jueves, 2 de marzo de 2017

México SA
Tres tristes marineritos
Fox-Calderón-Peña Nieto
Gran navío encallado
Carlos Fernández-Vega
S
aquen la calculadora y hagan sus restas, ¿para cuánto les gusta la tasa de crecimiento económico en 2017? Apenas concluye el segundo mes de año y ya la estimación oficial ha sido recortada por la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, además de que distintos organismos internacionales hicieron lo propio desde enero pasado.
¿Adónde va el barco de gran calado que ha sido presumido en los sexenios de tres marineritos de agua seca (Fox, Calderón y Peña Nieto) y que la realidad tardó menos en hundirlo más? A ninguna parte, porque encalló desde hace ya muchos ayeres, y la geniocracia no tiene la menor idea de cómo reflotarlo, porque al mantenerlo en esa situación garantiza los jugosos negocios privados a costillas de la nación y sin más socializa las pérdidas, que no son pocas.
En el autodenominado sexenio del cambio, Vicente Fox presumía estar al mando de un barco de gran calado, y a la presidenta, Martita Sahagún, le fascinaba llamar a su marido capitán de gran navío, pues, decía, tenemos un buen marinero al frente que lleva y llevará al país, a pesar de las grandes olas, a buen destino. Todo, desde luego, en referencia a la economía mexicana, la cual nunca ha estado tan bien como ahora, y con él al timón la nao del cambio llegaría, ciertamente, a puerto seguro.
Discursos y mamonerías aparte, el resultado concreto fue un crecimiento económico de 2.3 por ciento como tasa anual promedio sexenal, tres veces menos que en el último gobierno del viejo régimen, el de JLP. Dicha proporción fue la menor desde tiempos de Miguel de la Madrid, con todo y que el ingreso y los excedentes petroleros fueron súper abundantes. Pero no quedó allí el estado de la embarcación.
A Los Pinos arribó, haiga sido como haiga sido, otro marinerito de charco callejero. Felipe Calderón repitió hasta el exceso que la economía mexicana era un navío de gran calado (tan creativo fue el susodicho que sólo buscó un sinónimo para piratearse la frase foxista, aunque Margarita nunca lo vistió con tan llamativo disfraz). Y el coro lo hacía su secretario de Hacienda (hoy en el Banco de México), Agustín Carstens, quien afirmaba que el gobierno calderonista tenía en nuestras manos el timón y todos los implementos para garantizar una venturosa travesía a puerto seguro.
Otra vez la realidad superó con creces las mamonerías: el resultado concreto fue una tasa anual promedio de 1.87 por ciento (es decir, 3.5 veces menos que la alcanzada por el autodenominado último presidente de la Revolución, José López Portillo), de tal suerte que obtuvo la medalla de plata (la de oro la mantiene Miguel de la Madrid) y desplazó a Fox al tercer lugar en lo que a peor resultado económico se refiere.
Pero faltaba un marinerito más: Enrique Peña Nieto, el colocador de la cereza privatizadora de los bienes de la nación. Meses atrás, consumado el Brexit, el susodicho declaró que la decisión británica ha despertado incertidumbre, porque las aguas que se mueven ante estos efectos, también lo hacen con el barco en el que transitamos en el país. Resultado concreto: en el sexenio de las grandes reformas que los mexicanos necesitan, el del México en movimiento a duras penas la tasa anual promedio empata con la calderonista; es decir, 1.9 por ciento en cinco años de estadía en Los Pinos, y siempre y cuando se cumpla el nuevo pronosticó de la Secretaría de Hacienda (1.5 por ciento), aunque obviamente el marcador final puede ser mucho peor.
Es menester aclarar que todo eso –excepto el devenir en 2017– sucedió antes de Donald Trump, es decir, cuando el autodenominado gobierno mexicano (con caretas de Miguel de la Madrid, salinista, zedillista, foxista, calderonista y peñanietista) era extremadamente feliz siendo sodomizado por Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama, por ser socio y amigo de quienes nunca han tenido ni socios ni amigos. Sólo intereses, y éstos cambiaron con la llegada del salvaje a la Casa Blanca.
Ese es el cuento de los marineritos de agua seca, que no es un cuento sino cruel realidad que hace más urgente que nunca un cambio de timón, de navíoy de modelito, porque el vigente, con 35 años de antigüedad, no ha dado una en beneficio de México, no así para los dueños de México, que viven en el paraíso. Se parece, pero no es ni lejanamente igual.
En fin. Apenas el pasado lunes el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, reconoció que nuestra expectativa de crecimiento económico hoy es menor y ahora se ubica entre 1.5 y 1.7 por ciento. Reconocemos y hacemos nuestro, para efectos de nuestro trabajo interno, que los pronósticos y consejos de mercado hoy nos ubican en una realidad de crecimiento menor. Y lo dijo justo en el año para el que el inquilino de Los Pinos prometió un crecimiento de 5 por ciento, producto –obvio es– de las reformas.
Toca el turno de Agustín Carstens. La Jornada (Roberto González Amador) lo resumió así: la previsión de crecimiento de la economía mexicana este año fue reducida por el Banco de México a un rango de entre 1.3 y 2.3 por ciento, dos décimas de punto porcentual menos de lo previsto por la propia institución en noviembre pasado. La revisión a la baja en la previsión de crecimiento de 2017 es la quinta que realiza el Banco de México de manera consecutiva, aunque en este caso la principal causa tiene que ver con el cambio de gobierno en Estados Unidos, mientras en las previas era la disminución de la actividad industrial en aquel país, que ahora se está recuperando, o la caída en la producción y precio del petróleo crudo.
Para el caso mexicano desde enero pasado los organismos internacionales sacaron la tijera: el FMI recortó el pronóstico a 1.7 por ciento. La Cepal hizo lo propio y en primera instancia redujo a 1.9 por ciento, y el Banco Mundial a 1.8 por ciento. Ese mismo mes la Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado, que levanta el Banco de México, bajó a 1.49 por ciento.
Y eso que el año apenas se inicia.
Las rebanadas del pastel
¡Felicidades, mexicanos cándidos! Se comieron completita y sin chistar la estrategia centavera del gobierno sobre los precios de combustibles. Como ahora el asunto es de a centavito, así sea diario, pues ya no vale la pena protestar. Les gusta más de a poquito, aunque permanente, y si se mantiene el ritmo al final de 2017 el aumento acumulado será de tres pesitos por litro, adicionales a los de enero. Vamos bien.
Twitter: @cafevega

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