jueves, 30 de abril de 2015

Ciudad Perdida
Que la reforma del DF no va
Como siempre, PRI y PAN atrás
Dormirá su sueño en la congeladora
Miguel Ángel Velázquez
L
o que tendríamos que preguntar es: ¿qué fue lo que no pasó en la Cámara de Diputados, la reforma política del DF o los acuerdos que en su beneficio reclamaban priístas, azules y hasta el Panal?
Como comentamos en la entrega anterior, el jefe de Gobierno de la ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, no parecía muy entusiasmado al principio de esta semana cuando se refirió a la reforma. Entonces aclaró que no había prisa, cuando todo mundo daba como un hecho que en un lapso breve el DF tendría, por fin, una constitución para normar su cotidianidad.
Algo olía mal. Las declaraciones en el Senado parecían baladronadas, y aunque se decía que la reforma va porque va, las sospechas que advertían que los tiempos para la Cámara de Diputados, entre otras cosas, no darían para que se discutiera una reforma de gran calado como la del DF, se cumplieron, y al final los argumentos para dejarla para el próximo periodo fueron los mismos que se dan cuando de mandar una reforma al refrigerador se trata.
¿Qué es lo que querían los panistas? Alguien asegura que el acuerdo que no llegó a darse planteaba, entre otras cosas, que las delegaciones Miguel Hidalgo y Benito Juárez se pintaran de azul, condición inaceptable. Lo que las urnas no dan –decían los panistas– el cochupo lo compensa. Lección priísta de cómo ganar una elección sin descomponer el copete, que trataron de hacer suya los panistas.
La frustración azul llegó al extremo de llevar a la Cámara de Diputados el desacuerdo que terminó por reventar la posibilidad de que la reforma salvara el obstáculo que representaba esta cámara en la carrera por convertirse en ley. El boicot de los azules se extendió hasta las filas priístas, donde se miró con recelo y preocupación el rechazo casi unánime a las formas de formar la asamblea constituyente, donde Los Pinos y los tricolores lograrían una mayoría, que impondría condiciones.
Total, se reventó la reforma; se dejó para que los diputados entrantes resuelvan sobre el asunto y eso, en términos muy llanos, es mandarla al refrigerador, de donde quién sabe cuándo podría salir. Lo malo es que los tiempos políticos no auguran nada saludable para esa ley, y eso porque hacer realidad la reforma política del DF en el futuro sería regalarle una estrellita a Miguel Ángel Mancera antes de las elecciones presidenciales, y eso no parece estar en el horizonte de ninguno de los organismos políticos que hoy componen las cámaras legislativas.
Así pues, la reforma política del DF no va y, pese a mucha opiniones, tal vez eso sea lo más conveniente para los habitantes de la ciudad de México. Condicionar un evento de ese tamaño a los caprichos o conveniencias de partidos y personajes no hubiera sido lo correcto, porque hubiera sido la ciudadanía la que lo hubiera reventado, y los costos para el aparato político de Miguel Ángel Mancera habrían sido desproporcionados. Ojo con eso.
De pasadita
Cuentan que en la Secretaría de Gobernación, allá donde trabajaba el gelatinoso Xiuh Tenorio, se hizo una encuesta entre sus compañeros de oficina para saber cuáles eran los índices de popularidad que el candidato a la delegación Benito Juárez tiene entre los que mejor lo conocen. No se trató de una medición profesional, más bien era uno de esos juegos que tiran verdades.
El resultado, nos cuentan, fue que a Xiuh no lo quieren ni los que lo rodean. Nadie, o casi nadie, lo quiere como el político que pudiera gobernar su delegación y ni siquiera como jefe de la oficina. Ese es el personaje que quiere ser delegado de la Benito Juárez. Vaya tragedia si lo consiguiera. Ni hablar.

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