jueves, 25 de junio de 2015

‘El PRD frente a su derrota electoral’, artículo de Pablo Gómez

El PRD ha sufrido un proceso de descrédito debido a la corrupción ligada a la administración pública; no incorporó en su dirección a intelectuales y olvidó que la gente no vota por las conquistas del pasado sino por los objetivos a futuro.
El PRD frente a su derrota electoral, artículo de Pablo Gómez
(Foto: Cuartoscuro.com)

Por Pablo Gómez
El Partido de la Revolución Democrática sufrió sin duda una derrota electoral en la Ciudad de México. Por más que se la quiera ver con disimulo, la verdad es que Morena superó en votos al PRD y que aquel partido es la principal fuerza electoral de la ciudad. Se ha producido un cambio que es preciso reconocer: hay otra fuerza política mayoritaria.
Sin embargo, el problema mayor es procesar un análisis que llegue a conclusiones compartidas sobre las causas de ese cambio. El primer elemento es que la escisión del PRD tuvo un calado muy fuerte en la ciudad, pero ¿por qué? Esta situación no ocurrió por igual en todas partes ni siquiera en Tabasco, estado de donde es líder político el fundador de Morena.
Parece que la respuesta debería tomar en cuenta que el PRD ha sufrido un proceso de descrédito debido a que la corrupción ligada a la administración pública sigue siendo alta en la percepción de la ciudadanía; a que la gestión pública de los delegados y delegadas se ha concentrado en los grupos que conforman la clientela perredista en evidente desatención a sectores de ciudadanos no corporativizados; a que no se han producido nuevas reformas sociales y no se ha avanzado en las ya establecidas; a que no existe un plan conocido de infraestructuras que permita a la gente saber lo que el gobierno de la ciudad tiene pensado hacer; a que los gobernantes delegaciones y los de la administración central carecen de un discurso político preciso en el que se reflejen orientaciones y objetivos de la gestión pública; a que el PRD como tal tiene poca injerencia en las actividades de gobierno y se limita a realizar gestiones; a que ese mismo PRD no discute absolutamente nada, se ha alejado de la política y se encuentra cada vez más desorganizado como partido.
A todo lo anterior es preciso agregar un elemento que ha calado fuerte en la conciencia ciudadana del país pero en especial en la Ciudad de México: la tragedia de Iguala en la que existió evidente responsabilidad política del PRD como partido político nacional.
Así como en su momento no se reconoció que la escisión de López Obrador era un acontecimiento de gran trascendencia y que muchos dirigentes perredistas trataron de convencerse a ellos mismos de que se trataba de un asunto relativamente menor, de la misma manera se ha tratado de evadir el desprestigio del PRD dentro de numerosos sectores de izquierda, muchos de los cuales existen desde antes de la fundación del partido. Se trata de la intelectualidad, dentro de la cual están académicos, artistas, profesionistas, pero también de un amplio sector de la clase media educada en principios de izquierda. Desde hace años el PRD se fue divorciando de esos segmentos sociales de tal manera que ahora muchos de sus integrantes anularon su voto (más del 7% en la ciudad) o votaron por Morena. El PRD no incorporó a su dirección a intelectuales, abandonó el trabajo cultural, renegó de sus orígenes al despreciar a los académicos, no creó una plataforma de protección del ambiente, se ligó a los jóvenes sólo como parte de sus clientelas ya tradicionales pero sin especificidad juvenil alguna, jamás acertó a definir una clara política sobre las cuestiones de género, ignoró los centros de educación de la ciudad, sigue careciendo de una política laboral distintiva, entre otros muchos errores políticos que forman parte de su situación actual.
En la campaña reciente el PRD hizo hincapié en sus logros de gobierno pero olvidó algo elemental: la gente no vota por las conquistas del pasado sino por los objetivos a futuro a menos de que se encuentre en peligro de perder lo ya ganado. El PRD se refugió en sus anteriores reformas sociales y legislativas, así como en sus importantes obras públicas, porque no tenía mucho nuevo que ofrecer ya que ha perdido el impulso reformador y se ha refugiado en un esquema de conservación que no es la vía para ser la fuerza política mayoritaria en una ciudad progresista. La campaña del gobierno capitalino para elevar los salarios mínimos nunca tuvo el acompañamiento efectivo del PRD en el DF ni de su dirección nacional y, de tal suerte, entró en un impasse al grado de que no fue bandera electoral perredista.
En la ciudad no existe un plan cierto y conocido de crecimiento del Metro y mucho menos un calendario; la ciudadanía ignora si el gobierno tiene planes para garantizar la educación media-superior a todos los jóvenes y para ayudar a que ingresen a la educación superior aquellos que lo requieran; nadie puede saberse enterado de algún plan general para reordenar el actual comercio en las vías públicas y la apertura de nuevas perspectivas para esos comerciantes; no sabemos en qué consiste exactamente la política de uso del suelo más allá de las decisiones puntuales que se toman y que no obedecen a criterios generales sino a intereses particulares; no hay un plan de financiamiento a mediano y largo plazos como no existen tampoco elementos de planificación urbana y económica. El proyecto de conversión en alcaldías de las actuales delegaciones sigue siendo algo limitado, ya que no se admite la creación de cabildos plurales con iguales funciones que los ayuntamientos para terminar con el sistema de administración personal que ya se encuentra en crisis profunda. En síntesis, el futuro se sigue viendo como algo incierto y azaroso en una de las grandes ciudades del mundo.
Aún bajo las condiciones aquí brevemente descritas hubiera sido posible el mantenimiento del PRD como la fuerza mayoritaria sólo gracias a que había carecido de una oposición verdadera, a que el PRI y el PAN en la ciudad carecen de rumbos, programas y liderazgos, pero eso no es en sí mismo un mérito. Sin embargo, surgió una fuerza que, aunque también carece de programa para la ciudad, catalizó en su favor gran parte del descontento con el PRD.
Es evidente que la ciudad sigue siendo mayoritariamente de izquierda y con una presencia fuerte de las derechas políticas. Debido a la división en la izquierda se perdieron algunas delegaciones y distritos pero, más allá de esta circunstancia, las derechas pueden convertirse eventualmente en fuerza mayoritaria si las izquierdas siguen su proceso de división, enfrentamiento y falta de nuevas elaboraciones.
Así, las tareas más urgentes son: la elaboración programática y política con sentido social y democrático, la dotación de nuevos liderazgos moral, intelectual y políticamente elegibles y la unidad de las izquierdas alrededor de un proyecto común para la ciudad. Se advierte difícil pero no es imposible. El PRD tiene que responder al reto sin pretensiones exclusivistas o fenecer por falta de un buen intento.

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