martes, 30 de mayo de 2017

AMLO, el candidato más repudiado y las elecciones 2017

@alexiabarriosglun 29 may 2017 17:42
 
  
 
AMLO, al igual que Humala, se ha ido alejando del extremismo
AMLO, al igual que Humala, se ha ido alejando del extremismo
Foto propiedad de: Internet
   
En febrero de 2012, publiqué en SDPNoticias: “El candidato más repudiado”; un texto que merece revivirse porque siete años después, ya hay respuestas más concretas:
 La historia fue más o menos así; reitero, más o menos así:
En la elección pasada presidencial no hubo un candidato con más fuerza que él; los sectores de la población más pobres, los grupos sociales progresistas y algunos partidos de izquierda, lo habían arropado y adoptado como su candidato.
Y tal y como sucede en todo el continente,  los factores de poder económico nacional, varias firmas extranjeras, el propio gobierno de los Estados Unidos y la ultraderecha regional, lanzaron una de las ofensivas más crudas en la historia de este país.
Lo acusaron de todo: de golpista, de populista, de buscar la restauración del poder absoluto, de estar financiado por Hugo Chávez y los gobiernos bolivarianos, de querer negociar con la guerrilla y grupos terroristas, bueno, casi de comer niños.
Con todo el dinero aportado por estos factores de poder, el candidato fue derrotado en la pasada elección.
Pero volvió a ser el candidato de las izquierdas en un contexto muy distinto al anterior, pues el país estaba caminando “bien” en materia económica, los acuerdos comerciales abrieron nuevas expectativas, la guerrilla devino en “narcoguerrilla” y con mucho desprestigio de casi todos los partidos políticos.
En las encuestas, en todas, sean locales e internacionales, aparecía como el candidato más rechazado por los electores, por el que menos votarían y los partidos y políticos que lo apoyaran como ejemplo de la mala política.
Nadie daba un clavo por él ni le veían futuro 
Pero vino de atrás, de muy atrás, y primero logró desplazar a un “candidato ciudadano” que resultó más soberbio que Vicente Fox; luego a un político venido a menos cuyo único mérito era su esposa aceptada en ciertos sectores de la sociedad y en la recta final, derrotó a la candidata que garantizaba la línea de continuidad a la política económica –realmente exitosa- del último gobierno y a la restauración de una política de seguridad endurecida, de combate frontal a los civiles armados, gueriillas y narcotraficantes.
Ganó “el candidato más repudiado”.
Amigo lector, le estoy hablando de Ollanta Humala, entonces triunfante y exitoso presidente del Perú, quien logró manejar eficaz en el tramo final de la segunda vuelta. Primero, ganó al no presentarse como un candidato de la izquierda radical y neopopulista.
A los electores les gustó el giro que toma cuando se mostró más con un estilo parecido al de Lula da Silva de Brasil, y alejarse y marcar su distancia de Hugo Chávez. Ello acabó con los temores de millones de peruanos.
No fue fácil, tuvo que flexibilizar su discurso y modificar su oferta política hasta en cuatro ocasiones para hacer más terrenal y realista a los intereses de los peruanos. Además, hizo mucho énfasis en el legado de corrupción del último gobierno y de las graves violaciones a las garantías y derechos humanos de anteriores administraciones. Así convenció a las clases medias y a los indecisos que le dieron el spring final a su campaña.
No ganó de manera sencilla, pues si bien triunfó en las regiones pobres como la selva, la zona andina y el sur, perdió en Lima y El Callao.
Como ha sido natural en las campañas actuales, Ollanta no estuvo exento de los ataques, los mismos ataques de su campaña anterior: se irían los capitales, es candidato del Chavismo mundial, estatizaría la industria, modificaría la constitución para prologar su mandato eternamente, la economía se iría a pique, además de que uno de sus hermanos –esos incómodos que nunca faltan- fue detenido fuera del país por traficar influencias y ofertas obras públicas antes del triunfo de Ollanta, entre otras.
Nada de eso ocurrió; la economía peruana sigue su rumbo; los sectores productivos caminan y Ollanta mantiene altos índices de aceptación. En septiembre (de 2012) Humala alcanzó su mayor aprobación, con un 70 por ciento, y durante su primer mes completo de gobierno, en agosto, obtuvo el 62 por ciento.  Así es cómo van las cosas allá.
Toda proporción guardada, y sin abundar en más datos para no confundir más, en México muchos pueden estar equivocados sobre el actual “candidato más repudiado”.
El candidato de la izquierda está cuesta arriba en las intenciones de voto y el PRD por la calle de la amargura. Si no se corrigen los errores, esa tendencia no variará de aquí al 2012, pero si lo hacen a tiempo, con inteligencia y aprendiendo de las experiencias de otros lados, pueden dar la pelea y abrir expectativas de triunfo. Por el momento, ese mundo feliz para las izquierdas mexicanas, no existe.
Comentario en actualización a México
AMLO, al igual que Humala, se ha ido alejando del extremismo y tiene un rostro que está agradando a los factores de poder económico, todo, gracias a que su comparsa en esta campaña anticipada por la presidencia, es Alfonso Romo.
¿Ganará el 2018? Todavía no lo sabemos, porque el destino de Ollanta en Perú es que a pesar de haber tenido éxito en el crecimiento económico de su país, los escándalos de corrupción lo están aniquilando y lo tienen como a muchos otros políticos con un pie en la cárcel.
El miedo al juicio de la historia es lo que impediría que AMLO quiera ganar la presidencia de México, como lo he repetido en otras ocasiones. ¿Por qué? Porque para él es más fácil estar en la oposición y ser recordado como el mártir de la democracia del siglo XXI al que la “mafia del poder” le impidió gobernar, a ser recordado como un perfecto fracasado en la Presidencia de México. No es un país fácil y él lo sabe.
El caso de Eva Cadena como antes lo fueron Gustavo Ponce, René Bejarano y Carlos Ímaz, incluso su propio hermano José Ramiro López Obrador, y ni qué decir de los gobernadores a los que él impulsó y dio la bendición total y absoluta como Ángel Aguirre, Marcelo Ebrard o más preciso, Arturo Núñez Jiménez, lo coloca como alguien no exento de la corrupción, de los desvíos de recursos y de malas calificaciones como gobernante.
De ahí que esta elección 2017 en el Estado de México sea un ejercicio del que tendrá que echar mano para que ganen sin ganar. Es mejor luchar desde la bandera del fraude electoral que asumir la responsabilidad de ordenar un desastre heredado por Eruviel Ávila.

Una elección que definirá si quiere o no quiere ser presidente para AMLO, pero que en el PAN significa el fin de Ricardo Anaya y Margarita Zavala; el ascenso de Juan Zepeda a la dirigencia maltrecha del PRD (que debe pasar la aduana de sacudirse a los chuchos y bejaranos, por cierto) y a construir un escenario distinto al que ahora tenemos con otros líderes políticos que sí quieren la presidencia.
 Sugerencias y reclamaciones: alexiabarriossendero@gmail.com

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