lunes, 30 de noviembre de 2015

Dichos y hechos
Bernardo Bátiz V.
S
egún reportaje de Miriam Posada G., en La Jornada del 24 de noviembre, el se­cretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, dijo que la intolerancia y la intimidación no son vías aceptables para imponerse a otros. Esta aseveración es indiscutible; desde cuando reapareció la democracia a finales del siglo XVIII, la idea se ha abierto camino y hay un acuerdo tácito en el mundo, según el cual nada debe imponerse por la fuerza y las diferencias se resuelven con la discusión y en las urnas electorales.
Viene al caso, porque lo dicho por el secretario de Gobernación no se compagina con los hechos del gobierno al que sirve. Hasta el cansancio, se ha demostrado la intolerancia y la imposición por medio de la intimidación y de la fuerza, como cosa de todos los días.
Desde el inicio de este gobierno, en la toma de posesión del cargo de presidente, fuerzas locales y federales repelieron a manifestantes que expresaban sus opiniones y su rechazo a quien llegó al poder mediante compra del voto y manipulación electoral. Hubo intolerancia e intimidación desde el primer día, simulación también, que es una forma indirecta de intolerancia; la intimidación entonces, en las inmediaciones de la Cámara de Diputados, llegó al extremo de los disparos y los golpes. De ahí en adelante así se ha gobernado; se amenaza, se pasa por encima de todos; lo pueden testificar electricistas, trabajadores de Mexicana de Aviación, maestros, padres de desaparecidos y ciudadanos en general.
Una muestra de este estilo de gobierno que se niega a escuchar e impone sus decisiones a rajatabla la encontramos en cómo se impidió llevar a término la consulta popular sobre la pertinencia de entregar nuestro petróleo a compañías extranjeras. Se reunieron pacíficamente las firmas suficientes, se llenaron formatos complicados en los que era muy fácil equivocarse, se entregó la documentación a tiempo y cuando la esperanza de que la ciudadanía fuera escuchada estaba en su apogeo, vino el cubetazo de agua helada de la Suprema Corte mediante una rebuscada resolución obsecuente con el sistema. A eso se le llama intolerancia.
La intimidación se ha manifestado de muchas formas: sacando a los militares de sus cuarteles, no para desfiles vistosos o ceremonias cívicas, para que anden por todas partes luciendo uniformes de combate y armas de alto poder como si se tratara de enfrentar a un peligroso invasor; policías y militares aparecen en retenes, patrullajes amenazantes, cateos y detenciones. A veces disparan para intimidar no al que fue abatido, sino a los sobrevivientes y a todos los que se enteren de lo sucedido.
Disparan. Este gobierno ha ordenado disparar a muerte, sin miramientos; los periódicos informan con frecuencia de esos casos; detienen, desparecen personas, torturan y dan el tiro de gracia; todo para que nadie se atreva sin riesgo a protestar, a manifestarse, a reclamarles.
También intimidan con amenazas de otro tipo; a los profesores en resistencia, con descuentos, advertencias de represalias y castigos, linchamientos mediáticos, despidos, congelación de salarios y entorpecimiento de las carreras magisteriales. Las amenazas son para advertir a los que no se sujetan a disposiciones puestas en tela de juicio, que irán a la ruina y a la pobreza aquellos que se oponen a sus medidas disparatadas.
La intimidación suele ser efectiva. El secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, presume de un alto porcentaje de maestros que aceptaron la evaluación educativa; no toma en cuenta cuando declara, en un exceso de triunfalismo, que una gran mayoría asiste por temor, por conservar el empleo, por exigencia de sus superiores, bajo presión. Se trata de voluntades coaccionadas por intimidación e intolerancia.
Tenemos que preguntarnos qué significado tienen entonces las declaraciones de Miguel Ángel Osorio Chong, cuando condena en forma tan terminante la intimidación y la intolerancia; nos preguntarnos si se trata de una rectificación o si tan sólo es un inten­to de cubrir el sol con un dedo para disminuir el efecto negativo de los hechos de su compañero de gabinete.
También podremos pensar que la pugna por ser el candidato en 2018 está latente y se presenta con matices de mayor rudeza; Osorio Chong regaña a Nuño por su forma de actuar en el problema magisterial y recibe, sin saber de dónde, una respuesta demasiado ruda; uno de sus alfiles, que proviene del Partido Verde, es amenazado con cárcel y se ve obligado a separarse de su cargo. ¿Estaremos ya presenciando la pugna de los poderosos para ser candidatos a la Presidencia por el principal partido del sistema? Cuando en el gobierno los hechos no coinciden con los dichos, los ciudadanos tenemos derecho a interpretar las causas de esta incongruencia y podemos, si queremos, arriesgar hipótesis para su interpretación. Como no hay explicación lógica a la incongruencia entre dichos y hechos, podemos preguntarnos de qué se trata y buscar y escudriñar los signos de los tiempos.

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