Ciudad perdida
Desatinos e interpretaciones de la ley
Miguel Ángel Velázquez
E
l caso Collins ha embarrado en la cara del gobierno de la ciudad el desajuste, el caos que se ha creado alrededor de los órganos de justicia, donde todo es desatino, todo es una contradicción.
Aunque se diga una y otra vez que todo es culpa de los recovecos de la ley, lo cierto es que según lo que nos relatan los hechos, cada juez tiene su propia ley y cada uno la ejecuta según sus propias ideas, por decirlo de algún modo, pero el asunto es que la justicia que claman las autoridades no parece estar de acuerdo con la mirada de los jueces.
Durante el último mes del año que recién terminó un juez de control obsequió –así se dice– la orden de aprehensión en contra de quien fue director de Invi, Raymundo Collins, quien al conocer su situación pidió un amparo que debería definirse al iniciar la segunda semana de enero.
Para que se definiera si la petición, en este caso de la Procuraduría General de Justicia de la CDMX, cumplía con los requisitos de ley, el juez tuvo que haberla analizado y con su aprobación fue que se requirió la presencia de Co-llins para aclarar las acusaciones que se hacían en su contra.
Decimos bien: el juez tuvo que analizar la petición de la PGJCDMX para que se considerara que las acusaciones tenían sustento. Todo hace suponer que el juez consideró que había presunción de delito y por ello se obsequió la orden de aprehensión, pero además tenía que saber que el posible delito estaba vigente, de otra manera era inútil girar la orden de aprehensión.
Entonces, con todos los requisitos cumplidos, la procuraduría inició la búsqueda de Collins, pidió a organismos internacionales que le ayudaran en su captura y puso a trabajar a todas las policías del país para aprehenderlo. Hasta ahí Collins cargaba con la acusación y se le miraba como a un delincuente, pero ese no era el final de la historia.
Conforme estaba establecido, el 17 de enero se llevó a efecto la audiencia para saber si se otorgaba el amparo a Collins, pero entonces la justicia tomó el mando de los destinos y el juez 114, Joel de Jesús Garduño Venegas, encontró que el delito por el que se buscaba por todo el mundo al ex jefe de la policía de la ciudad había prescrito, y tantán.
Y si a esto sumamos que la ahora fiscal de la ciudad, Ernestina Godoy, tampoco se enteró o fue enterada de que ya no era posible culpar a nadie por una acción posiblemente delictuosa que había expirado en términos de la ley, la cosa se pone aún más fea.
El atributo más importante que tiene la fiscal es que, según las más altas autoridades, es una profunda conocedora de las leyes, pero el caso que les relatamos es un severo mentís a ese atributo que la colocó en tan alta consideración.
Si como todos tenemos por sabido el más grande apremio de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, es la seguridad, vistas las cosas como están el camino al fracaso está bien pavimentado. Ni modo.
De pasadita
Por fin hoy saldrá del Congreso de la CDMX Carina Piceno, la muchacha envuelta en un lío de amores y shopping en Estados Unidos. Sí, la misma que fue llevada por su pareja, el ex consejero jurídico del gobierno Héctor Villegas, a comprar el anillo de compromiso a San Antonio, Texas y que se hizo acompañar de la directora del Invea, María Idalia Salgado, en un vuelo privado de esos que nada tienen que ver con la conducta del gobierno de la 4T.
Tanto Salgado como Villegas salieron del gobierno al darse a conocer su periplo, pero Carina, entre acuerdos y chismes del Congreso, había permanecido en su puesto, aunque ya había presentado su renuncia.
Para bien o para mal, hoy quedará en su lugar como coordinador de Servicios Parlamentarios del Congreso Alfonso Vega, quien hasta ayer fungía como oficial mayor del órgano legislativo, cuyo control se le atribuye a la diputada Guadalupe Chavira, y, aunque usted no lo crea, eso habla de algún acuerdo entre tribus rumbo a la elección del coordinador de tal cosa.
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