martes, 2 de diciembre de 2008

Querido Diario:
La iglesia de San Vicente de los Jumentos en San Francisco
del Rincón está de a tiro rete jodida. No me pareció
correcto que yo y Chente celebremos ahí nuestra boda. El
único templo que está en auge en San Pancho es el templo
satanista: “Lo que pasa, señora, es que ahí dentro dan
despensas y reparten chupe y drogas gratis. Además, las
sacerdotisas son de muy buen ver y efectúan misas negras
estando en cueros”, me dijo el cura.
“¿Y cómo permite el gobierno que el chamuco efectúe
esos degeneres?”
“No sé, señora, dicen que el chamuco tiene fotos del cardenal
Don Perberto Rivera bailando encuerado con Michael
Jackson.”
Regresé al Centro Fuchs decidida a llamarle a Jelipe para
que ordene que se cierren los centros satanistas esos. Para
mi sorpresa, Jelipe me llamó primero.
“Doña Marta, ¡jic!, supe que usted y el mister president
Fuchs se, ¡jic!, van a casar.”
“Claro, Jelipe. Y usted y su Barbie están invitados.”
“Oiga, para mí sería un gran honor, ¡jic!, si portara el vestido
de bodas, ¡jic!, que mi camotito iba a lucir cuando, ¡jic!,
nos íbamos a casar. Ya vide osté que Dios, ¡jic!, no quiso que
se lograra, ¡jic!, eso, pero él ya lo había ordenado, ¡jic!, y lo
iba a lucir en nuestra boda.”
La noticia me sorprendió. “¿Iban a tener la venia del Vaticaño
para casarse? ¿Y su Barbie?”
“Pos sí, ya vide osté, ¡jic!, que con dinero baila, ¡jic!, el
perro. Yo me iba a, ¡jic!, divorciar de la Barbie y él de su
zagala y nos, ¡jic!, íbamos a matrimoniar como Dios, ¡jic!,
manda. Al fin que en el DF los comunistas permiten esas
cosas.”
Luego Jelipe se puso a chillar a moco tendido. “¡Cómo extraño
a mi camotito! (pujidos) ¡Sería, ¡jic!, para mí un gran
honor si usted portara su vestido, ¡jic!, de novia.”
¿Cómo me iba yo a negar? En efecto, unas horas después
llegó un helicóptero de la Sedena y se bajó un generalote
portando un paquete.
“Este es el vestido de novia del camotito, doña Marta. Que
dice Jelipe que por favor se lo pruebe osté y lo use en su
boda.”
El vestido era muy bonito, cual correspondía a la novia de
un presidente. Tenía un gran escote. Incluía una fotografía
del difuntito portándolo. En la foto se veía su pecho peludo
de gachupín. Por lo menos yo me depilo, pensé, aunque
sentí cierta envidia porque el gachupín tenía las tetas más
grandes que las mías.
Llamé a mi modista pues tenía unas llantitas que iban a
necesitar ser disimuladas. El vestido ya no era problema. Todavía
faltaba encontrar un templo. Fue entonces que Chente
se me presentó todo desconcertado.
“Vieja, no nos van a dejar casar.”
“¿Por qué Chente?”
“Dice el Vaticaño que estoy loco.” ...... continuara'

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