martes, 2 de mayo de 2017

Ciudad Perdida
En defensa de la Constitución
Separación gobierno-sociedad
Rumbo al suicidio social
Miguel Ángel Velázquez
E
sta mañana, para cuando usted atienda a este espacio, a las puertas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación habrán de manifestarse miembros de diferentes organizaciones y ciudadanos de a pie, en favor de la Constitución Política de la Ciudad de México, que se pretende destruir desde las más altas esferas del poder en el país.
Las firmas de la gente, y el nombre de las agrupaciones que van a defender lo que durante cuatro meses se discutió en lo que fue la sede del Senado de la República en la asamblea creada para discutir y aprobar las nuevas reglas de convivencia en la ciudad, dan idea de la terrible separación que existe entre el ente gobernante –en este caso federal– y quienes entienden que los derechos plasmados en el texto son urgentes frente a la descomposición de los órganos de gobierno, y de buena parte de la sociedad, que sin respuestas halla, por ejemplo en la violencia, una puerta a sus frustraciones.
De cualquier forma, la Constitución lo que pretende hacer, por lo que ya explicamos, es convocar a crear una mentalidad entre la gente de la metrópoli. Para decirlo claro: nuevas reglas, nuevos ciudadanos, que tal vez no estén vacunados contra los virus del neoliberalismo, pero que frente a los derechos exigibles que les proporcionan las nuevas leyes, tendrán que aquilatar, de mucha mejor manera, ser ciudadanos en la capital del país.
No obstante, desde la Procuraduría General de la República, y alguna otra instancia, se tiene tanta confianza en que los jueces emitirán una sentencia en su favor que se ha caído hasta en descuidos que no serían permisibles en una impugnación seria, y es que como ya dijimos en algún otro momento en este espacio, hasta se fueron en contra de artículos que no existen.
Desde luego que es falta de seriedad, pero esos descuidos sólo se permiten cuando uno está seguro que no se tomarán en cuenta, y el ahí se va declara por sí mismo la seguridad de un hecho consumado que no habrá de tener variaciones por eso mismo, porque ya es cosa juzgada, aunque el juez no se haya pronunciado.
Total, el peligro estriba en que destruir las reglas que lograron un acuerdo en favor desde todas las fuerzas políticas operantes, y desde la idea de quienes, a partir de las organizaciones sociales, se pronunciaron en favor y ofrecieron su apoyo al texto, sería cuando menos retrasar lo que ahora es urgente, y sus consecuencias, por lo pronto sin medida, podrían ser catastróficas.
Jugar al futuro con las piezas del pasado, en este caso sería un suicidio social. Si no se entiende que los cambios expresados en la Constitución Política de la Ciudad de México no surgieron a partir del caprichos o del miedo de los intereses y las siglas de un partido político, sino de la opinión de muchos interesados en que el futuro de la ciudad sea mucho mejor, tendremos que aceptar el hoy fallido, que continuará porque hubo alguien a quien le interesó dejarnos desahuciados.
De pasadita
No es broma, el comentario en muchos lugares de la ciudad de que aquí ya están operando grupos delictivos que exigen cuotas a los líderes de los tianguistas, por ejemplo, se ha convertido, cuando menos, en señal de alarma que debería ser atendida por las autoridades. Cosa de parar la oreja y escuchar las quejas.

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