Agustín Basave y el PRD
Octavio Rodríguez Araujo
P
rimero conocí a su padre Agustín Basave Fernández del Valle en una discusión sobre el futuro de la educación, mesa redonda organizada en la Universidad de Nuevo León. Muchos años después tuve contactos con su hijo Agustín, cuando era un cercano colaborador de Luis Donaldo Colosio. A la muerte de éste, si recuerdo bien, Agustín participó en una corriente renovadora del PRI, con la intención de darle un contenido político e ideológico socialdemócrata. No tuvo éxito en sus intentos, pero volvimos a coincidir en diferentes actividades en las izquierdas mexicanas, incluso con López Obrador en 2006. En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM nos veíamos con frecuencia.
Agustín Basave Benítez es egresado del Tecnológico de Monterrey e hizo su doctorado en ciencia política en la Universidad de Oxford. Sus credenciales académicas no son de ninguna manera secundarias y, curiosamente, su actividad política también ha sido destacada.
De llegar a contar con el apoyo de las tribus del PRD y encabezar este partido podría salvarlo de su crisis actual, pero no será fácil. Una de sus primeras actividades, de presidir este instituto político, tendría que ser una difícil lucha por llevar a las tribus a su desaparición o, si se prefiere, a una tregua de larga duración para privilegiar los intereses del partido sobre los de ellas. Las tribus, es mi convicción, son las que han impedido que los
amarillostengan unidad, una unidad creíble, y tendrán que entenderlo si de veras quieren conservar su organización. Que acepten que alguien externo al partido y a las tribus (aunque Basave tenga ciertas cercanías con Nueva Izquierda), es un paso importante, es una aceptación de que ninguna de ellas debe ser hegemónica. Es claro que el camino al cielo está construido con buenas intenciones, más que el camino al infierno, y que la tarea y los retos no serán fáciles.
Un dirigente de conciliación puede ser altamente significativo para los grupos de interés de una organización, pero no es varita mágica. Dichos grupos tendrán que poner su parte y ésta empezaría, obviamente, por pasar al terreno de la humildad y buena voluntad. Las tribus tienen esa posibilidad, falta saber si están dispuestas no sólo a aceptarlo sino a asumirlo como una conducta tan necesaria como impostergable.
Agustín sabe que no es fácil pues desde el PRI conoció, empíricamente, que la democracia en los partidos no es tarea sencilla y que al final son las oligarquías las que dominan. Quizás ahí tiene la llave para lograr sus propósitos: en la composición de una nueva oligarquía partidaria en la que él funcione no sólo como jefe sino como conciliador.
Tiene que reconocerse que si es realmente cierto que Basave será el candidato de concertación, su elección será un acierto. Agustín no es ingenuo ni timorato, pese a su aspecto de buena gente: tiene experiencia política y preparación académica, aunada a una gran vocación de liderazgo sin ostentación innecesaria.
Si llega, le deseo mucho éxito.
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