La reforma educativa y la política de extermino hacia los pueblos indígenas
Oaxaca y Chiapas (junto con Guerrero) son los estados más pobres del país y en ellos es en donde más maestros están levantados, protestando por la llamada reforma educativa que hasta ahora lo único que ha intentado reformar son cuestiones administrativas y laborales. Oaxaca es además el estado con mayor población indígena del país, y Chiapas está entre los que mayor población originaria tiene. Por lo tanto, también cuentan con un alto número de maestros bilingües. En ambos estados, los docentes y quienes los apoyan han sido reprimidos salvajemente, con los resultados que todos conocemos, de muertos y heridos particularmente en Nochixtlán.
No voy a entrar en detalles sobre la represión, o sobre las peticiones de los maestros o sobre si la reforma educativa pretende privatizar paulatinamente la educación, ya muchos han escrito al respecto. Sólo me voy a referir a los maestros bilingües, que muy pocos toman en cuenta y que no es gratis que estén entre los más reprimidos.
Estos maestros son indígenas que con mucho esfuerzo lograron estudiar para superar sus condiciones de pobreza y dedicarse a la labor docente que, aunque mal pagada, es mejor que a lo que pueden aspirar la mayoría de quienes viven en comunidades indígenas.
Son aquellos que trabajan en las peores condiciones, en escuelas multigrado, en las que tienen alumnos desde 6 hasta 15 años. Que imparten clases en planteles en pésimas condiciones, o a veces en enramadas o simplemente debajo de un árbol. En comunidades a donde los libros de texto muchas veces no llegan a tiempo, donde los niños sufren de desnutrición, a donde a veces tienen que caminar horas para llegar.
Muchos de ellos, a pesar de las condiciones en las que viven y trabajan, se han dado el tiempo de ampliar sus estudios y de buscar formas de enseñanza más adecuadas para las comunidades en las que trabajan, pues los planes de estudio oficiales no las contemplan. Algunos han elaborado propuestas pedagógicas serias que, de ser aceptadas por las autoridades, reformarían la educación bilingüe y la educación en zonas rurales.
Estos maestros suelen ser muy apreciados en las localidades donde trabajan y algunos, más allá de dar clases, se involucran en los problemas de la comunidad e intentan ayudar a resolverlos. Probablemente muchos de ellos no logren pasar el famoso examen de evaluación docente, inventado en un escritorio junto con los demás elementos de la reforma educativa, pero ningún maestro urbano podría hacer el trabajo que hacen ellos. Conozco a varios y he presenciado la forma y las condiciones en las que trabajan.
También sé que hay excepciones, que entre ellos hay quienes no asisten a trabajar, sé de casos en que se ponen de acuerdo con los padres de familia para que les firmen de asistencia a cambio de que ellos firmen de asistencia a los niños para que reciban su apoyo del programa Prospera, pero no creo que éstos sean de los que están en la lucha. Una lucha que no dan por gusto, sino por defender sus mínimas condiciones de trabajo e intentar mejorarlas. ¿O acaso alguien cree que es muy cómodo dormir prácticamente a la intemperie en un platón, sin servicios sanitarios, comiendo mal y lejos de la familia? ¿O que alguien va a enfrentarse a la policía, arriesgando la vida, con tal de no dar clases, o porque otro lo “manipula”? Claro que no.
A quienes más perjudica la reforma educativa es a los maestros indígenas, y por lo tanto a la educación bilingüe de los pueblos originarios. Y no creo que sea casualidad, es un elemento más de la política de exterminio hacia los pueblos indígenas, disfrazada de declaraciones de derechos y leyes que no se cumplen.
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