).
6. Iguala-Ayotzinapa (y Tlatlaya). El problema que ha reventado el rostro festivo de Peña y su grupo, el paseo internacional glorioso y los premios vacuos, es uno de carácter tanto coyuntural como estructural. Si Ayotzinapa fuera sólo lo primero, habría bastado con encarcelar al presidente municipal de Iguala y a su esposa, condenar a la “izquierda” y, al menos, aplicar la capacidad mínima del estado en dar de inmediato con los estudiantes y no dejar correr el tiempo de tal manera que la incapacidad, frivolidad y desdén se convirtiera en omisión y sospecha de  complicidad (sobre todo, porque al menos Murillo Karam y Osoriog Chong conocieron del caso Abarca con un año y medio de antelación; también, por los testimonios que involucran no sólo a la policía de Iguala, también al ejército).
Es estructural el problema porque, efectivamente, los crímenes a la manera de los normalistas de Ayotzinapa (y el de Tlatlaya), las desapariciones, las masacres, las ejecuciones, la complicidad de las instituciones del estado con el crimen, suceden en el  país desde hace muchos años. Y una de sus profundas raíces es la miseria en que vive la población también profunda del país debido a la desigualdad económica, el favorecimiento de una política que beneficia a los muy pocos, el menosprecio de la población, a la promoción de la ignorancia, a la falta de educación de niveles medio y superior, a la carencia de trabajo y producción básica, etc. Todo ello en medio de un caldo que todos conocen y que muchos consumen: corrupción e impunidad; injusticia. No es extraño pues que la sociedad crítica haya reaccionado y se haya manifestado y lo continúe haciendo en contra del gobierno federal que encarna la continuidad que tiene al país en la debacle.
Quien no vea las más recientes tragedias como ambas cosas: coyuntura y estructura y, por tanto, sobre todo como un fenómeno estructural, no sé en qué país vive.
7. Corrupción e impunidad. Escribí arriba que una entrevistadora de CNBC dice en plena cara a Luis Videgaray que, en el contexto de los Estados Unidos, si a Barbara Bush le hubieran encontrado una casa construida por Halliburton, como a Rivera por Grupo-Higa, a George lo habrían sometido a juicio político. El mutismo, la evasión de Videgaray resultaron vergonzosos. Y  en ese momento no se conocía aún el caso de su propiedad en Malinalco (aunque sus meandros ya le advertían de su condición semejante a la de Rivera-Peña; bueno, si al fin son del mismo grupo).
El conflicto de interés es claro: Grupo-Higa y sus ramificaciones han sido beneficiarias de Peña Nieto desde el tiempo de la gubernatura en el Estado de México lo cual se ha prolongado hasta el día de hoy cuando se han ventilado los casos de las propiedades de Rivera, Videgaray y la vivida y usada por Peña en campaña y como ejecutivo electo, los contratos “ganados” por el grupo…; más lo que se acumule. No pocos analistas han sugerido que en la relación Higa-Peña hay mucho aún por aclarar (Y todavía está esa broma de tasar el patrimonio declarado por Peña en precios inverosímiles o como donaciones inexplicadas).
La sospecha de corrupción de los gobernantes esparcida entre la sociedad es sintomática, pues la situación del gobierno alienta uno de los padecimientos también estructurales del país. La corrupción no se puede justificar como una característica cultural de la humanidad o de los mexicanos como han pretendido Peña y sus seguidores, no: Se tiene que combatir, empezando por la posible corrupción de quienes gobiernan.

Aunque los aplaudidores y el propio Peña crean en su discurso general como en un “acto performativo” (es decir, en la idea de Michel Onfray, que con solo enunciarse, el acto se crea, se cree y con poder se establece como verdad), la carencia de legitimidad continuará siendo el handicap histórico del ejecutivo actual y su grupo. No se trata de un insistente capricho interpretativo de los críticos: es la realidad histórica y presente quien lo subraya. Incluso sus simpatizantes han tenido que aceptar que “algo no anda bien” (ejemplo: Krauze, Zuckermann, Aguilar Camín, Castañeda…) y sugieren decisiones y cambios que tampoco son escuchados.
¿Dónde encontrarán Peña y su grupo dosis de legitimidad? ¿Dónde la venden? ¿Tendrán aún acceso a ella? ¿Dónde la encontrarán los aplaudidores para justificarlos y justificarse a sí mismos ante la ausencia de crítica? Porque lo cierto es que, aunque algunos brinquen, pataleen y mientan, Peña y su grupo lo han hecho muy mal.
Si el gobierno que actualmente ejerce el poder carece de legitimidad social, el estado mexicano estará en serios problemas. De hecho, ya lo está. 

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