COLUMNAS
Lo mejor para el PRD en tiempo de prieñalandia
El ciclo del llamado Partido de la Revolución Democrática ha terminado. De hecho ya se ha pasado y el organismo huele mal. El empeño puesto en prolongar su existencia de manera artificial no le funciona. Y no puede ser, pues no hay nada vital que le dé sustento.
Apenas pasado el año 2006, el partido se vació de su espíritu primigenio. Al fraude federal le siguió el perpetrado por Los Chuchos, aliados a los defraudadores oficiales, con tal de apropiarse de su control. Y lo lograron. Los dividendos de la elección del 2012 y el “pacto por México” le revitalizaron a nivel político-burocrático. Pero ese apropiamiento a la mala y los beneficios de cúpula (o cópula) inmediatos han mostrado su límite. Y al cabo de poco más de 8 años de disfrute, la cruda les tomó por sorpresa en 2015: No sólo habían ya renunciado a ellos López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas, entre otros importantes miembros del partido, sobre todo, perdieron electores y la elección. Ésta fue la prueba mayor de su fracaso.
Para el caso del PRD aplica a la perfección la segunda sentencia del sabio Sileno contra el rey Midas contada por Friedrich Nietzsche en El nacimiento de la tragedia. Cuando el rey atrapa al demón le obliga a responder: ¿qué es lo mejor y más preferible para el hombre? Con estridente carcajada responde que lo mejor es inalcanzable: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar: morir pronto. Es decir, desaparecer.
El PRD tuvo una función positiva en la lucha democrática desde su fundación y hasta el 2006, valió la pena su fundación y su existencia inicial. Hoy ya vive de manera parasitaria y lo mejor para su récord histórico sería desaparecer. No será tan fácil, porque la resistencia a abandonar la burocracia y sus jugosos beneficios hará que sus parásitos se opongan al exterminio. Mas a Sileno habría que agregar la petición de Diógenes de Sinope (ese que buscaba hombres durante el día con una lámpara; hombres honestos) a Alejandro Magno, quien al encontrarlo le dijo que demandara lo que quisiera para complacerlo; y se conformó con poco: Quítate de donde estás que me tapas el sol.
El PRD de Los Chuchos ha validado el mundo de prieñalandia, forma parte de él, ese integrado por el PRI, Peña Nieto y los suyos (el adoctrinado, al menos el re-dirigido por Salinas de Gortari cuando lo regenteó). Así, su función de revolucionador de la democracia ha terminado. Al desaparecer como partido, da lo mismo que sus miembros se disipen en el anonimato o se agreguen a la militancia de algunas de las opciones a las que se asemejan: PRI, PAN, El Verde, Panal.
¿Y cuál es ese mundo feliz validado por Los Chuchos? Un mundo donde prevalece:
Luis Videgaray y Agustín Carstens: La economía nacional es un éxito pese a que la realidad dice lo contrario, no sólo por el poco crecimiento y la devaluación de escándalo, por sus casi 100 millones de pobres o empobrecidos, sobre todo (Coneval).
Virgilio Andrade: El bufón que investiga por corrupción a su rey y lo declara inocente; que para eso fue nombrado. Éste y su acólito Videgaray, para afirmar su inocencia, ofrecen disculpas increíbles. La casta política en el poder, incluyendo a “la primera dama”, es casta; o como dice el hashtag inaugurado por Julio Hernández y bloqueado por los “peñabots”, en el caso del conflicto de intereses sobre la casa blanca y las otras casas: Todo #FueCacaBlanca
Fabio Beltrones: Que con gesto adusto y cínico, aguantando la carcajada, afirma que las reformas exclusivas de prieñalandia (despoja de crédito abierto al pacto contra México) dejan ver ya sus frutos.
La Corcholata: Reina desde siempre, hoy institucionalizada como diputada, del priismo.
La Narvarte y La Violencia: Esa que independientemente de su signo, cubre al país, desde las decenas de miles de muertos de Calderón a las víctimas de Peña, manifestadas, en el caso de éste, por un lado, en los emblemáticos casos de Tlatlaya y Ayotzinapa, pero también en el periodismo acosado y criminalizado de Carmen Aristegui, Veracruz y el resto del país. Violencia manifestada en la ineficiencia o la perversidad de las verdades oficiales “históricas”.
Este es el panorama mínimo del prieñanietismo avalado por Los Chuchos del PRD. Por ello, una vez reconocida su participación oficialista y cuando han dejado de ser oposición, lo mejor para ese organismo con buen pasado y presente maloliente es, más que una vida parasitaria, su extinción. Que ese falso sol de rayos negros deje de ensombrecer la dificultosa lucha por democratizar este país que alguna vez vio en él posibilidades. Lo mejor para el PRD Chucho es la petición de Diógenes de Sinope y la sentencia de Sileno: Hacerse a un lado y desaparecer lo más pronto posible.
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