jueves, 18 de enero de 2018

Ciudad Perdida
La designación de Barrales
No hubo sorpresas ni sobresaltos
Ahora, a desfacer entuertos
Miguel Ángel Velázquez
D
igamos que las estrellas estaban alineadas hace buen rato; un par de semanas, dicen unos, más de un año, aseguran otros, y tal vez por ello nadie se llamó a sorpresa cuando se anunció que Alejandra Barrales era la triunfadora de la medición de tres empresas encuestadoras encabezadas por mito-fski.
Primero: era muy difícil que la encuesta estableciera una diferencia entre su resultado y la opinión, más que obvia, de los perredistas, que en su pleno, sin duda, votarán el mes próximo por la que acaba de ser su presidenta nacional y no hace mucho local. Un resultado con dos puntas hubiera sido fatal para la competencia con los otros organismos.
Segundo: los otros miembros de la alianza que se hizo con la derecha estaban totalmente de acuerdo con impulsar la candidatura de Barrales, con quien ya habían establecido acuerdos en la Asamblea Legislativa, la Cámara de Diputados y el Senado. La conocen bien.
Factor fundamental: la opinión de Miguel Ángel Mancera. El jefe de Gobierno tejió filigrana para no dejar duda de la diferencia que existe entre él y el panismo. Para él, tal vez no para el PRD, era primordial que la candidatura se diera por medio de la encuesta a la que se negó la derecha panista para señalar al candidato a la Presidencia de la República.
Luego, Miguel Ángel Mancera sabe que los azules tienen una deuda muy grande con él, así que llevar a su candidata a encabezar la fórmula para la jefatura de Gobierno es apenas un abono para amortizar la deuda, es decir, su voto. Dentro del PRD es, para tal efecto, de un peso fundamental, y si a eso le sumamos que el propio Mancera sentía una deuda hacia ella, se disipan las dudas.
No obstante, recio y quedito se dijo que en la imposición de Ricardo Anaya, tanto Alejandra Barrales como los chuchos le jugaron las contras al jefe de Gobierno, y en venganza, Mancera, más que hacer lo correcto y lanzar la encuesta, había tratado de devolver el golpe y que apoyaría a alguno de los dos que competirían contra ella. La realidad fue la que desmintió la especie.
Total, parecería casi increíble suponer que Barrales podría perder la candidatura, lo que no resta méritos a su trabajo ni a su currículo; no obstante, nunca pudo caer la nominación en tan mal momento para el PRD. Hoy cualquiera que suponga que los amarillos tienen el camino tan llano como hace seis años se equivoca.
Para Barrales será muy difícil, primero, remontar las animadversiones que se dice ha cosechado a lo largo de su carrera, pero luego tendrá que vencer la herencia que le pone sobre los hombros su propio partido, ahora despojado de identidad ideológica y carente de principios; y segundo, por si todo eso no fuera mucho, saldrá a competir contra la opción de izquierda con la que esta ciudad ha estado de acuerdo las dos últimas décadas. Así que la cosa no se ve tan sencilla.
Por lo pronto, parece buena señal de la cuasi candidata que se reconozca como militante del PRD y no como política híbrida que lo mismo jala hacia la derecha que a la izquierda. Y otra buena es que parece que ningún chucho estuvo con ella a la hora del anuncio que la puso en la línea de la candidatura. En fin, pronto veremos qué pasa con Barrales, que sabe luchar en terrenos adversos.
De pasadita
De cualquier forma, ayer en el acto perredista que se esperaba para el jueves, pero que se adelantó porque los resultados de la encuesta, para variar, ya se habían filtrado y de urgencia se llamó a conferencia, Armando Ahued dio muestras de algo que pocos le conocen y le reconocen. Con aplomo, seriedad y valentía, sin pucheros ni lágrimas de cocodrilo habló de su experiencia en la contienda. Salomón Chertorivski prometió buscar a Ricardo Anaya.

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