En defensa de la UNAM
John M. Ackerman
L
os asesinatos del periodista Rubén Espinosa, en el Distrito Federal, y del niño Hidilberto Reyes en Ostula, Michoacán, confirman la extrema desprotección en que nos encontramos todos los mexicanos. Los ciudadanos hemos sido totalmente abandonados por las instituciones públicas. Nadie nos protege de la infinita voracidad de los gobiernos mafiosos coludidos con los más oscuros intereses nacionales e internacionales.
Es un verdadero milagro que México se mantenga hoy de pie como nación soberana y con esperanza hacia el futuro. Ello se debe al enorme compromiso, conciencia, capacidad organizativa y espíritu de lucha que la sociedad mexicana demuestra todos los días. Si los mexicanos en realidad fueran tan
apáticos,
dejados,
egoístaso
ignorantescomo muchos insisten, nuestro país hubiera dejado de existir ya hace mucho tiempo. Los mexicanos salen adelante todos los días gracias a su esfuerzo individual, así como a un arraigado sentido de responsabilidad colectiva producto de siglos de combativas luchas sociales.
Una de las únicas instituciones públicas que hoy todavía defienden y acompañan a los mexicanos en su permanente lucha por un mejor futuro es la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Frente a la incultura y el cinismo de los gobernantes asesinos, la máxima casa de estudios mantiene iluminada la antorcha de la esperanza de una transformación social al servicio del intelecto y los valores humanos.
Es precisamente por ello que el gobierno de Enrique Peña Nieto quiere acabar de una vez por todas con la autonomía y la independencia de la UNAM. Si la comunidad universitaria permite que el candidato enviado por la Presidencia de la República, Sergio Alcocer, llegue a ser el próximo rector, ello marcará el principio del fin de la integridad de una de las únicas instituciones públicas hoy todavía al servicio de la patria.
Alcocer fungió como subsecretario de Planeación Energética y Desarrollo Tecnológico de la Secretaría de Energía durante el sexenio de Felipe Calderón. Desde ahí trabajó con José Antonio Meade para preparar la ruta para la privatización energética consumada el año pasado. Después de llegar a Los Pinos, Peña premió a Alcocer con el nombramiento de subsecretario para América del Norte en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Desde entonces, Alcocer ha sido el principal arquitecto del vergonzoso y criminal entreguismo del actual gobierno a los intereses de Washington en las materias de seguridad pública, migración, energética, comercial, espionaje y represión a los movimientos sociales.
Por mi raza hablará el espíritu, reza el lema de la máxima casa de estudios. El logotipo de la universidad incluye un mapa de toda América Latina, con México a la cabeza. Y no solamente el emblema de la UNAM, sino también la gran trayectoria y el trabajo actual de la universidad defienden férreamente la dignidad y el valor universales de los pueblos mexicanos y latinoamericanos.
Con la candidatura de Alcocer se busca desmontar esta larga tradición para convertir a la UNAM en una vil copia de segunda clase de las universidades privadas de élite de Estados Unidos. Universidades como Harvard, Yale y Stanford están al servicio del dinero y el poder. Tienen la función de preparar técnicamente y establecer redes de poder entre los jóvenes de las familias más adineradas del país. En contraste, la UNAM siempre ha fungido como la conciencia de la nación y un gran motor de movilidad social.
En su última visita a México, el vicepresidente estadunidense, Joe Biden, señaló de manera condescendiente que la UNAM era
tan buenacomo Harvard o Yale. Se equivocó el brazo derecho de Barack Obama. La UNAM es una institución mucho mejor que aquellas pequeñas universidades de élite. Sería un verdadero desastre para el país que la UNAM dejara atrás su vocación latinoamericanista y de excelencia académica para subordinarse al poder privatizador e imperial de Washington.
Hace dos años advertimos en estas mismas páginas que después de la privatización del petróleo los corruptos vendrían por las otras instituciones públicas, como la UNAM, el IMSS y el IPN (véase:http://ow.ly/QonXJ). El paso del tiempo ha ido confirmando nuestras predicciones al pie de la letra.
En la comunidad de la UNAM tenemos mucho que aprender del valiente ejemplo de los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional. El año pasado, frente al intento de imponer un nuevo plan de estudios privatizador y entreguista, la comunidad politécnica se movilizó no solamente para defender su gran legado institucional, sino también para renovar integralmente sus órganos directivos, así como democratizar la gestión interna del instituto en su conjunto.
Los más de 340 mil alumnos, 38 mil académicos y 28 mil trabajadores administrativos que hoy formamos parte de la comunidad de la máxima casa de estudios no deberíamos limitarnos a expresar nuestro rechazo contundente al nuevo embate de Peña Nieto contra nuestra universidad. También deberíamos trabajar en favor de una transformación de raíz en la forma autoritaria y opaca en que hoy se toman las decisiones institucionales en la universidad.
Para empezar, tanto el rector como los integrantes de la Junta de Gobierno de la UNAM deberían ser elegidos por medio de una votación universal, directa y secreta abierta a todos los miembros de la comunidad académica. Manos a la obra.
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