sábado, 24 de noviembre de 2018



Presión a López Obrador; Carmen Aristegui y Julio Hernández vs Lorenzo Meyer

@NietzscheAristovie 23 nov 2018 18:17
 
  
 
Lorenzo Meyer
Lorenzo Meyer
Foto propiedad de: Internet
Después de la larguísima entrevista de Carmen Aristegui a López Obrador el 21-11-18 pasado -más que entrevista, me pareció un romance eternamente imposible-, por la tarde del mismo día, la comunicadora convocó al periodista Julio Hernández López y al académico y analista político Lorenzo Meyer a dialogar, debatir, discutir sobre el asunto.
López obrador ha estado de gira mediática pasando por TV Azteca, Televisa, Imagen TV, Aristegui Noticias y Milenio TV; muchos esperan que dé también tiempo a la revista de las portadas amarillistas, Proceso. Este paso ha sido, en principio, para promover la consulta del 24 y 25 de noviembre sobre el Tren Maya, el Tren Trans-Ístmico, la refinería de Dos Bocas, Tabasco, la Pensión Universal a los Adultos Mayores, Atención Médica a personas que no cuentan con servicios de salud, y otras cinco propuestas que indudablemente tienen alta aprobación entre la sociedad (la propuesta que ha generado la crítica y los ataques es la número uno, el tren de la región maya).
Naturalmente, el presidente electo ha enfrentado en esta gira, sobre todo, a lo que he llamado “crítica positiva” (idea tomada del filósofo Émile Cioran, “envidia positiva”, en Historia y utopía), que está más o menos informada y que interpreta de acuerdo a su perspectiva las palabras y acciones del político. Y entre la escasa pero ruidosa oposición política y en las redes sociales, ha experimentado la que he llamado “crítica de mala leche”, que tergiversa, manipula, miente, etcétera. Esta crítica lo ha llenado de adjetivos e insultos. Autoritario, dictador, intolerante, ecocida, economicida, viejo, loco, etcétera. Los profieren los mismos que trataron de impedir su triunfo el primero de julio, mas no contaron con que la suma de agravios históricos llenaría las urnas con un 53% a favor del triunfador.
De las entrevistas, la más agradable y completa, incisiva pero confortable a la vez, clara, ha sido la realizada por Azucena Uresti, de Milenio TV. Pero la de Carmen Aristegui ha sido la que más material de información produjo acaso por su extensión y una suerte de acoso periodístico que llevó a López Obrador a comprometerse a someter a consulta tres propuestas suyas de gobierno una vez que dicho instrumento esté regulado por el Congreso. 1. Sobre la Guardia Nacional. 2. Sobre la posibilidad de que los expresidentes, de Salinas a Peña, sean sometidos a juicio. 3. Sobre la conveniencia de que un grupo de empresarios asesoren o no al nuevo presidente de México. De hecho, con Uresti, López Obrador ofreció ya una fecha para la consulta, 21 de marzo de 2019.
Tanto Aristegui como Hernández López han presionado desde sus distintas plataformas en contra de la Guardia Nacional. El mismo día de anunciado el plan, que echa raíz en la atención social del problema, el sitio de la periodista dio cabida a un texto inexacto y lamentable por manipulador y amarillista, y una entrevista en vivo a su autor, “El plan de guerra de López Obrador” (Alfredo Lecona; AristeguiNoticias, 15-11-18). Consideran estos periodistas, así como los 500 firmantes de una carta pública (y otra portada tendenciosa de Proceso), que López Obrador está conduciendo a la militarización del país y a una guerra similar a la de Calderón y Peña. Tanto Alfonso Durazo como López Obrador han explicado el entrenamiento militar y a la vez la educación de la Guardia para el trato con civiles observando los derechos humanos; que aspiran a un ejército de paz similar al de la ONU. Que optaron por esta opción ante la grave situación del país y el desastre de la policía, que de otra manera no serían capaces de garantizar la seguridad, que en absoluto se daría una orden de ataque contra civiles, y que los casos de abusos serían procesados. Me parece que hay una propuesta distinta que merece la oportunidad.
Por otra parte, tanto Julio como Carmen han insistido en que los expresidentes sean llevados a juicio por el nuevo gobierno. También han cuestionado que López Obrador se haya acercado a un grupo de empresarios como sus asesores o consejeros; algunos de ellos, de los considerados por el propio presidente electo en el pasado como integrantes de la mafia del poder. En el programa de análisis al que hago referencia, insistieron ante Lorenzo Meyer en el punto, sobre todo, del juicio.
El usualmente apacible Meyer se cimbró enérgico y respondió con vehemencia que, de llevar las cosas a los extremos, el hecho de enjuiciar a los cinco expresidentes, de elaborarles expedientes empezando por el de Salinas, pondría en riesgo la vida de López Obrador. Invocó en ese momento el nombre de Colosio y un poco más adelante el de Kennedy. Ante la reacción escéptica de Aristegui y Hernández cuando mencionó al primero (“¿¡Dónde está Colosio!?”; “¡Qué fuerte!”, dijo Carmen, “¿Tanto así?”, sonrió Julio), respondió con severidad, “¡Así, pues ya que estamos en eso, vamos hasta el final!”.
Y es que si bien el nuevo presidente aceptó llevar a cabo la consulta el 21 de marzo en esos tres puntos, ha dicho claramente que, como en el caso del Tren Maya y contrario al asunto de Texcoco, no será imparcial. En particular en los temas 1 y 2. De un lado, cree en la solución que la Guardia Nacional ofrece y, de otro, no desea llevar al país a una confrontación con fuertes y siniestros factores de poder corruptos. Que tal situación produciría dos efectos, inestabilidad en el país (a la “estabilidad mafiosa”, considera el autor de Astillero), y estancamiento a su objetivo de lograr erradicar la corrupción a partir de su gobierno; donde habrá cero tolerancia y ya la ley se ha modificado para que la corrupción sea considerada como un delito grave. Naturalmente que hay polémica, porque todos quisieran ver a los corruptos de cara a la justicia y tras las rejas, pero la conveniencia de lo político acaso dicte otro razonamiento de acuerdo a los tiempos, tal como establece Meyer contraviniendo a Carmen y Julio. Ofrezco tres citas contundentes del historiador en ese programa:
1. “Le estamos pidiendo a Andrés Manuel, justicia. La justicia, en sentido profundo, existe o en la teoría o en el cielo; en la política existen ciertas posibilidades”.
2. “Tú le estás pidiendo casi (Julio a AMLO), ¡métete al martirio!”.
3. “Cito a Maquiavelo: Lo más difícil para el príncipe es cambiar. Sus enemigos, ya están, y sus aliados se pueden volver sus enemigos porque consideran que no les cumplió.”.
Me parece que hay que tener mesura y buen razonamiento. Se decidió por un cambio electoral, no uno por las armas, la violencia o la confrontación sin fin. Lo de López Obrador no es marxismo, ni bolivarismo ni neozapatismo, se trata de una izquierda relativa, contextualizada, temática, que quiere la democracia participativa y busca a reconciliación nacional para la pacificación del país y el crecimiento económico; allí iniciaría la “cuarta transformación”. De ahí que impulse las consultas y que acepte las sugeridas hasta ahora. De hecho, cuando esté en la Constitución, se podrán solicitar y materializar sin mayor problema. El acuerdo social a través de las consultas otorgará fortaleza al país, no la confrontación o las decisiones apresuradas.  
La exigencia durante el periodo de transición ha sido muy alta para quien aún no ha tomado el poder más que el relativo a través de los congresistas y senadores que, no sin errores y contradicciones, ya han empezado a dar frutos en el sentido del voto del primero de julio. La “crítica positiva” es saludable, pero tiene que ser razonable, si es que ha votado por el cambio; porque no sólo se ejerce la crítica, también se elige. Así, resulta muy importante la reflexión y posición de un historiador, académico y periodista serio, de pulida inteligencia, congruente y respetable como Lorenzo Meyer, que no rehúye el compromiso social y político con su propia sociedad a cambio de una dudosa objetividad; dudosa, porque no existe tal en la realidad.
Por lo demás, la campaña en contra del presidente electo de parte de “la mala leche” pareciera que busca minar lo que se llama “base social de apoyo”, que no llegue al primero de diciembre con el 53% y más de 30 millones de votos de autoridad; que no haya celebración popular en el Zócalo. Veremos; dijo el ciego de la esquina, ayer. 

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