sábado, 25 de abril de 2015

El mal amor le durará al chileno hasta que muera, gran negocio para cualquier terapista freudiano; o lacaniano, que hay muchos en Sudamérica.

                                                                                        
Ya lo sabemos en México: López Obrador tiene la “culpa” de todo; es responsable de cuantos males ocurran al país. Y eso que no lo ha gobernado aún. ¿De qué no lo han acusado hasta ahora? La nueva, es que es el responsable de hacer perder el juicio a un periodista mexicano reconocido por la revista Timecomo uno de los 100 personajes más influyentes en el mundo.
En vez de que los periodistas nacionales se congratulen por el reconocimiento de la revista a Jorge Ramos, muchos se le van al cuello por la crítica a Peña Nieto y por exigir su renuncia en plena ceremonia con brindis y toda la cosa; tal el caso de Pablo Hiriart.
Lo que Hiriart muestra en su nota de hoy, “Jorge Ramos se alinea con AMLO”, no es envidia ni odio, es precisamente su poco “uso de razón” (nombre de su columna). Título y argumentación que rayan cuando menos el absurdo, por no decir la estupidez.
Ahora todo periodista que sea crítico a secas, ya no digamos de EPN, está alineado a López Obrador. Ese argumento se ha usado lo mismo en contra de Julio Hernández que de Carmen Aristegui; aunque ambos han sido críticos de AMLO cuando ha sido necesario. Yo mismo, que como votante he simpatizado de la causa de López Obrador, lo he criticado duramente en variadas ocasiones (existen los registros en línea). Y sin embargo, según razonamiento de Hiriart, todo crítico de Peña se convierte en incondicional del líder de Morena. La crítica debe de erradicare entonces. ¡Vaya sinsentido, qué digo, idiotez!
Y no queda de otra. En esa lógica, todos los periodistas que sean progobiernistas, los típicamente llamados “chayoteros”, han estado alineados al gobierno en turno. Trátese de Peña o Calderón o cualquier otro, como claramente lo ha estado el chileno Hiriart, pues reputación de crítico de la oficialidad no la tiene. Y es probable que esta propuesta esté más apegada a la verdad. ¿Por qué un periodista habría de ser apologeta gratuito del gobierno cuando se supone que su labor esencial es la de ser parte de la conciencia crítica de la sociedad?
Después de su texto del 24-04-15 en El Financiero, el diván está listo para Pablito (igual que para un colega de pasiones y obsesiones “amloistas” suyo, conocido en el bajo mundo como Carlitos Alazraki). Y puede empezar la sesión sin necesidad de hipnosis, repitiendo obstinado sus dos primeros párrafos:
“En la cena de gala de la revista Time, el periodista Jorge Ramos tomó la bandera de López Obrador y sus seguidores al pedir la renuncia del presidente de México.
“Ya se definió. Está bien para saber a qué atenernos: será el vocero de los intereses de AMLO en Estados Unidos, pero ya no el periodista con credibilidad que muchos en su momento admiramos.”. (Y lo peor para él es que, sin darse cuenta, concede la razón a Ramos y al hacerlo y en su lógica, se le alinea sin querer queriendo a AMLO: “El reportaje de la ‘casa blanca’ fue un buen trabajo, y en mi opinión reveló un conflicto de interés que sólo puede zanjarse con la devolución del terreno y deshacer el trato entre la esposa del presidente y la empresa Higa.”; o sea, no…
El mal amor le durará al chileno hasta que muera, gran negocio para cualquier terapista freudiano; o lacaniano, que hay muchos en Sudamérica. No cabe duda de que la locura no siempre es saludable. Y yo que he pensado y aun he tenido la ilusión de que los lunáticos son felices. Tal vez todo sea cuestión de gradación.

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