jueves, 27 de octubre de 2016

Ciudad Perdida
AUS, obra de desacuerdos
Hoy abre, pese a todo
¿Por qué diferentes peajes?
Miguel Ángel Velázquez
E
n septiembre pasado, si no nos equivocamos, debió haber quedado lista la Autopista Urbana Sur, que conduce hacia la salida a Cuernavaca. Pero no fue así, aún ahora, a unas cuantas horas de entrar en operación, hay partes que no se terminaron: alguna rampa sin concluir, pisos a los que les falta asfalto y algunas otras cosas que ayer ya no eran problema, pero que, aunadas a otros males mayores, impedían que la autopista se pusiera a disposición de la gente.
Hasta donde se nos ha dicho, no habrá corte de listón. Los primeros vehículos que corran por esta carretera de paga lo harán sin que se cumpla con el ritual de las inauguraciones que suelen ponerse en escena cada que una obra como esa se abra al público. Ni mariachis ni agua bendita. Nada: simplemente se abrirá a la circulación y se acabó.
Y eso no es más que el reflejo de los desacuerdos entre la Secretaría de Comunicaciones y Transportes –que pretendía inaugurar una autopista toda chicuareta– y el gobierno de Miguel Ángel Mancera, que no está dispuesto a cargar con las anomalías del gobierno federal, de las que después culpan al de la Ciudad de México.
Los desacuerdos han sido muchos, y todos se van a mostrar luego del 4 de noviembre, cuando los usuarios de la autopista tengan que pagar peaje. Digo esto porque resulta que en los dos kilómetros que construyó la administración capitalina el costo por el uso de la vía rápida será de 2.13 pesos por kilómetro. Recorrer toda la vía hará que los usuarios gasten 4.26 pesos.
Del lado federal, es decir, cinco kilómetros, las cosas, nos aseguran, serán diferentes. Transitar por el puente que corresponde a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que encabeza Gerardo Ruiz Esparza, tendrá un costo de 3 pesos por kilómetro recorrido. De esa manera, los usuarios deberán desembolsar 15 pesos.
No hay ni cómo explicar, cuando menos a simple vista, la diferencia tarifaria. Es el mismo asfalto, el mismo cemento, los mismos protocolos de construcción entre uno y otro tramo, por lo que la diferencia de un peso con ochenta y siete centavos más en la superficie federal parecen un abuso.
Bueno, pero las diferencias existen. Mire usted: el tramo que se construyó en terrenos de la Ciudad de México estuvo a cargo de la empresa Ideal, y el del gobierno federal fue una construcción realizada por Grupo Carso. Esa puede ser la diferencia, aunque el dueño de las dos constructoras lleva un solo apellido: Slim.
Por lo pronto, ya hay una certificación de las empresas mencionadas que da fe de que esta autopista es segura, y por ello podrá comenzar a operar ya, pero las diferencias entre uno y otro, no obstante, seguirán vivas durante un muy buen tiempo. Desde luego, nos referimos a los dos peajes, nada más.
De pasadita
Pero éste, el de la autopista, seguramente no será el único episodio difícil entre la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y el Gobierno de la Ciudad de México. El llamado viaducto elevado que iría de Santa Clara, estado de México, a La Raza, en la capital, parece ser, a la luz de los acontecimientos, un proyecto muerto.
Los proyectos de este tipo son necesarios, la movilidad en la zona metropolitana es cada vez más difícil, es cierto, pero también lo es que el deterioro del ambiente dificulta cada vez más la sobrevivencia en esta zona. Si la dependencia del gobierno federal pretende depredar en esta ciudad y no hacer trazos que respeten el ambiente y a la gente, las posibilidades de que se construyan las obras que requiere la megalópolis son nulas. Vamos a ver si se entiende.

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