COLUMNAS
EPN: En política, las cosas es mejor hacerlas que decirlas
¿Cuál es la ganancia de construir una muy peligrosa cofradía de políticos excluidos en la selección del inminente liderazgo nacional del PRI?
Dicen los más sesudos consejeros del poder político que en esta elusiva actividad, las cosas es mucho mejor hacerlas que decirlas.
Por eso extraña que un político tan hecho a las reglas del poder tradicional del sistema mexicano como es Enrique Peña Nieto, que ha realizado un ejercicio de poder que como precondiciones demanda tener información y control de los movimientos sociales de todos los actores relacionados con la actividad económica o social, haya abierto sus cartas para seleccionar al nuevo dirigente nacional del PRI.
Un joven, que pueda comunicarse con ese segmento poblacional (el de los electores con 18 años o los que los cumplirán en los próximos tres años), que recupere para el PRI la interlocución con las universidades, que esté al día en materia de redes sociales y que implícitamente tenga una proyección de representar un liderazgo moderno.
Así deberá ser, según lo dicho por el presidente Peña Nieto, quien sustituya al dinosaurio César Camacho.
Creo que hubiera sido mejor hacerlo y no decirlo.
Pero como en política, al igual que en todos los casos de la vida, “el hubiera no existe”, pues ahora tendremos que esperar las reacciones de los que no cumplen con los requisitos señalados por el primer priísta de México para ser líderes de ese partido.
Varios miembros de la comentocracia, recurriendo al ya popular “Castañeda dixit” que en su libro Amarres Perros preconiza lo siguiente: “Sobre los motivos, advirtió que “hay muchos que tienen cosas que contar, científicos, intelectuales, empresarios, activistas sociales, políticos, que interactuaron con el país. Por desgracia no lo hacen, es algo muy enriquecedor, no sólo para uno que los escribe, para los lectores”) sobre el hecho han dicho que Manlio Fabio Beltrones, el más famoso de los excluidos por el perfil de Peña Nieto, no tiene otra alternativa que irse por la libre y buscar una candidatura presidencial independiente.
Y claro que la lista de excluidos, además de Beltrones, es muy larga.
¿Para qué decirlo y no hacerlo simplemente?
Dice Liébano Sáenz en su Paralaje publicado en Milenio, que “se puede gobernar con las redes, pero no por las redes, mucho menos para las redes”.
No tiene desperdicio la reflexión de Liébano.
Cuando el presidente Peña Nieto designó a Carlos Iriarte, su viejo compañero de viaje en el grupo llamado “los Golden Boys, como presidente del comité estatal del PRI mexiquense, apostó por un joven.
Nadie sabía si Iriarte ganaría la franja joven de electores, tampoco se sabía si se apoyaría la promoción de sus candidatos en las redes sociales.
Los resultados del experimento no fueron del todo exitosos.
En la zona del Valle de México, con varios millones de habitantes, y que política y electoralmente comprende de Naucalpan hasta los linderos de Tepotzotlán, pasando por importantes municipios como Atizapán, Tlalnepantla, Huixquilucan, los cuatitlanes, y varios más, el PRI fue ampliamente derrotado por el PAN.
De esa zona solamente conservó Tlalnepantla, con una candidata innovadora como Denisse Ugalde, Cuautitlán Izcalli con el ex medallista olímpico Víctor Manuel Estrada Garibay y Ecatepec, tierra de Eruviel Ávila, con Indalecio Ríos Velázquez.
Huixquilucan, tierra del líder Carlos Iriarte, quedó en manos del panista Enrique Vargas del Villar.
Peña Nieto pondrá, sin duda, al próximo presidente del PRI nacional en los próximos días.
Pero en el 2018 ya no podrá oficiar solo la designación del candidato presidencial de su partido.
Habrá muchos cambios sociales y políticos en la realidad nacional que acotarán el poder de decisión única y personal del presidente para elegir al candidato del PRI y de los partidos que llegarán a aliarse con él.
Porque Peña Nieto influirá de manera importante para construir una candidatura presidencial.
Pero para que esa sea una candidatura ganadora deberá consensar con varios factores de poder económico, político y social porque solo sí la convertirá en una candidatura competitiva y en última instancia ganadora.
Y dentro de la lista de factores con los que Peña Nieto tendrá que consensar la decisión 2018, seguramente estarán varios de los que ahora han sido excluidos para dirigir al PRI.
Por principio debe tener a su favor una personalidad que arbitre el proceso con autoridad política y moral y que tenga cualidades de institucionalidad, militancia partidista y capacidad de convocatoria fuera de toda duda.
Rasgos que por ahora, mencionando un ejemplo difícil de superar, personaliza perfectamente Francisco Labastida Ochoa.
El experimento reciente de un dirigente joven en el PRI del Estado de México, es una advertencia de que ya no se puede oficiar solo y en favor de los amigos.
Entones, ¿cuál es la ganancia de construir una muy peligrosa cofradía de políticos excluidos en la selección del inminente liderazgo nacional del PRI?
Francamente no la veo.
Seguramente los excluidos, sumados a los nuevos gobernadores que entre 2015 y 2016 sumarán 21, pensarán que en la decisión de construir la candidatura priísta para las presidenciales del 2018, Peña Nieto se conducirá con la misma lógica.
Creo que pudiera pensar así el presidente; pero lo que veo muy difícil es que lo pueda hacer sin amarres, consensos e inclusiones.
Ese ya es el México real de Enrique Peña Nieto.
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