jueves, 30 de abril de 2015

Peje, pero no Lagarto, AMLO contra las armas, insiste en el voto

@NietzscheAristomié 29 abr 2015 18:36
 
La supuesta izquierda radical que ha llamado constante al no voto la representan el EZLN, Javier Sicilia, algunos grupos de guerrilleros, algunos grupos de profesores y últimamente los padres de familia de los 43 estudiantes desaparecidos en la tragedia de Ayotzinapa.

Ya lo sabemos todos en México: la corrupción es el mal esencial del país, el virus que corroe a la nación. Corrupción ejercida por y desde los diferentes niveles de gobierno y del Estado, por un lado, y por la sociedad misma, particularmente por la élite empresarial ligada al poder. La corrupción va desde el robo crudo, el enriquecimiento ilícito, el abuso del cargo, hasta el tráfico de influencias. Y en este caso, el antídoto contra ese virus debe de proceder de manera radical desde el propio organismo enfermo.
Nada nuevo dice López Obrador al señalar a la corrupción como el mal de males del país en entrevista con Jacobo Zabludovsky para El Universal (28-04-15). Sin embargo, no se le pondera suficiente en general y menos se le persigue. La erradicación o cuando menos el control de este veneno supone el finiquito de privilegios del poder a la manera mexicana de ejercerlo, mas pareciera haber una complicidad del sistema en general para sostenerlos vigentes.
Ante esta condición que agobia a la sociedad y que no se le ve fin por ningún lado a pesar de la simulación oficial de crear más burocracia para combatirla (¿cómo va a ser así si desde la cúspide existe el llamado “conflicto de interés”?), López Obrador ofrece, como líder de Morena, que es la decantación de sus muchos años de lucha política, lo mejor de su bagaje: la experiencia como jefe de gobierno de la ciudad de México y la honestidad con la que se ha conducido como político.
Y por convicción, no por una obsesión de poder, dice. Y frente a los grupos de izquierda radical y la ultraderecha que coinciden en llamar a no acudir a las urnas o a anular el voto, reitera la necesidad de votar por su propuesta.
¿Quiénes son la  ultraderecha y la izquierda radical que coinciden, que como extremos se rozan las manos?
La ultraderecha a la cual no conviene el voto abrumador porque desea preservar las cosas como están no puede ser más que la encarnada por el PRI, El Verde, el PAN, la iglesia, alguna porción de empresarios. La supuesta izquierda radical que ha llamado constante al no voto la representan el EZLN, Javier Sicilia, algunos grupos de guerrilleros, algunos grupos de profesores y últimamente los padres de familia de los 43 estudiantes desaparecidos en la tragedia de Ayotzinapa.
A la ultraderecha encabezada por el prianismo verde, entre menos votos, mejor, pues más allá del voto duro, en medio del abstencionismo despliega mayor control. Por el contrario, a más votos, más posibilidades de verdadera oposición y buenos candidatos electos.
La supuesta izquierda radical del EZLN y Sicilia siempre han llamado a no votar o a la anulación, y allí se roza con la ultraderecha. Es de dudar sin embargo tal radicalismo, ya que Marcos y Javier, muy a gusto o impávidos, ni votan ni toman acciones determinantes cuando han tenido ocasión y todo continúa en una prolongación del prianismo cínico y feliz. ¿Esperan una oportunidad para tomar las armas? No lo creo. Con su actitud han contribuido sustancialmente al estado de cosas actual. Las guerrillas manifestadas son muy débiles, las autodefensas son grupos indefinidos o indefinibles. Los profesores disidentes y los padres de los 43 debieran reconsiderar su postura y ejercer más pragmáticamente el poder moral que les mueve. Es prácticamente imposible que el país entre a una dinámica armada, pero si aspiran a ella y por lo mismo se niegan a votar con escrutinio y rigor a algunas buenas posibilidades electorales, lo más probable es que queden reducidos.
Ahora bien, ¿por qué habría necesidad hoy de un movimiento armado como en 1910? Porque las condiciones de regresión social que ha propiciado el abandono de los principios básicos establecidos por la Revolución en la Constitución de 1917 han llevado a un sitio de pobreza, violencia, muerte, por un lado, y por otro, a un estado excesivo de privilegios que podrían justificar semejante acción. No obstante, creo que difícilmente el grupo mayoritario de la sociedad secundaría tales acciones. Ya bastante sangre corre con la guerra de Calderón-Peña “contra el narcotráfico”.
De allí la importancia del llamado insistente de López Obrador para acudir al voto frente a la opción armada, para acceder a un cambio gradual, pero consciente y con escrutinio, del régimen actual. Y él, tan convencido de la historia y  la identidad de la nación, ofrece lo que tiene: la capacidad administrativa y política y la honestidad para combatir la corrupción, mal de males (se roban anualmente al 500mil millones de pesos, sostiene); y cree tener la fórmula para lograrlo. De la corrupción reinante a un país con posibilidades democráticas.
Así, estableciendo una diferencia básica con la mayoría de los políticos, blande la mejor arma que dice poseer, la honestidad y la obsesión en contra de la corrupción: “Me pueden llamar Peje, pero no soy Lagarto”.

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