lunes, 29 de septiembre de 2014

En el debate como candidato a la presidencia en 2012 insistí que en México se padece de una monstruosa desigualdad; señalé que hay personajes del grupo de los 30 “que tienen hasta yates para el placer, que cuestan mil 500 millones de pesos".
En esa ocasión, no dije que estaba pensando en el yate “Mayan Queen” de Alberto Bailleres. No obstante, días después, en un reportaje de Jenaro Villamil, en la revista Proceso, se dio a conocer que Emilio Azcárraga Jean, dueño de Televisa, había adquirido una de esas embarcaciones de gran lujo en 2 mil 400 millones de pesos.
También, en el debate sostuve que el regreso del PRI sería como el retorno de Santa Anna, que venderían todo y en eso, desgraciadamente, no me equivoqué.
Y aunque en el hampa de la política, el que puede lo más puede lo menos, nunca imaginé que EPN iba a comprarse un avión de 7 mil 500 millones de pesos, mas los mil millones de la ampliación del hangar presidencial y los gastos de mantenimiento y operación. Toda una obscena extravagancia.
Por eso mal haríamos si nos quedáramos callados. Cuando menos, gritemos a los cuatro vientos lo que decía Salvador Díaz Mirón en su poema Asonancias:
Sabedlo, soberanos y vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo
mientras alguien carezca de lo estricto

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