lunes, 30 de junio de 2014

Astillero
 Roben (con una b)
 Del futbol al Congreso
 Saqueo sin indignación
 Mireles, venganza oficial
Julio Hernández López
Foto
ITINERARIO INCIERTO. Marcos, un niño hondureño de 12 años, observa un mapa en el albergue Belén de Tapachula, Chiapas. El pequeño centroamericano intentará en breve llegar a Estados Unidos para buscar a su familia. En el refugio, misioneros scalambrinianos proporcionan a los viajeros ropa y alimentos. Los menores de edad que viajan solos están expuestos a peligros como robos, drogas o explotación sexualFoto Alfredo Domínguez
L
a decepción nacional se concentró en un personaje y en sus primeras declaraciones, éstas mediáticamente acomodadas de manera taimada para exacerbar los ánimos patrios tan predispuestos y necesitados de un holandés expiatorio. Según las primeras versiones, Arjen Robben, el extraordinario jugador naranja, había reconocido que se había tirado un clavado en el césped brasileño para así conseguir tramposamente la decisión arbitral de un tiro penal que significó la derrota en últimos minutos de la selección comercial de futbol que representa a México en el Mundial en curso.
El centrocampista prematuramente calvo (30 años), quien juega con el Bayern Munich, fue convertido así en el villano necesario para un resultado con visos de tragedia nacional para México. Con esa construcción mediática manipulada, todo podría ser explicado a partir de la ruindad de un especialista en fingimientos que habría conjugado su apellido de traducción tan emblemática en nuestro país: Robben nos robó (¿robonos, sonaría mejor?) Si Pepe el Toro es inocente, entonces también RafaMárquez y El Piojo y todos los involucrados en el intento de triunfo balompédico de ayer serían inocentes, con el malvado Robben como delincuente confeso.
Pero tal elaboración resultó absolutamente falsa. Robben (cuyo apellido podría ser incorporado por el INE como requisito imperativo para quienes aspiran a cargos de elección popular) no confesó nada respecto de la jugada que devino en el penal del infortunio, ni ofreció disculpas, más bien se quejó de otras jugadas en las que no marcaron penas a los mexicanos y reconoció que en otra pediobra (palabra propuesta por esta columna para referirse a las maniobras hechas con los pies) sí se tiró un clavado, al estilo que tan famoso le ha hecho en piscinas futboleras europeas.
Fue muy significativo el fulgor relampagueante de la ira popular frente al presunto robo de algo que se asume como si fuera de interés nacional (cuando en realidad es del interés específico, sobre todo en términos económicos, de la Federación Mexicana de Televisión, de su ente dominante, Televisa, y de otros padrinos concurrentes, lo mismo grupos futbolísticos que marcas patrocinadoras y similares). Sí se puede. Es decir, sí es posible enojarse y protestar frente a un robo, a un despojo, a triquiñuelas infames.
Sin oposición política ni social alguna (organizada, fuerte), con los partidos de izquierda electoral (los registrados y el que espera registro) y sus máximos dirigentes concentrados en la maniobrera treta elusiva de conseguir firmas para una consulta sobre energéticos en 2015 (que servirá tanto como el saber en el próximo Mundial que el penal de ayer frente a Holanda hubiera sido fingido), en el Congreso federal se está consumando un robo mayúsculo al interés nacional, en vertientes fundamentales como las relacionadas con las telecomunicaciones y los energéticos. Roban, están robando, pero no hay indignación nacional, no hay fervor patrio y casi nadie escudriña lo que han planeado y ejecutan el director técnico (denominado Los Pinos, aunque otros le llaman Enrique Peña Nieto y varios dicen que es un cuerpo colegiado), su defensa central de tres (PAN, PRD y PRI), sus medios de contención (los de comunicación, en su mayoría crecientemente alineados al poder central, sobre todo los electrónicos) y los ofensivos, es decir, los diputados y senadores.
Ya aquí se ha intentado antes la improbable exculpación del futbol respecto de la apatía nacional. No es a causa de este apasionante deporte el que no haya hoy ningún líder social, político o electoral que convoque a marchas y protestas vigorosas frente al Robben en curso y que se prefiera procesar la disidencia consultora en el seno de esa propia institucionalidad impugnable y a un plazo que políticamente es larguísimo, virtualmente inviable. Pero la política y los movimientos sociales se nutren de circunstancias como las que hoy rodean al tema hipnótico del futbol. Contra lo esperado por Los Pinos y Televisa, la aventura de la Furia Pioja terminó en decepción y encono. Se quedó en el tintero el discurso triunfalista, y ya no fue posible equiparar de forma oportunista los esperados avances futboleros con el reformismo empeñado.
Tal vez sea tiempo de voltear la vista con similar enjundia deportiva hacia los otros Robben (¡roben!), antes de que termine el segundo tiempo legislativo y los engaños queden consumados. Si se aprueba la ley Televisa-Peña quedarán garantizadas largas temporadas de poderío de los intereses nucleados en el Canal de las Estrellas y todo intento de cambio democrático será enfrentado y desvirtuado desde esas pantallas dominantes. Si se aprueban las leyes secundarias en materia energética como las cúpulas pretenden, el destino del país será el de ser un equipo naufragante, de segunda división, con finanzas rotas y un predominio ofensivo de las selecciones comerciales de otros países.
El ensueño futbolero permitió el silencioso cumplimiento de un anhelado ajuste de cuentas. El comisionado Castillo, es decir, Osorio Chong, es decir, Peña Nieto, decidieron apretar el puño respecto al médico José Manuel Mireles que con sus contradicciones, claroscuros y acompañamientos peligrosos (hay un grupo político michoacano de futurismo electoral que no desaprovecha oportunidad para montarse en el foro presuntamente ‘‘revolucionario’’) ha sido el único de los líderes de las autodefensas que se resistió a los planes de control que ya llevaron a Hipólito Mora y al llamado Papá Pitufoa enrolarse en la Fuerza Rural de Michoacán y a mostrarse institucionalmente uniformados.
El gobierno federal aprovechó la oportunidad (Mireles encabezó la tomaindependiente de La Mira, a pesar de que Alfredo Castillo había advertido que no se permitirían más acciones sin tutelaje oficial), aprehendió al disidente y a decenas de sus seguidores, abrió procesos judiciales y al ya famoso médico lo trasladó de Morelia a Hermosillo, en abierta treta contra familiares, defensores y seguidores michoacanos. Pero ese golpe… Uf. Se acabó el espacio. ¡Hasta mañana!

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