jueves, 8 de noviembre de 2018

Ciudad perdida
Amieva cesa visitas y cuelga el teléfono
A
demás de la población, que sí aprecia su acercamiento, quien mejor habla de la labor del jefe de Gobierno, José Ramón Amieva, es Claudia Sheinbaum, que ya está lista para recibir la administración capitalina.
El asunto es que Amieva ha hecho mucho más de lo que de él esperaban los que se van, o ya se fueron, y los que llegan. Eso es innegable, y esa es la razón de que las visitas que el jefe de Gobierno hiciera con frecuencia a la casa ubicada en la calle Martín Mendalde, en la colonia Del Valle, se hayan suspendido desde hace, cuando menos, cuatro semanas.
Hay quien dice que es un problema de teléfono. Sí, ese aparato que, cuentan, existe en la casa mencionada donde despacha muchas de sus cosas Miguel Ángel Mancera y que estaba, ¿o está?, conectado con las principales oficinas de gobierno en el Zócalo, y desde donde salían órdenes que los funcionarios deberían cumplir, con el acuerdo (o sin él) de José Ramón Amieva.
El problema llegó a extremos peligrosos porque la administración empezó a paralizarse. Todos esperaban una llamada que les dijera qué y por dónde, y se ponía en duda la autoridad de Amieva, que en aquellos días trataba de convencer de que el gobierno de Mancera no había sido tan malo.
Una de las condiciones para que eso se cumpliera a cabalidad –cuando menos eso suponemos–, era la entrega limpia y oportuna de todos los datos de la administración al gobierno entrante. La intención, y sólo la intención, fue tachada de traición. Una especie de minirrebelión se dio en algunos funcionarios, que decidieron no atender los reclamos del equipo de Claudia Sheinbaum ni las obligaciones legales de Amieva.
El conflicto más significativo se dio en la Secretaría de Finanzas, donde la información, principalmente de la o las nóminas del gobierno, se convirtieron en punto de conflicto. Por algún motivo, que no ha explicitado la dependencia que actuaba bajo las órdenes de Miguel Ángel Vásquez –reclutado por René Bejarano–, se ha negado a dar la información de las plazas de trabajo definitivas que otorgó el gobierno en los años recientes.
La sospecha de que en esas nóminas se pueden ubicar muy amplias pistas de aterrizaje donde tocaban tierra algunos (¿o muchos?) operadores del Partido de la Revolución Democrática, como ha hecho ver el secretario de Gobierno, Guillermo Orozco, es la supuesta razón por la que se ha negado la información.
Nos dicen, además, que el asunto fue tan grave que llevó a Amieva a las oficinas privada de Mancera para reclamarle la actitud de Vásquez, en aquel momento coordinador general del gabinete del jefe de Gobierno, y para que acordaran –Amieva y Mancera– la salida del funcionario.
La exigencia no tuvo la respuesta positiva que se esperaba de Mancera, y en un momento de decisión Amieva advirtió que sería él, entonces, quien pediría la renuncia de Vásquez. Después de eso nada ha sido igual. La relación Amieva-Mancera está, cuando menos, congelada.
Los datos con la transparencia requerida no han sido entregados; Vásquez ya no está en el gobierno y entonces uno se pregunta: ¿sigue funcionando el teléfono?
De pasadita
Hay que reconocer que en el equipo del próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador se tiene que tener mucha paciencia. Paciencia para soportar a la futura secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien en todo se mete; y paciencia para mirar, sin mucha desesperación, que en eso de la comunicación el barco hace agua, porque Jesús Ramírez Cuevas no entiende ni jota.

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