COLUMNAS
Los bandidos de Río Frío y el bandolerismo mexicano actual
Revisando el pasado profundo tal vez encontremos la explicación de nuestro fracaso presente.
No dejó de sorprenderme que dos personas que no se conocen en absoluto entre sí me refirieran en una misma semana su lectura presente de la novela de Manuel Payno, Los bandidos de Río Frío.
Si bien se trata de una obra que continúa editándose, no es común su consumo en una sociedad que poco lee. He avanzado, pues, en esta novela de entregas de folletín publicada por vez primera en España (donde el autor fungía como cónsul viviendo en Barcelona), entre 1889-91, y posteriormente en México, entre 1892-93, cuando Payno estaba de regreso como senador y a punto de morir (1894).
Me ha sorprendido aún más encontrar en el prólogo del autor a la novela una descripción de su trabajo que me parece de brutal actualidad como observación sociológica para nuestro tiempo:
“Este ensayo de novela naturalista, que no pasará de los límites de la decencia, de la moral y de las conveniencias sociales, y que sin temor podrá ser leída aun por las personas más comedidas y timoratas,dará a conocer cómo, sin apercibirse de ello, dominan años y años a una sociedad costumbres y prácticas nocivas, y con cuánto trabajo se va saliendo de esa especie de barbarie que todos toleran y a la que se acostumbran los mismos individuos a quienes daña”.
Al señalar la consecuencia socialde los vicios de su tiempo, Payno pareciera retratar la de los nuestros: la corrupción y la impunidad que la cobija.
Encuestas y estadísticas colocan a la corrupción como el mayor mal de México. Daño que permite el enriquecimiento ilícito y la desigualdad social (que comprende a 500 familias como “dueñas de México”, señala el periodista Enrique Galván Ochoa, citando a Bloomberg y Forbes, y a las que añade la fortuna de 500 políticos; La Jornada, 26-05-15), pero asimismo la violencia y la injusticia.
La prensa anuncia que Peña Nieto ha promulgado una reforma para crear un sistema anticorrupción que en automático ha sido puesto en duda no sólo por los críticos, sobre todo por la realidad. Excélsior reporta las palabras de Peña: “…aseguró que así como México venció las dudas que se tenían en el pasado respecto a transitar hacia una democracia plena y con alternancia, hoy logrará erradicar con éxito el flagelo de la corrupción.” (28-05-15).
Y más que duda, la primera certeza del equivocado diagnóstico del habitante de Los Pinos es su dicho de que México ha transitado hacia una “democracia plena”, pues la alternancia ha sido sinónimo de fraude: tanto el fraude del gobierno electo con cierta legitimidad en el año 2000, como el fraude subsecuente.
La segunda certeza sobre las palabras de Peña y el nuevo sistema la ha establecido con exactitud y sutileza también Galván Ochoa: “Ayer fue puesto en escena por Peña Nieto el Sistema Nacional Anticorrupción. En la práctica es su propio sistema de autoprotección” (La Jornada; 28-05-15). Y es que ha sido evidente y aun escandaloso el cúmulo de “conflictos de interés” en torno a Peña, su familia, su equipo de trabajo y sus amigos. Y nada creíbles sus intentos recientes de autolimpieza, como el cómico nombramiento de Virgilio Andrade para que investigue y castigue lo que, según la práctica de la política mexicana, está imposibilitado de hacer.
La cita de Manuel Payno es elocuente. Su prólogo está firmado en agosto de 1888, cuando el brillo o la oscuridad (según se vea) del Porfiriato iniciaba; cuando en el horizonte lejano se ubicaba la tragedia de la Revolución Mexicana traicionada al fin; cuando el siglo XXI expresaba en su devenirel fracaso de los mexicanos en procurar y defender una verdadera democracia.
Interesante retomar estalectura “naturalista, humorística, de costumbres, de crímenes y de horrores” que, de acuerdo con el prologuista de la obra de Payno, Antonio Castro Leal, Mariano Azuela colocaba junto aEl Periquillo sarniento (1816), de Joaquín Fernández de Lizardi; Astucia, el Jefe de los hermanos de la hoja o los charros contrabandistas de la rama (1865), de Luis G. Inclán; Memoria de mis tiempos (1853), de Guillermo Prieto; y de México viejo (1900), de Luis González Obregón (Castro Leal aún añade como lectura necesaria la “curiosa y penetrante” Vida en México, de la señora Calderón de la Barca). He aquí un hermoso cuadro bibliográfico para entender “la pintura de toda una época”, en el caso de Payno (“Todo el México de mediados del siglo XIX desfila…” por su novela), y del siglo XIX en este conjunto literario.
Y revisando el pasado profundo tal vez encontremos la explicación de nuestro fracaso presente. Y acaso alcance el espíritu para imaginar un futuro menos aciago.
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