COLUMNAS
El México real, se está contagiando del “ya basta”
JANE DE LA SELVAjue 23 jun 2016 09:17
El México real, el de las mayorías, se está contagiando del “ya basta”. Le está cayendo encima a EPN.
Un México que está harto de vivir en la opacidad. Un México exhausto porque lleva siglos sin que se le tome en cuenta. Un México viviendo décadas de una modernidad aparente que ha producido un gran desgaste social porque la pregonada justicia nomás no le ha llegado. Un México explotado e impacientado de que no se le compartan e informen las decisiones que se toman arriba, que no se las expliquen para ser entendidas. Un México deprimido porque las leyes son ideadas escritas y aprobadas por quienes no los voltean a ver. Harto parece estar México de tener que aguantar a quienes toman las decisiones que les afectan, ocultando sus verdaderas intenciones; que les mientan, los abusen, los engañen. El México sin consenso, sin consideración del ciudadano a ras de suelo. El México donde los poderosos lo deciden todo a puerta cerrada, a su conveniencia, no a la de los necesitados, quienes más urgen del apoyo de sus gobiernos. Hasta la coronilla está México, pareciera ser, de que las cuestiones y acomodaciones de la política las fragüen en el cuarto oscuro los empoderados, de que nomás simulen sus supuestos representantes considerar la opinión de las mayorías.
Esto se ve, se vive a diario, se siente en todos los rincones de la República.
La Reforma de Salud, totalmente opaca. La Reforma Energética, una timada, una entrega de los recursos que nos pertenecen, al mejor postor. La Reforma Educativa, que pudiendo ser clara y expedita tanto como necesaria, cayó en el cochinero de la inexplicable persecución de una entidad magisterial particular. Ya basta.
Las Reformas, que tanto se jacta el gobierno de haber logrado, las impusieron sin incluir el criterio popular, de manera excluyente, sin contar con la anuencia mayoritaria, sin ningún consenso, provocando así la desinformación, la duda, la desconfianza, el rechazo, la protesta, la violencia.
Esta imposición e intransigencia del poder, es lo que ha convertido a México en un polvorín.
No han entendido que la democracia es gobernar con transparencia, bajo el estricto escrutinio y aprobación del pueblo. La democracia es simplemente acatar ese mandato y que el gobierno elegido jamás posea la facultad de decidir en solitario. No cuenta México con la posibilidad de exigir un referéndum ni un plebiscito, vitales aliados de cualquier país que se dice democrático. Los encargados de la política social se han dedicado a hacerlo todo a espaldas del pueblo.
Y por ello, es que el México real, el que no habita dentro de la capela de los privilegiados, de la inconciencia de los derrochadores, el que repudian los vale madristas e individualistas, los egoístas, aquellos que aúllan y se quejan en las opíparas sobremesas para luego irse a dormir tranquilamente con la barriga bien llena y los corazones desentendidos de tanta miseria humana circundando la periferia de sus vidas placenteras, es el México ha entrado en ebullición.
Más le vale recapacitar al México del bal bla bla, del corrupto, aquel que se dice a sí mismo, olvidémonos del sufrimiento ajeno y a gozar de la abundancia.
Porque esa bonanza que gozan les ha sido dada por manos trabajadoras, por mentes creativas que se han rajado el mulo para medio subsistir. A quienes jamás les han compartido utilidades al fin del año laboral porque los huecos en la ley amparan a sus amorales patrones que cada domingo se dan golpe de pecho.
Son esas suaves almas cautivas las que ahora parece han despertado, se han convertido en jaguares hambrientos, en volcanes en erupción, en recias voces implacables que claman al fin, justicia.
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