Servicio médico mexicano, un cielo y un infierno
La realidad es que en México, de ésta y muchas formas, se denuncia una y otra vez las carencias con las que muchos médicos y enfermeras sacan adelante su trabajo, exponiendo no sólo la calidad del servicio, sino incluso, la vida de sus pacientes
Una buena oferta para enfermeras y enfermeros del estado de Chihuahua llegó esta semana desde Alemania, para que quienes cumplan con los requisitos, puedan ocupar 30 vacantes en aquel país europeo, recibiendo un sueldo de 2 mil euros mensuales (unos 43 mil 619 pesos).
Esto gracias al éxito obtenido en 2018, por un convenio de intercambio establecido entre la Secretaría del Trabajo de Chihuahua y el gobierno de Alemania, que se repite este año y donde enfermeros mexicanos se comprometen a cumplir con 49 horas de servicio por semana, con contratos que pueden ir de los dos a los cinco años, comenzando en julio de 2020.
Una oportunidad nada despreciable si tomamos en cuenta que en el sector público los salarios de uno de estos profesionales va de los 6 mil 500 a los 24 mil pesos, cuando cuentan con alguna especialidad.
¿Cómo no van a preferir irse de México?, si aquí muchas veces las carencias del sector salud obliga a médicos y enfermeros a trabajar en condiciones que ponen en riesgo no sólo su carrera, sino la vida de los pacientes que atienden?
El video que circuló esta semana en redes sociales, grabado en un hospital de especialidad en el estado de Tabasco, donde aparece un grupo de médicos operando a un paciente bajo la luz de un teléfono celular, por una falla de energía eléctrica en el quirófano, es el ejemplo perfecto.
Pese a las justificaciones inmediatas que ofreció el subsecretario de Salud del estado, Leopoldo Gastélum, quien señaló que la falla venía de uno de los sensores de la planta de energía, y que se trataba de un hecho extraordinario, empleados del hospital denunciaron lo contrario.
Sólo un par de semanas antes, también se hizo viral el caso de un hospital comunitario en Magdalena de Kino, Sonora, donde se utilizó un garrafón de agua como casco cefálico para una recién nacida, cuyos familiares realizaron la denuncia.
La gobernadora Claudia Pavlovich exigió la investigación del caso y el hecho le costó el cargo a la directora del Centro de Salud en cuestión. Aunque la visita “casual” que enseguida hizo la gobernadora a la familia de la menor afectada, seguida de la circulación de las fotografías de la visita en las redes sociales, provocó otro tipo de lecturas.
La realidad es que en México, de esta y muchas formas, se denuncia una y otra vez las carencias con las que muchos médicos y enfermeras sacan adelante su trabajo, exponiendo no sólo la calidad del servicio, sino incluso, la vida de sus pacientes.
Así surgió el hashtag #YoTambiénImproviso, con el que se difundieron fotografías de las “alternativas” a las que se ven obligados a recurrir muchos médicos, ante la falta de materiales.
Zapatos ajustados con cinta adhesiva, una prensa de carpintería para armar herramientas, vasos de unicel como respiradores, entre otras “ideas” para solventar necesidades médicas.
Fallas que también han quedado asentadas en testimonios oficiales, como la revisión que realizó la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), que en marzo de 2017 reveló que al menos 122 de las instalaciones médicas evaluadas presentaban anomalías que iban desde lo más elemental como la falta de higiene de personal y espacios, hasta medicamentos caducos.
México ocupa actualmente el lugar 53 en la edición de 2019 del Bloomberg Healthiest Country Index; descendió dos lugares en comparación con el índice anterior, realizado en 2017.
Aún así, la medicina mexicana puede presumir de sus avances en investigaciones para tratamientos de cáncer, diabetes, padecimientos cardíacos o transplantes.
La calidad de los médicos mexicanos ha hecho que seamos uno de los países con mayor exportación de especialistas a otras países, e incluso se ha generado en territorio mexicano el llamado “turismo médico” para cirugías estéticas y otras especialidades, para aquellos que pueden tener acceso a ciertos privilegios del sector público, o pagar los prohibitivos precios de la salud privada.
Los que no pueden, quién sabe por cuánto tiempo más seguirán enfrentando “alternativas” médicas con garrafones de plástico y quirófanos iluminados con lamparas de celular. Muy lejos del servicio médico que siempre se promete a los mexicanos que menos tienen, y en el que tantas veces pagan justos por pecadores…
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